Opinión
Ver día anteriorMiércoles 27 de octubre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Marmolejo, Camaney y la salsa

M

e invitaron a una comida en casa de Marmolejo, hermano de mi recordado amigo Camay, y la pasé de aquellita, ya que la jama estuvo deliciosa y tuve la oportunidad de escuchar música llena de sabrosura. Entre lo que puso Camaney estuvo una versión de Don Toribio Carambola, con Laíto y la Sonora Matancera, que no conocía y me encantó. Realmente fue una verdadera sorpresa, ya que esta grabación fue anterior a la de Peret.

Asimismo, me encontré con un grupo de aficionados al son cubano, verdaderos diletantes del mismo, pero sin alardes. Expresamos nuestras opiniones y preferencias sin llegar a la discusión; parodiando a Luis G. Basurto, cada quien su son. Aparecieron en la conversación personajes que éste, su enkobio, considera pilares y contribuyeron al sostenimiento del son en tiempos difíciles, cuando era vilipendiado y considerado propio del arrabal.

Cuando llegué al ambiente sonero en 1949 pude darme cuenta de la calidad de los soneros mexicanos, así como de los cubanos que se encontraban en México. Las grabaciones que llegaban de la cuatro (léase Cuba) eran para gozarse. Por desgracia la mayoría aún queda en el anonimato pero los que estuvimos en esa comida los recordamos con cariño.

Aquí hago un paréntesis para decirle, mi asere, que Felipe Sánchez Cámara, conocido como Pipo –como en el ambiente taurino, éste su nagüe, lo considera gran aficionado práctico–, desde aquella época ya estaba envenenado de son y lo practicaba con gran entusiasmo. Llegó a presentarse en tés danzantes en El Círculo Veracruzano, al que llevaba grupos con elementos de la talla de Eduardo Periquet, Eutimio Constantín, Carlitos Centella y Enrique Fisher, éste último de ascendencia alemana que no leía música, pero interpretaba el son con propiedad y gran sabor, palabra indispensable para destacar entre los verdaderos soneros, aunque no sean virtuosos en lo académico.

Volviendo con esta reunión, se recordó a Pepe Bustos, pianista de enorme calidad entre otros dignos de recordar, como Luis Lozano, integrante de Los Diablos del Trópico, Daniel de la Vega, Memo Salamanca y muchos más que, prometo, irán apareciendo si el alka-seltser me permite. Pero, aquí les voy con los cantantes que, dicho sin ofender respecto a los actuales, me hacían sentir mariposas en el estómago.

Empezaré con los dos que grabaron con Benny Moré. El primero, que conocí y al que le hice coro, puedo decir que es un figurón e ídolo en Venezuela y Colombia, lo que pude comprobar personalmente, es conocido como Tony Camargo. El segundo, Lalo Montané, con quien hice coro en muchas grabaciones para diferentes cantantes y orquestas, lo pude admirar como integrante de la orquesta de Arturo Núñez, cuando la formaban personas de la calidad de Yeyo Tamayo, Che Toledano, Jarocho Sandoval, Nacho Soriano, Chato Marcelino, Emilio B. Rosado, Domingo Vernier Mango y que me perdonen los que me faltaron.

Esto fue antes del regreso de Tijuana de La voz de oro de Cuba, como anunciaban en México a Bartolomé Maximiliano Moré. Mientras, Tony Camargo estaba con Chucho Rodríguez, así como elementos como Toño Mezcalilla, Ricardo El Cerillo, Germán Basulto, Toño El Ojón, El Siete, etcétera. Esta orquesta, a la que llamaban la academia, en su dotación ya utilizaba dos trombones y un sax barítono. Con la incorporación de Luis González Pérez, El Viejo, empezó Chucho a acrecentar su repertorio con arreglos y transcripciones realizados por el primero. Una es la versión de Cinturita, grabada por Benny Moré que, en mi opinión, tiene una calidad fuera de serie. No soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, pero superar lo que hubo en el ambiente sonero creo que será sumamente difícil.

Cayeron en mis manos dos libros muy interesantes: uno titulado La salsa, escrito por José Arteaga, por medio del cual me enteré de cosas que sucedieron en Colombia. Aunque hay detalles que no comparto, como lo del jala-jala, en su mayoría estoy de acuerdo.

El otro libro, escrito por el Dr. Olavo Alén Rodríguez, se llama De lo afrocubano a la salsa, y le serviría a los nuevos interesados en esta música para enterarse de sus antecedentes, complejos genéricos: el son, la rumba, el danzón y el punto guajiro, etcétera. Además, trae dos casets con ejemplos musicales interpretados por grupos muy buenos, como el Conjunto Folklórico Nacional, Carlos Embale y el Septeto Nacional, Orquesta Aragón, sin faltar Benny Moré, El Guayabero, Omara Portuondo, Grupo Afrocuba y muchos más.

También, saber del nengón y otros ritmos para que no les digan ni les cuenten, porque seguro les mienten, les recomiendo los busquen y no caigan en las garras de uno que otro seudosabio con ansia de protagonismo. Quiero dejar muy claro que no desconozco que la salsa ha servido para que la música que adoro se popularice y esté regada por el orbe, pero no es un ritmo. Puede ser sinónimo de sabor, jícamo, saoco, estado de ánimo, inclusive, una época, pero sigue utilizando los mismos elementos que se emplean en un número de son y aquí van: introducción, tema o canción, montuno, mambo –la moña no es más que un segundo mambo–, se vuelve al montuno y se termina con la coda. En muchos casos se finaliza con el montuno, así que ¿dónde está la diferencia o lo nuevo? ¡Vale!