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Rousseff prefiere dar la vuelta a su postura sobre el aborto, que le hizo perder 2 puntos

Logros de Cardoso y Lula, ejes de campaña para segunda ronda en Brasil

El ex presidente Itamar Franco exige a José Serra, del PSDB, ideas propias y menos marketing

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Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores a la presidencia de Brasil, recorrió ayer Duque de Caxias acompañada de Sergio Cabral, gobernador relecto de Río de Janeiro, del Partido Movimiento Democrático BrasileñoFoto Ap
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Periódico La Jornada
Jueves 7 de octubre de 2010, p. 18

Río de Janeiro, 6 de octubre. A principios del año pasado, los medios de Brasil destacaron una noticia terrible: una niña de nueve años, violada por su padrastro y embarazada de gemelos, fue sometida a un aborto en una clínica pública de Pernambuco. Los médicos habían determinado que, en su caso, se cumplían las dos excepciones de la ley brasileña: la vida de la pequeña madre estaba en peligro y el embarazo era producto de estupro.

La reacción de la Iglesia católica, representada en el caso por el arzobispo de Recife y Olinda, José Cardoso, no dejó lugar a dudas sobre hasta dónde llega la jerarquía brasileña en su defensa de la vida: excomulgó a los médicos y familiares de la niña, con excepción del padrastro, quien abusaba de la menor desde que ésta tenía seis años. Consideramos ilícito poner fin a una vida para salvar otra., selló el episodio el jerarca católico.

Si se considera el caso anterior, no le fue tan mal a Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores (PT) y del presidente Lula a la presidencia de Brasil. La guerra en su contra, por su apoyo a la despenalización del aborto –del que se desdijo en campaña– le costó sólo dos puntos en la primera vuelta electoral, según algunas encuestas.

Pero aunque Rousseff quisiera cerrar ese capítulo, los sectores más conservadores de las iglesias (la católica y las numerosas evangélicas) no la van a soltar de aquí al 31 de octubre, fecha de la segunda vuelta electoral.

Ahora, además, tienen como invaluable aliado a José Serra, el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña y contendiente de Rousseff.

Encuentro con los aliados

Reunido con la plana mayor de sus aliados, un día después de que Rousseff y Lula hicieran lo mismo, Serra acusa a su adversaria de querer enrollar a los electores y de faltarles al respeto al mudar su postura respecto del aborto.

Nunca he dicho que el MST (Movimiento de los Trabajadores sin Tierra) me gusta, porque no me gusta. Yo nunca dije que estaba a favor del aborto porque estoy en contra, dice Serra, quien se refiere a una declaración de Dilma Rousseff, ofrecida en 2007 y repetida por los medios brasileños hasta el hartazgo, donde la entonces ministra plantea que el aborto es un asunto de salud pública. Tanto Rousseff como Lula –quien también en algunas ocasiones se mostró favorable a la despenalización– han preferido darle la vuelta para no seguir desatando la ira de curas y pastores.

Según la organización no gubernamental IPAS Brasil, más de un millón de brasileñas abortan al año. Gran parte de ellas, especialmente las más pobres, ponen en riesgo su salud e incluso sus vidas.

Parte de ellas ha dejado de abortar porque el ministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso, de nombre José Serra, no hizo nada para evitar que la red de salud pública de Brasil siguiera distribuyendo la llamada píldora del día siguiente.

Pero, extrañamente, al mejor ministro de Salud que ha tenido Brasil no le han caído a sermones y videos siniestros en Internet, pese a que el aborto con píldora también es un crimen. ¿O no fue la Iglesia católica la que dijo eso?

Claro, él no apoyó el aborto de Pernambuco.

Más proselitismo

Los dos finalistas están de nuevo en campaña.

Dilma Rousseff amaneció el lunes pasado en una reunión tras otra con la plana mayor de la alianza de la que es candidata. A la cabeza de esas reuniones, claro, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva.

En esas citas se trazaron los ejes de la campaña que ya empezó a correr. El primero, convertir en el principal tema la comparación entre los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y Lula.

