Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de septiembre de 2010 Num: 812

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Pedro Infante y el revolucionario romántico
MIRIAM JIMÉNEZ

Los dioses de Berlín Alexanderplatz
LOREL HERNÁNDEZ

La visita cariñosa de la Patria
ALEJANDRO ARTEAGA

La literatura del narcotráfico
ORLANDO ORTIZ

Los papeles del narco
JORGE MOCH

El Museo del Gordo y el Flaco
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
Galería
ADRIANA DEL MORAL

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Germaine Gómez Haro

Rostros mayas: la belleza divinizada

A Felipe Solís, in memoriam

Las máscaras han formado parte del lenguaje simbólico de nuestra cultura desde su aparición en Mesoamérica a principios del Preclásico temprano y se han perpetuado hasta nuestros días en las ceremonias rituales de numerosas comunidades indígenas. Se sabe que en la época prehispánica gobernantes, guerreros y sacerdotes las utilizaban para adquirir la identidad del personaje representado en ellas, que era normalmente una deidad, es decir, a través de la máscara el portador personificaba a algún dios. En el caso de las máscaras funerarias, estos rostros elaborados con la técnica del mosaico encerraban un profundo y complejo simbolismo ritual, desde los materiales empleados hasta su composición en el conjunto de la ofrenda. Los materiales más preciados para su realización fueron el jade, la concha, el caracol, la obsidiana y la hematita durante el período clásico, y la amazonita y turquesa a partir del clásico tardío, componentes muy preciados por estar íntimamente ligados a los reinos sobrenaturales. El jade, escribe Sofía Martínez del Campo Lanz, “era considerado como un elemento análogo al cielo y al mar primordial, fuentes primigenias de vida en las que habitaban los dioses creadores en su dualidad celeste y acuática. Estas piedras tenían además connotaciones de permanencia, humedad y fertilidad, renovación y renacimiento, aliento y esencia vital y, junto con los caracoles marinos y las conchas, simbolizaban los umbrales de comunicación esencial entre los tres planos del cosmos”. Aunado a su connotación sagrada, la belleza de este mineral inspiró al artista prehispánico para la realización de algunas de las creaciones más sorprendentes de nuestro patrimonio antiguo.

En el Museo de Antropología se presenta la imponente exposición Rostros de la divinidad. Los mosaicos mayas de piedra verde, que reúne por primera y única vez un conjunto de trece máscaras de mosaico de piedra verde, un pectoral zoomorfo de mosaico de concha y tres ajuares de jade y concha con los que fueron sepultados los gobernantes de las ciudades mayas de Palenque, Calakmul, Oxkintok, Dzibanché y La Rovirosa. Se reconstruyen los sepulcros de seis mandatarios en una museografía muy bien lograda donde se pueden apreciar las convenciones de ese ritual fundamental: el cuerpo del personaje totalmente recubierto de cinabrio aparece recostado en la fosa, rodeado de la suntuosa ofrenda mortuoria que lo acompañaba en su tránsito al inframundo. Ya habíamos visto anteriormente la reconstrucción de la tumba de Pakal, señor de Palenque, en la Sala Maya de este museo, pero en esta ocasión se presenta una nueva versión de ésta, en un montaje mucho más espectacular, junto con las de los otros dignatarios, resultado del Proyecto Máscaras Funerarias encabezado por la restauradora Martínez del Campo Lanz, a través del cual, a lo largo de diez años, diversos especialistas del inah han llevado a cabo un profundo trabajo de investigación, restauración y conservación de estas piezas que ha arrojado nuevas interpretaciones de las imágenes y su sentido ritual dentro del contexto del período clásico maya.

La exposición está integrada por una espléndida selección de 147 objetos entre las ofrendas funerarias, estelas conmemorativas, dinteles, esculturas y mascarones en piedra y estuco, figurillas, vasos y vasijas cerámicas, joyería, objetos asociados a los gobernantes cuyos enterramientos conforman la parte central de la muestra. Uno de los más hermosos ajuares –además del portentoso señor Pakal– es el de la tumba de Calakmul, descubierta en la década de los ochenta y cuyas ofrendas encontradas en diferentes estructuras constan de más de 2 mil objetos de jade, piezas cerámicas de una finísima calidad, pectorales y cinturones de una belleza y elegancia sublimes, y un singular tapete funerario bordado con 7 mil 928 semillas y caracoles de diversas especies, que fue colocado al lado izquierdo del dignatario y en dirección oriente, para proporcionarle el umbral de ascenso desde el inframundo.

El recorrido de la muestra resulta algo intrincado debido al espacio restringido de la sala de exposiciones temporales, pero el soporte didáctico que la enmarca es muy valioso y llamó mi atención la participación del cuantioso público que gratamente encontré en mi visita dominical. Si acaso cabe mencionar que resultan excesivos los montajes fotográficos de las zonas mayas, pero la museografía y curaduría son impecables. Felicidades al inah por este imprescindible proyecto.