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Adiós a un maestro generoso
Katz en primera persona
 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de octubre de 2010, p. 6

Fue hace 11 meses, para la edición del 20 de noviembre de 2009, pero las declaraciones de Friedrich Katz en entrevista con La Jornada resuenan como si hubieran sido para hoy. Debido a la cada vez mayor desigualdad social, en México existe el riego de una revolución, como la iniciada en 1910.

Sin embargo, apuntaba el historiador austriaco-mexicano, hoy se pueden cambiar las cosas mediante las elecciones. Además, decía, para que haya una revolución debe existir un proyecto alternativo, y no he visto hasta ahora uno que pueda rescatar al país rápidamente de la miseria.

Para Katz una revolución no muere; sólo se transforma. Por eso agregaba que la Revolución Mexicana, si bien no fue derrotada, a partir de 1940 comenzó a hacer concesiones a las nuevas aristocracias, surgidas del mismo movimiento armado y que sustituían a los grandes hacendados porfiristas.

Uno de los aspectos más importantes que permanecen de una revolución es el proyecto. No es coincidencia que innumerables organizaciones populares se llamen Villa, Zapata... Así que el proyecto, el recuerdo, sí tiene una fuerza muy grande.

Villa, Zapata, Marcos

En abril de 1997, en otra entrevista, Katz vinculaba esas dos figuras revolucionarias fundamentales para el país. “Villa fue una de las mayores fuerzas de la Revolución Mexicana, y junto con Zapata, dos de los más grandes revolucionarios del siglo XX.

A diferencia de Mao y Lenin, no fueron intelectuales ni miembros de la clase dirigente o de la burguesía, sino líderes populares. Otra diferencia entre ellos dos: a Leningrado lo rebautizaron devolviéndole su nombre original, San Petersburgo. A Mao lo cuestionaron en la Plaza de Tiananmen. Pero Villa y Zapata no sólo no han sido cuestionados por las nuevas generaciones, sino que son reivindicados.

En esa ocasión Katz hasta comentaba ciertas similitudes entre Villa y el subcomandante Marcos. “Villa reconoció no sólo la lucha armada sino la necesidad de desarrollar una lucha política. Y aunque a diferencia de Marcos, Villa no era intelectual, tuvo en su momento el mismo sentido de las relaciones públicas en su lucha política.” Esto último sobre todo en relación con el manejo mediático de ambos dirigentes.

–¿Cuál es su percepción sobre el empeño de la clase gubernamental en querer festejar el centenario de la Revolución, no obstante que varios de sus postulados se mantienen incumplidos? –se le preguntaba en la entrevista de noviembre de 2009.

–Significa que la Revolución todavía tiene mucha vigencia en México, y por eso el gobierno, lo quiera o no, debe respetar esa vigencia en la mente popular.

En noviembre de 2008, en otra entrevista con este diario, Katz hablaba del problema del narcotráfico, el cual no sabría cómo resolver, pero apuntaba: No conozco precedente, excepto en la historia de Colombia, sobre cómo resolverlo, pues hay enormes discrepancias. La solución no depende principal ni exclusivamente de México. El mercado principal para las drogas es Estados Unidos, y en tanto no haya un cambio en ese país, será muy difícil resolverlo.

También hablaba de los procesos de cambio en países de América Latina. “Es muy raro para mí, e incluso representa una contradicción muy interesante, que bajo uno de los peores gobiernos que ha tenido Estados Unidos, el de George W. Bush, en América Latina se hayan podido establecer regímenes de izquierda sin que ese país buscara intervenir.

No es que Bush se haya vuelto izquierdista, sino que estuvo tan involucrado en Medio Oriente que no tuvo el poder de hacer nada aquí. Siempre que Estados Unidos ha estado involucrado en otra parte del mundo, en América Latina ha habido una tremenda posibilidad de cambio.

La historia, narración sencilla

El 14 de octubre de 2006, en otra entrevista en estas páginas, Katz compartía su visión del trabajo de historiador: Siempre me ha fascinado la historia de los de abajo y esto no va a cambiar nunca, porque ha sido un factor decisivo en mi comprensión histórica. Agregaba sobre cuestiones de forma: No siempre soy muy bueno en fechas. Mi idea de la historia es escribir una que la gente entienda, no sólo fechas sino un vocabulario normal que cualquier persona pueda leer sin tener un vocabulario complejísimo, con tipos de frases que sólo los iniciados entienden. Ese no es el sentido de la historia. Uno debe escribir para un público amplio, proponer una historia analítica, sí, pero también narrativa.

En su niñez y adolescencia leía libros de historia como novelas de aventuras, porque la historia de México es tan rica, de movimientos populares, de un pueblo que no se deja. Pienso, por ejemplo, en la Independencia: en América del Sur y en México hubo un gran movimiento independentista, pero sólo aquí fue también una revolución social. Los movimientos de Bolívar y San Martín en América del Sur no tenían nada de similar con la revolución social de Hidalgo y Morelos.

Su vida y la historia

También en ese 2006 Katz daba luces acerca del profundo vínculo entre su pasión por la historia y su vida, a lo largo de toda su existencia, concluida este 16 de octubre de 2010: “Siempre tuve pasión por la historia. Había motivos obvios: primero, mi padre era historiador y, segundo, yo viví la historia más bien desde su lado negativo, en el sentido de que soy austriaco, pero a la edad de tres años nos fuimos a Berlín, donde mi padre era periodista y una de sus especialidades era escribir artículos satíricos contra Hitler. Cuando los nazis llegaron al poder vino la policía a nuestra casa a buscarlo y, por fortuna no lo encontraron.

Tuvimos que huir a Francia, donde comencé una vida de exiliado. En 1938 nos echaron de ese país, como sucedió con muchos refugiados. Fuimos a Estados Unidos y tuve que readaptarme, pero no conseguimos visa permanente, y llegué a México. Fuimos una familia muy perseguida por la historia.

Por eso Friedrich Katz hacía, como en otras ocasiones, un reconocimiento al general Lázaro Cárdenas, presidente de México entre 1934 y 1940. Un hombre al que hasta el final de mi vida manifestaré un profundo agradecimiento porque salvó mi vida y la de mis padres.