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La cantante se presentará hoy en el teatro Tepeyac para celebrar 50 años de carrera

Caí y me levanté como el ave Fénix, afirma Imelda Miller

La droga y el alcohol los dejé; ya no soy libertina, soy libre y esa libertad me la dio Dios

Corazón vagabundo y Una noche no, entre otros temas clásicos, se escucharán esta noche

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Sólo soy una persona privilegiada a la que dotaron de unas buenas cuerdas vocales,pero más aún: de un hermoso sentimientoFoto Juan José Olivares
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de noviembre de 2010, p. 7

Imelda Miller es una ave Fénix. Así la calificó alguna vez una periodista que la vio en la cima, luego caer y, levantarse. Era el tiempo en que la cantautora de origen yucateco se erigía como una gran estrella en los años 60 y 80, al destacar en los festivales OTI de la Canción, concurso internacional en el que los países pertenecientes a la Organización de Televisión Iberoamericana, participaban cada uno con una pieza.

Imelda, dueña de una voz portentosa, cumplió el año pasado cinco décadas de estar en los escenarios, en los cuales, cuando canta se ”olvida de todo”, dice en entrevista con La Jornada con motivo del concierto que realizará para celebrar esa efeméride, este sábado (y el próximo 27 de este mes) en el teatro Tepeyac, a las 19 horas.

Algunos recordarán a la ojiverde, quien en 1973 dio el triunfo a su país en el mencionado encuentro musical, con el tema Qué alegre va María, de Celia Bonfil y Sergio Esquivel. Tres años antes había conquistado el segundo lugar del Festival Panamericano de la Canción, en Panamá, con Tú y yo, una composición de Armando Manzanero.

Y también, a muchos, les evoca a esa figura que cayó en manos del libertinaje, del alcohol y las drogas, tiempo después vencidas por ella, con la ayuda de un amigo: Dios, comenta. Caí y me levanté como el ave Fénix, reitera.

La droga y el alcohol los dejé, aunque de vez en cuando me tomo un copa porque me da la gana. Ya no soy libertina, soy libre y esa libertad me la dio Dios, afirma la cantante, que a los 16 años, desde su natal Mérida, decidió probar suerte en el Distrito Federal, en el ambiente del espectáculo, el cual vivió desde su pináculo hasta el sótano.

Recuerda: “Un día, andando muy pastel, muy pasadita pues, y con tres o cuatros días sin dormir, me puse ha hablar con Dios y le dije: en buena onda, sácame de esto, ya no quiero seguir. Le comencé a pedir –como loquita– como a un padre, como a un amigo, ayúdame. Al día siguiente ya no se me antojaba tomarme nada. Ahora, quiero estar en mis cinco sentidos y disfrutar de la vida como es. Nunca soñé con ser una estrella; sólo soy una persona privilegiada a la que dotaron de unas buenas cuerdas vocales, pero más aún: de un hermoso sentimiento hacia los seres humanos y hacia la vida. He metido la pata, pero nunca es tarde para remediarlo.”

No vivo en el pasado

A la fecha, Imelda no ha dejado de trabajar y no tiene una mansión ni un Cadillac, o un BMW, pero tengo mi cochecito y trabajo, que me ayuda a desfogarme. No vivo en el pasado ni recuerdo esas cosas. Tengo amigos que sé que me siguen, y eso es bonito para mí. Me gusta mi carrera, soy inquieta y me gusta escribir canciones, transformarlas, lo que hago desde los años 70. Sé que a la gente le gustan. Tengo tres años trabajando en un lugar, donde la gente no va a emborracharse, sino a comer. Se refiere al restaurante de comida yucateca Coox Hanal –ubicado en el Centro Histórico–, donde se presenta todos los domingos por las tardes.

No obstante, sabe que el trabajo para la gente madura es muy limitado: México se dice que es un país de gente joven, pero, ¿los viejos no existimos? Toda mi vida he trabajado, desde los 17 años y no hay empresas que quieran contratar a una persona que ya pasa de los 60 años. Por eso, una de mis luchas es demostrar que nosotros sí podemos seguir trabajando. No es justo que te digan que ya no sirves.

Miller, quien ha actuado en teatros de diversos países en el continente ante miles de personas, insiste en que el trabajo es lo más importante. Un día, se presentó en un bar para cuatro personas, los cuales al final se pararon aplaudirle intensamente. Ese es el verdadero alimento, afirma.

Y es que, narra, supo que debía estar en las tablas desde el día en que en un autobús se encontró con la pianista Judith Pérez Romero, quien dirigía el Conjunto Femenil Copacabana (en el que por cierto, participaban dos primas de ella). La invitó a entrar en el grupo con el cual llegó a la ciudad de México, donde a la fecha, continúa en la labor de la música. Fue difícil, pero aquí me quedé picando piedra como hasta hoy día. Ahora, el único que puede decir que ya no canto, es, como te repito, Dios.

Imelda Miller grabará un disco con el show del sábado. Tendrá en el escenario a siete músicos: dos pianistas, un bajista (el director Alejandro Loyola), un guitarrista, un saxofonista y un percusionista, con los que interpretará popurrís, y canciones como Corazón vagabundo, Una noche no, La banda dominguera, entre otros temas clásicos.

Teatro Tepeyac, en Calzada de Guadalupe 497, colonia Estrella. Delegación Gustavo A. Madero. Teléfono: 5517 6560.