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El gobierno lulista sacó de la miseria a 30 millones en el país: Fundación Getulio Vargas

Bahía, ejemplo de la aplicación exitosa de políticas sociales de Lula, dicen en Brasil

La participación ciudadana, clave de los logros de los programas, considera experto mexicano

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Moema Gramacho, alcaldesa de Lauro de Freitas (a la izquierda), zona conurbada de Salvador, capital de Bahía, entrega obra socialFoto Arturo Cano
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Periódico La Jornada
Miércoles 10 de noviembre de 2010, p. 37

Lauro de Freitas, Brasil, 9 de noviembre. “¡Moema bonitinha!”, gritan los niños al verla pasar. Moema Gramacho fue dirigente de un sindicato de la industria petroquímica y desde hace seis años es alcaldesa del municipio Lauro de Freitas, en la zona conurbada de Salvador, la capital de Bahía, capital del noreste de Brasil.

Moema recorre la parte más pobre de Itinga, donde viven 85 mil de los 256 mil habitantes del municipio que gobierna. Hombres, mujeres, ancianas y niños, todos la saludan, se le acercan, le piden, le cuentan. Muchos son pobres pero en Itinga también hay zonas de clase media y ricas. Un poco como todo Brasil, dice Moema, quien puede pasar horas explicando los detalles y las bondades de los programas sociales del gobierno de Lula, del gobierno estatal, que también es del Partido de los Trabajadores, y del suyo propio. Y lo hace, aunque prefiere que sea en un recorrido para mostrar los departamentos que va entregar pronto, uno de comedor popular, las calles que ha pavimentado (aunque faltan muchas). Y claro, para saludar a sus electoras y vecinas, las beneficiarias del programa Bolsa Familia y otros del gobierno de Lula.

En todo el recorrido, a excepción de Moema y dos ancianas que andan por ahí en plan de proselitismo religioso, todos los demás son negros (siete de cada diez habitantes de Salvador lo son).

La alcaldesa se detiene a conversar con un grupo de mujeres. Cada una de ellas lleva al menos dos niños pequeños. Una le informa que recibe 170 reales de Bolsa Familia (el beneficio de va de 120 a 215 reales, según el número de hijos) y pregunta por las casas que están prontas a inaugurarse. Son, le informa Moema, para los damnificados de inundaciones que serán reubicados (esas casa no les costarán nada). La mujer pide ser anotada en una lista futura.

No se había hecho nada

Una obra más reciente que Moema presume con orgullo es un comedor popular. En el edificio, construido ex profeso, alimenta un promedio de 3 mil 200 personas al día. Los usuarios pagan un real (siete pesos con veinte centavos mexicanos) por el almuerzo, aunque el costo real es de 4.65. El resto lo pone el municipio.

Al lado del comedor popular hay otro pequeño edificio. “Es el banco de alimentos. Algunos negocios y productores nos entregan los productos que ya no van a vender, pero que están en buen estado, y aquí se entregan a las familias más desfavorecidas.

No se había hecho nada. Es un cambio total en la forma de vida de nuestra gente. Al escuchar hablar a Moema puede pensarse que los brasileños creen estar inventando el hilo negro de los programas sociales, aunque a un mexicano muchos de esos programas le suenen a Pronasol y sus derivados.

Y es aquí donde vienen los matices. Una de las razones por las que Dilma Rousseff ganó con casi 71 por ciento de los votos en esta región es que el nordeste es la zona más dinámica de Brasil. La renta per cápita del país crece a un ritmo anual de cinco por ciento y los estados de esta región promedian 7.3 por ciento.

Los especialistas dicen estar frente a un directo de las políticas sociales del gobierno, pero a los programas que Moema Gramacho no se cansa de enumerar hay que añadir el incremento sostenido del salario real, un aumento de 330 por ciento en el crédito al consumo en los últimos cinco años (mayor que en el sureste del país, donde fue de 243 por ciento) y una importante cuota de los 15 millones de empleos creados en la administración de Lula (quien, por ciento, nunca prometió ser el presidente del empleo). En 2009, según cifras del gobierno de Bahía, los empleos formales crecieron 5.3 por ciento, por encima de la media nacional que fue de 3.11.

Según el experto mexicano en desarrollo social, Omar Garfias, asiduo visitante de Brasil, una de las claves del éxito de las políticas lulistas es la participación ciudadana, que añade la fuerza de la participación popular a los programas gubernamentales. La otra clave es visible aún en la pobreza que salta a la vista en Lauto de Freitas: “Brasil parte de una condición muy atrasada y desigual. Se había hecho muy poco, por lo que, cuando este gobierno decidió hacer mucho, de inmediato se vieron los resultados.

Robinson Almeida, secretario de Comunicación del gobierno de Bahía, asiente cuando se le repite la frase de Emir Sader: Brasil es el país más desigual del continente más desigual del planeta. Y pone su parte: Sí, y aquí estamos en la región más desigual de Brasil.

No es casualidad que la mitad de los beneficiarios de Bolsa Familia vivan en la región.

Con sólo algunos números, Almeida ilustra esa situación de atraso: en las zonas rurales del estado, sólo 30 por ciento de la población cuenta con agua potable y en las zonas urbanas tiene agua para beber apenas 58 por ciento. La situación del drenaje es aún más grave: sólo cinco por ciento de cobertura rural y 25 por ciento en las áreas urbanas.

La combinación de recursos de los tres niveles de gobierno ha logrado, en estos años, alfabetizar a 800 mil baiamos (con 2.2 millones, era el estado con mayor número de analfabetos), así como la construcción de unas 120 mil viviendas (para paliar un déficit de medio millón).

En Bahía hay un millón 600 mil beneficiarios del programa Bolsa Familia. Los recursos que esas familias reciben equivalen, informa Almeida, a diez por ciento del presupuesto del gobierno estatal.

La gente no pasa más hambre, además de que se activa la economía local, porque esos recursos van a los pequeños comercios, dice Almeida.

Así que Bolsa Familia, la expansión del crédito popular y el incremento del salario mínimo fueron las claves de la recuperación de la economía por medio del fortalecimiento de un mercado interno de consumo de masas, según afirma André Singer, vocero de Lula en su primer mandato.

Ese logro, sigue Singer, estuvo marcado por la llegada, en 2006, de Guido Mantega a la secretaría de Hacienda. Ese año, el salario mínimo tuvo un incremento de 14 por ciento. A lo largo del segundo mandato de Lula, la revalorización del salario mínimo llego a 31 por ciento. Ese incremento tuvo un gran significado para el nordeste, porque cerca de la mitad de los trabajadores brasileños que ganan hasta un salario mínimo viven en la región.

¿A dónde llega con esos números el Brasil de Lula y Dilma? Dado que, como dice Garfias, el punto de partida es muy bajo, en materia salarial, por ejemplo, en 2009 apenas se llegó a una condición similar de las de mediados de los 60 del siglo pasado.

Con todo, según un estudio de la Fundación Getulio Vargas, durante la gestión de Lula salieron de la miseria 30 millones de personas (esto es, su ingreso mensual se ubicó por encima de los 137 reales).

Buena parte de los electores de Dilma Rousseff fueron esos brasileños de la nueva clase C, aunque en muchos lugares del noreste no firmaron un cheque en blanco. Por ejemplo, en el municipio de Moema, la candidata del Partido Verde, Marina Silva, obtuvo 30 por ciento de los votos en la primera vuelta.

En el segundo turno, sin embargo, los electores de Itinga volvieron al redil del PT, y le dieron a Dilma 71 por ciento de los votos.