Para ponerlo rápido, se toman los datos de Carta Maior: Lula, 15 millones de empleos; Cardoso, 5 millones. Y otra: Ellos (o sea, los tucanos Cardoso y Serra) querían que Petrobras se llamara Petrobrax. Y por ahí se va a seguir al infinito, hasta el 31 de octubre.

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José Serra, quien se reunió ayer con la plana mayor de sus aliados para fijar la estrategia de campaña para la segunda vuelta electoral del día 31Foto Reuters

El segundo eje de la candidata lulista es echar mano de los mandatarios estatales ganadores (relectos o electos) para mostrar una maquinaria ganadora, así como ofrecer al elector la posibilidad de colaboración estrecha entre su gobernadores y el gobierno federal.

En esa línea, Rousseff realiza el primer acto callejero de la segunda vuelta. Un recorrido en auto descubierto por las calles de la Baixa Fluminense, como se conoce a la zona conurbada de Río de Janeiro, compuesta por varios municipios donde hay carencias de servicios y graves problemas de inseguridad.

Rousseff ofrece agua y drenaje, pero sobre todo se monta en el programa del relecto gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral (del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB), quien se ha hecho célebre en el país por la creación de las Unidades de Pacificación Policial que, dicen, han logrado que las fuerzas de seguridad pública entren por vez primera, sin balazos por delante, a muchas favelas. Cabral la acompaña en el recorrido que se interrumpe antes de completar los 20 kilómetros planeados, por problemas de tráfico.

Regaño al candidato

Serra muestra su maquinaria en Brasilia. Al centro de los jefes de los seis partidos que conforman su coalición, el candidato del PSDB saca del ataúd al muerto que no quiso durante la primera vuelta: se deshace en elogios a la gestión de Fernando Henrique Cardoso. Dice, por ejemplo, que fue el ex presidente quien con su Plan Real logró contener la inflación y abrió un espacio de dignidad, de decoro en la vida pública, que no se había tenido hasta entonces.

El ex presidente Itamar Franco, quien hizo candidato a Cardoso, es el encargado del regaño. Dice que el candidato del PSDB debe cambiar su discurso y “ser más Serra y menos producto del marketing”.

O más Cardoso, querrá decir.

Mientras se afinan los rumbos de la nueva batalla –que en realidad es vieja, porque estamos frente a Lula versus Cardoso– Serra elogia de nuevo a la hasta ahora inalcanzable Marina Silva, la candidata del Partido Verde que sorprendió a todos con su 20 por ciento de los votos. Es íntegra, contribuyó mucho a la democracia.

El viernes comienza de nuevo la campaña en televisión. En la primera ronda Dilma Rousseff llevó ventaja porque, siendo candidata de diez partidos, tenía más tiempo en la pantalla. Ahora los tiempos serán iguales.

Rousseff tendrá otra vez a Lula en las pantallas llamando a votar por su candidata. Ahora no puede hacer nada, pero Serra ya promete una reforma para evitar que los presidentes de la República puedan hacer campaña electoral.

Si llegase a ganar el segundo turno, es posible que se la hagan efectiva.

Ya pulidos los números del pasado domingo, el frente lulista tiene 311 de 513 lugares en la Cámara de Diputados. En ese órgano, la bancada del PT será la más grande.

En el Senado, ese partido dobló su número de bancas. Con sus aliados, se llevó 40 de los 54 lugares disputados.

En caso de ganar, Dilma Rousseff tendrá una supremacía con la que su creador apenas podía soñar, editorializa hoy O Estado de Sao Paulo, el periódico que en la recta final de la campaña hizo explícito su respaldo a Serra.

En caso de ser electa, sigue el editorial, existe el peligro de que usaría su mayoría para aplastar a la oposición en las dos cámaras.

¿Y qué tal en Pernambuco? Ahí donde médicos y familiares fueron excomulgados, en el pobre nordeste brasileño, la candidata Rousseff se despachó 70 por ciento de los votos en la primera vuelta. ¿Existe, entonces, el factor aborto?