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¿Quiénes fueron los más infames en la conquista de los mexicas?, plantea la obra de Graun

La polémica enmarca el estreno madrileño de la ópera Montezuma

Claudio Valdés Kuri, director escénico, hace guiños a circunstancias actuales de México

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Escena de la ópera MontezumaFoto Javier del Real
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Escena de la ópera MontezumaFoto Javier del Real
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 18 de septiembre de 2010, p. 3

Madrid, 17 de septiembre. La polémica enmarcó el estreno en Madrid de la ópera Montezuma, del compositor barroco alemán Carl Henrich Graun.

La conquista y el origen de México en toda su crudeza es la temática plasmada en esa obra, así como la intensidad y el atrevimiento de la propuesta estética por el mostrar sin ambages lo que fue aquel episodio histórico: la lascivia, la ambición desmedida y la crueldad de los españoles contra los pueblos amerindios sometidos por el yugo de la espada y de la cruz.

Asimismo, el montaje refleja la impiedad y la severidad del emperador azteca, quien al final es humillado, violado, arrastrado, sometido y escupido.

En ese drama, de tres actos, las preguntas constantes son: ¿quiénes fueron los bárbaros?, ¿qué religión era más infame, la que obligaba a los sacrificios humanos para mantener la comunión con el cosmos o la que bendecía el asesinato masivo y celebraba la imposición de la cruz y el saqueo contra otros pueblos?

Montezuma es una ópera del barroco tardío que se ha representado muy pocas veces desde su estreno en Berlín, efectuado el 6 de enero de 1755. Esta producción de 2010 se hizo con motivo de los fastos del bicentenario de la Independencia de México, mediante apoyos internacionales para sufragar los altos costos de la puesta en escena.

Además del Teatro Real de Madrid, en el proyecto figuran el Festival de Edimburgo –allí se estrenó este verano–, el Theater der Welt, el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato y el Instituto Nacional de Bellas Artes, estos dos últimos de México.

Sangre, vileza y crueldad

La ópera de Graun retoma ese episodio crucial en la historia de México y España. Sin embargo, a diferencia de otros dramas líricos –como Motezuma, de Vivaldi, o The Indian Queen, de John Dryden– la figura de Hernán Cortés y de los conquistadores españoles no es la de los valerosos guerreros y aventureros que descubren un nuevo mundo y llevan ahí la civilización, la lengua y la religión.

En contraste, en Montezuma –cuyo libreto fue escrito por Federico II de Prusia–, durante la conquista de México hubo mucha sangre, vileza y crueldad. Mientras el libreto de Vivaldi sobre el enfrentamiento de Moctezuma con Cortés se inspiró en La historia de la conquista de México, de Antonio Solís, Graun optó por sustentar su drama en el libro de Voltaire, Alzire: ou Les Américains.

“Detrás de esa barbarie se encuentra no sólo una pasión militar y una determinada filosofía política, sino también una religión: el catolicismo. Siendo Federico II un decidido defensor de la libertad de culto, no es de extrañar que el problema religioso figure como tema central de esa ópera, y en particular a partir del final del segundo acto, cuando Montezuma cae en poder de los españoles.

“Utilizando un argumento clásico en los debates sobre la legitimidad de la conquista, los sacrificios humanos son esgrimidos por Cortés como una de las razones que lo llevan a traicionar la cortesía que le había mostrado el emperador mexica y a utilizar la fuerza para obligarlo a él y a su pueblo a convertirse al cristianismo.

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Escena de la ópera Montezuma, que se presenta en la capital españolaFoto Javier del Real

Dicho argumento es sin embargo minimizado por Federico II y rápidamente remplazado por una discusión sobre lo que debe ser la verdadera religión, explicó el crítico José Ramón Jouve Martín.

Montezuma tiene además dos aportaciones cruciales en esta producción: la musical y la dramática. En la primera participó el músico argentino Gabriel Garrido, quien contó con la orquesta de instrumentos originales Concerto Elyma, radicada en Ginebra, y del Coro de Ciertos Habitantes. La dirección de escena recayó en Claudio Valdés Kuri lo que, sin duda, desató más la polémica.

En relación con el tipo de música de la ópera, el propio Garrido explicó que la composición de esta ópera seria requiere de un acompañamiento musical típico del barroco tardío que deriva en el rococó, para lo que se utilizan otros instrumentos de viento: dos trompas, incorporadas al estilo galante; dos fagots, dos flautas traversas y dos oboes.

En el libreto original se incluyen el laúd, la viola da gamba y los clavicémbalos. Los protagonistas, Montezuma y Cortés, están pensados para castratis, así que en esta producción son interpretados por dos contratenores: Flavio Oliver y Adrián Popescu, respectivamente.

Garrido y Valdés Kuri decidieron acortar la ópera, que en el libreto original dura cuatro horas y en esta producción sólo dos y media. La parte que más sufrió los cortes fue en la que tenía mayor participación el personaje de Eupaforosi, imaginaria reina de Tlaxcala que está enamorada de Montezuma y es deseada por Cortés.

De Madrid al Cervantino

Durante la ópera, Valdés Kuri hace guiños constantes a la situación actual de México y su capital. Hay escenas en las que aparecen de repente ambulantes que venden camisetas-souvenirs de la Gran Tenochtitlán.

La intervención del dramaturgo mexicano se nota más es el tercer acto y el final de la ópera, en el que se ve a un grupo de personajes cotidianos y actuales desde el narco hasta el yuppie que, entre todos, intentan devorar con ansiedad la bandera y acaban haciéndola trizas.

Más de la mitad del público aplaudió de manera intensa la representación en el Teatro Canal, entre ellos el director musical del Teatro Real, el belga Gérard Mortier, uno de los impulsores del montaje y de esa forma de entender la ópera.

Así lo subrayó Mortier durante la presentación del programa, el primero que realiza en Madrid desde que dejó la Ópera de París.

Otras personas del público, quizá porque vieron en los personajes españoles la lascivia, la voracidad y la crueldad, se fueron indignados.

Montezuma será escenificada en México dentro del Festival Internacional Cervantino.