Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de julio de 2010 Num: 801

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El águila y el escorpión
AUGUSTO ISLA

Dos estampas
MAURICIO QUINTERO

De princesas promiscuas
y malhabladas

ADRIANA DEL MORAL

Un intercambio con
Alejandro Aura

JULIO TRUJILLO

“Vivir no fue cumplir un requisito”
EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN

Kapuscinski con un fusil
al hombro

MACIEK WISNIEWSKI

Agua estancada déjala correr
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con MARYSOLE WÖNER BAZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Foto: Roberto García Ortiz/
archivo La Jornada

El águila y el escorpión

Augusto Isla

Mientras comíamos en un restaurante del sur de Ciudad de México, un hombre se acerca a Carlos y le pide un autógrafo para su hija, una adolescente que lo admira. Carlos accede y estampa en una servilleta su nombre: un tesoro familiar.

Algo semejante ocurría siempre que nos reuníamos. Supongo que la televisión, con la que tuvo una relación ambigua, contribuyó a hacer de él un icono de inteligencia, de agudeza, de gran consciencia aunque su palabra, ya hablada, ya escrita, no fuera fácilmente legible, pues aparecía envuelta en una retórica personalísima, única, humorística y seria a la vez, a menudo sólo esclarecida por una actitud –ésta sí– inequívocamente libre, crítica, corrosiva y no sé hasta que punto inocua, pues en este país de tan lento progreso moral, llegué a imaginarlo como el revés de un statu quo hambriento de legitimidad, como ese alguien que aunque temido y odiado, la “razón oficial” necesita para su afectado ejercicio, como ese contrapoder que el poder, en su simulacro democrático, convoca para evitar su desolación. Fue el crítico posible más allá del cual se ubica el radicalismo aniquilable. Ni derecha ni izquierda. Tal vez una vanguardia moral y social de cauteloso paso.

Está por demás enlistar las “causas sociales” que su pluma y su praxis favorecieron, invariablemente cercanas a los oprimidos. Ya escribí sobre eso y no quiero repetirlo, amén de que está en la consciencia de todo buen ciudadano mexicano. La multitud que acompañó su féretro de un lugar a otro habla de gratitud, de una grandeza –sobreviviente esperanzada en mitad de la podredumbre– equivalente a la  grandeza suya y que está por encima de esa ironía hiriente y lúdica que no perdonaba a nadie, ni a sus seres más queridos, pues siendo un águila solitaria en el claro ciclo de su genio, era también un escorpión travieso, un niño que nunca dejó de serlo, aventajado, malicioso, vulnerable por ser como era, como le tocó ser, minoría en el seno de una comunidad abrumadoramente católica, prejuiciosa y machista.

No he de presumir que fui su amigo. Para haberlo sido, habría tenido que estar a su altura. Nos vimos durante más de treinta años, de cuando en cuando. Salimos a comer, al cine, a una que otra exposición como aquel homenaje a Jesús Guerrero Galván. Nuestras conversaciones fluían a modo de preguntas y respuestas. Yo preguntaba como quien consulta el oráculo, él respondía sin titubeo. Estaba al tanto de todo: el cine de Von Trier, el pensamiento de Lipovetsky, el último premio Nobel. El tiempo del genio es un milagro.

Nunca podré digerir su muerte. Prefiero pensar, como Paul Veyne, que se fue a vivir lejos por un millón de años. Este solar nuestro tendrá que arreglárselas sin él, sin su voz en el día a día. Acaso leyendo su silencio nos fortaleceremos. Por mi parte, le agradezco los momentos que me concedió su inteligencia “en llamas”, su generosidad fría, pero cordial, pues la ternura la reservó para sus ahora inconsolables gatos.