Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de julio de 2010 Num: 801

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El águila y el escorpión
AUGUSTO ISLA

Dos estampas
MAURICIO QUINTERO

De princesas promiscuas
y malhabladas

ADRIANA DEL MORAL

Un intercambio con
Alejandro Aura

JULIO TRUJILLO

“Vivir no fue cumplir un requisito”
EDUARDO VÁZQUEZ MARTÍN

Kapuscinski con un fusil
al hombro

MACIEK WISNIEWSKI

Agua estancada déjala correr
RAÚL OLVERA MIJARES entrevista con MARYSOLE WÖNER BAZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Marco Antonio Campos

Aguascalientes y López Velarde

El pasado 19 de junio del año que corre el Instituto Cultural de Zacatecas publicó La edad vulnerable: Ramón López Velarde en Aguascalientes, de Sofía Ramírez. En cuanto a información el libro parece definitivo; la veta aguascalentense sobre el joven jerezano, gracias a ella, parece haber dado todo de sí.

Consultando cinco archivos fundamentales de la ciudad, Sofía Ramírez aporta datos y pormenores hasta ahora no muy bien definidos: la familia López Velarde-Berumen se desplaza de Jerez, no por insuficiencia de recursos económicos o pérdida del trabajo del padre, sino porque en el próspero Aguascalientes de entonces tenía mejores o mucho mejores perspectivas (Guadalupe López Velarde, padre de Ramón, trabajó en Aguascalientes como notario público y corredor de bienes raíces); precisa la ubicación y el tiempo de las casas donde López Velarde vivió y las primeras escuelas donde estuvo; da el año exacto en que empezó sus primeras colaboraciones periodísticas en El Observador, periódico propiedad de su “protector, promotor y mecenas” Eduardo J. Correa (1907), y por último, que durante cinco años estudió francés en el Seminario y en el Instituto de Ciencias, y por ende, sabía más del idioma desde adolescente de lo que muchos suponen.

López Velarde admiraba –veneraba– a Manuel José Othón, pero ambas obras son del todo distintas. Sin embargo, algo después de la muerte acabó uniéndolos: los dos tuvieron amigos o cronistas que deformaron o alteraron hechos de su vida. En el caso de Othón, Alfonso Toro y Artemio de Valle Arizpe; en el de López Velarde, Enrique Fernández Ledesma y el cronista aguascalentense Alejandro Topete del Valle. En este libro, Sofía con documentos acaba de dar certeza a puntualizaciones que se han venido haciendo desde hace varios lustros, pero de lo que pocos, por pereza o ignorancia, hacen caso: López Velarde no reprobó jamás la materia de Literatura, ni tampoco –no coinciden las fechas– amistó en el período aguascalentense con Saturnino Herrán y Manuel M. Ponce, y por ende, los tres no pudieron tener reuniones entonces en el Jardín de San Marcos para hablar de la necesidad en México del “arte criollo”. O con palabras del propio López Velarde en un delicioso artículo de recuerdos, al escribir de los amigos que hicieron la revista Bohemio:  “Los cofrades provincialistas llevaban y traían los nombres de Ezequiel A.Chávez, y los de [Jesús] Contreras y de [Manuel M. Ponce]. A Saturnino Herrán no se le mencionaba, porque apenas iba despabilándose en la capital.” Más claro ni el agua. A Herrán y a Ponce los trató hasta Ciudad de México y Herrán no fue sólo su amigo, sino el hermano del alma.


López Velarde a los tres años

López Velarde vive dos lapsos en la ciudad de Aguascalientes: de 1898 a 1900 y de 1902 a 1907. En los dos últimos años del siglo XIX estudia en el Colegio Particular de Niñas de Nuestra Señora de Guadalupe (una escuela mixta –para su dicha– con treinta niñas y siete niños) y, se supone (no hay pruebas), en el Colegio Particular del Señor San José para Varones. Del primer colegio dejó otro deleitoso artículo de recuerdos (“La escuela de Angelita”); del segundo no escribió.

Luego de estar dos años en el Seminario Conciliar y Tridentino de Zacatecas, López Velarde estudia de nuevo en Aguascalientes de 1902 a fines de 1907. Primero, en el Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe, y luego, en el Instituto de Ciencias. Como dice Sofía: son los años primordiales para la formación literaria y la revelación de la escritura: la musa lo llama y le dicta desde 1905 sus primeros poemas, o al menos, los primeros que publica; el fuego de la palabra deseo se le pasa al cuerpo; es miembro de un grupo de amigos, entre quienes se cuentan Pedro de Alba y Enrique Fernández Ledesma, los cuales lo serían –aun lo acompañarían– hasta la hora de su muerte; empieza a soltarse la mano en el periodismo local, y colabora en la revista Bohemio, la única publicación de la cofradía o palomilla o grupo de amigos (la dirigían Fernández Ledesma y De Alba), que al parecer duró nueve números, o doce, según recuerda De Alba.

Luego de la muerte del padre, Ramón y su hermano Jesús se quedan estudiando la universidad en San Luis Potosí –Ramón, abogacía, y Jesús, medicina– y la familia vuelve a Jerez. Los estudios de Ramón y Jesús serían costeados por sus tíos Salvador y Silesio Berumen. Es difícil saber, luego de 1898, y sobre todo luego de 1908, el número de veces que Ramón regresa a su pueblo natal a visitar a la familia materna y a tratar de aproximarse a Fuensanta (Josefa de los Ríos), pero después del deceso del padre, es decir, en los trece años que a él le restan de vida, no hay huella de que volviera una sola vez a Aguascalientes.