Opinión
Ver día anteriorMiércoles 10 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La guerra de la inasible pulga
C

on 500 mil hombres, Westmoreland perdió la guerra. Para quienes vivimos atentos a ella en esos tiempos, Vietnam fue una lección penetrante. Se desarrolló de 1959 hasta 1975, la presencia estadunidense empezó sólo con simples asesores al gobierno local, para acabar acusándose al prestigioso general comandante de haber ganado cada batalla pero haber perdido la guerra. No logró consolidar nada.

En México parece que, salvadas todas las enormes diferencias, se dan elementos que se corresponden. Una guerra no calculada en sus alcances, sin una planeación adecuada antes de iniciar operaciones, enfrentamientos entre supuestos colaboradores, actuar con una mentalidad de operaciones convencionales, sin suficiente inteligencia de combate para dirigirlas, sin ninguna habilidad en la contrainteligencia, teniendo un adiestramiento que no era el necesario y con un equipamiento no adecuado para ese tipo de operaciones especiales.

En ello el gobierno ha ignorado los vastos recursos de formas alternativas de operar, como son las tácticas de contrainsurgencia, que para nosotros serían anticrimen, y las de estabilización, pero sobre todo la impostergable adopción de formas de mando que sólo ofrece un mando conjunto. Al momento, los tres grandes protagonistas de las operaciones, Sedena, Marina y Secretaría de Seguridad Pública, conciben, planean y dirigen sus operaciones en forma aislada, inconexa.

La unidad de mando como la gran ausente es verdaderamente sorprendente. Es difícil concebir que por razones poco edificantes los tres mandos, y tal vez hasta incluidas las autoridades locales, no actúen con formas integrales de pensar, preparar y conducir las operaciones. Es un error que, cuando se analice a fondo este hito histórico, se registrará como una gran deficiencia de Calderón no poder poner orden entre sus colaboradores. Ya se dijo alguna vez: bienvenida toda la colaboración, pero bajo reglas que se establecen en la ley o sencillamente en la forma de operar. Esta anarquía es responsabilidad del Presidente y que no se diga que él personifica al mando unificado, sería el colmo de las simulaciones.

Las operaciones de contrainsurgencia, para nosotros anticrimen, indican como primer paso el adoptar formas de organización a base de pequeñas células altamente calificadas, armadas y equipadas de acuerdo con el medio en que operarán. Además, y he aquí un gran tema, dotadas de inteligencia de la más alta confiabilidad, condición que al momento es quizá la mayor deficiencia en todas las operaciones. Así lo recomendó hace semanas el ex presidente Gaviria de Colombia.

Los indicadores de criminalidad en el campo de las operaciones están divididos en partes. La primera describe las condiciones que tienden a nutrir su surgimiento, tal como marginalidad y pobreza, pobre educación, diferencias sociales y religiosas que llegan a ser conflictos armados, ineficacia en el gobierno y diferencias políticas entre las estructuras pequeñas de poder y las mayores, estados y municipios. Éstos son problemas legítimos que los criminales pueden tratar de explotar y convertir en argumentos en pro de recursos y contra del gobierno. La segunda etapa consiste en aquellos indicadores como el surgimiento de una creciente delincuencia, hasta el asesinato y secuestro de funcionarios de gobiernos locales, importantes capitalistas o figuras distinguidas.

Las operaciones de estabilización, en un medio como el nuestro, indican la consolidación de los espacios ganados a base de recuperar las condiciones de vida de las poblaciones devastadas, tanto en cuanto a su población como a sus bienes de toda especie. Ganar el reconocimiento de la población es esencial.

La estabilización es la función que mejor se corresponde con las capacidades de los gobiernos locales, estados y municipios, beneficiarios tanto políticos como administrativos. Políticamente porque está demostrado que sus poblaciones tienden a solidarizarse rápidamente con sus autoridades cuando éstas se advierten como elementos de auxilio moral y material ante los daños provocados por el crimen.

Administrativamente, porque las fuerzas armadas o policiales no pueden explotar el éxito de los beneficios entregados al pueblo, ni mantener el nivel de gasto o la eficiencia en el auxilio que las gubernamentales sí. Son operaciones semejantes a las de protección civil después de los desastres. Al gobierno federal le corresponde sólo la racionalización en la asignación de recursos, haciéndose relevante que son operaciones costosas, pero ineludibles.

Volviendo a las operaciones en lo general, es útil señalar que el arraigado apego a lo tradicional, a lo que siempre se ha practicado, es un verdadero obstáculo. La resistencia al cambio es letal. Es indispensable ver con una perspectiva distinta las operaciones anticrimen, hay que tener la entereza para abandonar el criterio de las operaciones convencionales después de cuatro años de fracaso.

Hace meses, el director del Colegio de Defensa de la propia Sedena enfáticamente dijo: Estamos ganando la guerra. Conociendo las prácticas internas de preparación de una declaración pública, puede advertirse que el discurso le fue entregado ya escrito o por lo menos le fue revisado, de manera que contiene las convicciones del alto mando. Hay que refrescar los conocimientos y actualizar las concepciones tradicionales ante nuevas situaciones.

Como en Vietnam, se pelea sin un frente constituido, disponiendo de mayor y mejor inteligencia las organizaciones criminales que las tropas y policías, parte de ello mediante infiltraciones en las unidades, en las organizaciones policiales, en los estratos menores de gobiernos, así como en el seno de la sociedad civil. Obra tal información tanto sobre las tropas, sus ubicaciones, movimientos y efectivos, como sobre el terreno, ya fuera rural o urbano, teniendo presencia en todas partes y en ninguna, mediante individuos o pequeñas células de gran capacidad de penetración.

Una mayor y mejor disponibilidad de inteligencia es quizá la causa principal de que la generalidad de las operaciones se dé bajo la iniciativa del crimen. Es realmente esporádico que sean las tropas quienes posean la iniciativa. Una vez más, el síndrome de Vietnam.