Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de julio de 2010 Num: 801

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El águila y el escorpión
AUGUSTO ISLA

Dos estampas
MAURICIO QUINTERO

De princesas promiscuas
y malhabladas

ADRIANA DEL MORAL

Un intercambio con
Alejandro Aura

JULIO TRUJILLO

“Vivir no fue cumplir un requisito”
EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN

Kapuscinski con un fusil
al hombro

MACIEK WISNIEWSKI

Agua estancada déjala correr
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con MARYSOLE WÖNER BAZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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con Marysole Wöner Baz

Agua estancada déjala correr

Raúl Olvera Mijares

Cada quien debe encontrar su propio paisaje interior, su forma y su decir. Un artista tiene que encontrar lo que hay en él y analizarlo. Muchas veces yendo por el camino nos estancamos en una ciénaga y no podemos salir, pero tienes que ver todo lo que hay ahí, plasmarlo, y luego encontrar el camino
M.W.B.

Al salir de su estudio, la pintora me ordenó que me detuviera y me quedara inmóvil donde me encontraba. Ella se adelantó un poco y empezó a forcejear con unos marcos. Cuando iba a levantarme a ofrecer una mano, estaba sentado en el piso sobre una grada, la reducida y compacta artista había logrado someter su obra, hacerla obedecer y mostrarse en toda su lozanía. Se trata de la serie más reciente de cuadros: agua corriente, agua estancada, agua que se cuelga entre los pilotes que alguna vez sostuvieron un embarcadero, agua rojiza de crepúsculo, agua verde de laguna y agua azul de mar. Otra vez el impresionismo paisajístico aunque con nuevos matices, con nuevos grados de abstracción, que en algo recuerdan los grandes formatos de Miquel Barceló. Marysole Wörner Baz es una artista viva. Sigue produciendo con la misma fuerza y prolijidad que la han caracterizado toda su vida. Su obra es una alabanza ante el milagro de dar vida y la posibilidad de imitarlo, de reproducirlo con medios humanos. Aún hoy, a sus setenta años, la artista no ceja en semejante tentativa. Cuando se la ve de cerca y se comparte su vida de todos los días, uno tiene la impresión que el trabajo doméstico y las curas cotidianas han absorbido toda su energía. Es verdad, Marysole cocina, va y viene, conduce su vieja vanette, habla por teléfono, consuela a un amigo, se preocupa por las pécoras perdidas y ahora encontradas, que son los miembros del Grupo Cabañas de Alcohólicos Anónimos, pero se da tiempo para todo y, como ha desarrollado una técnica sumamente veloz para pintar, acaba un cuadro en un día. El amor al arte lleva al amor hacia la naturaleza. Sólo la edad y las buenas intenciones decantan dicha actitud en el creador. Marysole Wörner Baz, a título doble, es una gran artista y un gran ser humano, un binomio nada común en un mundo donde lo importante no es ser sino figurar.

Marysole, sabemos que algo se está fraguando en tu taller en este momento.

Pues me entró la inquietud del agua. El agua es algo lleno de transparencia, lleno de tranquilidad, lleno de luz. Un charco sencillamente, de ésos donde existen colonias enteras de insectos, de larvas, es un mundo de vida. El agua siempre ha sido vida, bajo todos los aspectos. El tema del agua me interesa. En Bellas Artes hice una exposición, Días de lluvia se llamó. Terminó la muestra quedándoseme mucho en el tintero. Cuando me meto en un tema no dejo de pintarlo sino hasta que ya no queda más. En aquel tiempo, creo, fueron como sesenta obras. Ahora no hablo de ese número, aunque sí podrían ser de veinticinco a treinta. Estoy manejando todos los formatos –chico, mediano, el más grande que tengo es de dos metros por uno.

–Veo también que estás dando talleres aquí en tu casa, en las Cabañas de Tepotzotlán.

–Sí, los talleres de la Casa de Adobe. Así la llamo porque mi casa es de eso, está hecha de adobe. Es muy bonita. El adobe es sumamente escultórico. A veces te agarra y no te suelta, se integra a toda la naturaleza. Yo vivo aquí, en un rincón abierto donde el aire circula, las nubes pasan, donde hay horizonte y nada detiene la vista, un lugar privilegiado. Por casualidad llegué y aquí vivo. Es un fraccionamiento popular que Antonio Clavillazo Espino hizo y fue un fracaso para él, pero un gran acierto para todos los que pudimos comprar aquí y construir. Fue un fracaso porque aquí vivimos cien familias, y es decir mucho para un fraccionamiento que está hecho para muchísima gente más.

–Si esta propiedad es tuya y si tienes la voluntad de enseñar, se podría pensar en otras formas de docencia, que tuvieras alumnos todo el verano, que vinieran aquí a aprender a esculpir, a pintar.

–Para todo eso se necesita dinero y yo no lo tengo. En apariencia, porque vivo en este lugar la gente cree que lo tengo. El metro cuadrado por aquí todavía es muy barato. Es un paraíso. Estoy agradecida a la vida por vivir aquí, pero efectivamente me gustaría dejar más, ofrecer más facilidades a la gente que viene. Quisiera enseñar escultura en un terreno que está al lado de mi casa, bajar a la barranca, traer cosas para que la gente trabaje. Subir cosas de allá, no un árbol, por supuesto, pero sí piedras. Jamás hemos cortado árboles vivos. Además, tallar en madera fresca es un albur: se rompe, se astilla, no es debido. Me gustaría pedir a Bellas Artes, porque siento que lo merezco, para presentar una retrospectiva en la Sala Nacional. He expuesto dos veces en Bellas Artes, una en el Museo de Arte Moderno, en realidad, dos. Aunque la segunda fue con toda mi familia, porque vengo de una familia de artistas. Mi tío Emilio, mi tío Ben-Hur, mi hermano, mi madre. Originalmente iba a ser una exposición individual mía pero la cambiamos. Ahora que lo digo y lo pienso me gustaría hacer cuadros grandes. Lo máximo que he hecho en paisajes es un cuadro de esta serie, Agua, de dos metros por uno, o bien este otro que se llama Estacas y es el primero de la serie. Es un cuadro tranquilo. Es extraño, pero en el momento en que lo pinté había mucha paz en mí. Es extraño porque, aunque parezco una gente muy tranquila, no lo soy. Ese cuadro refleja una paz, una tranquilidad que estoy lejos de tener. Sin embargo, ahí está. Ese cuadro me invitó a perseguir el agua, a seguir su cauce. Como te dije, estoy enamorada de la laguna; cada vez que paso por ahí me la quiero comer entera. La veo a través de muchas cosas. Claro, estas estacas podrían estar en el mar, podrían estar en una laguna. Es un cuadro que se reduce a tranquilidad.