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Economía Moral

Homenaje a Bolívar Echeverría (1941-2010) / II

Su debate dolorosamente inconcluso con György Márkus

B

olívar Echeverría participó en la primera presentación del Nº 23 de Desacatos que coordiné, comentando el texto de György Márkus Sobre la posibilidad de una teoría crítica. Su comentario, una vez trascrito y editado, lo traduje al inglés y se lo envié a Márkus, quien escribió una réplica. La contra-réplica que Bolívar me había prometido, no llegará. Enterado de la muerte de Bolívar, Márkus se refirió al debate entre ellos como dolorosamente inconcluso. Es un debate central entre los dos marxistas más importantes del presente y debe difundirse. El comentario de Bolívar, después de una introducción sobre Márkus y la Escuela de Budapest de la que formó parte, empieza señalando en qué está de acuerdo con él (cito con extractos y abreviando el texto por razones de espacio, en ésta y las demás citas):

Sobre la posibilidad de una teoría crítica hace referencia al fundamento de una actitud teórica crítica, las posibilidades de una ciencia crítica. Plantea que el paradigma de la producción, tal como se encuentra desarrollado en el discurso crítico de Marx, no resulta suficiente para aprehender el conjunto de los fenómenos sociales e históricos de nuestra época y que es indispensable reformularlo, incuso de manera radical. Para ello, afirma, lo importante es volver sobre la veta central del discurso crítico de Marx como discurso de la producción, que según él sería la dialéctica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción o, dicho en otros términos, la teoría del progreso. Márkus dice que la teoría crítica de Marx es una teoría del progreso planteada desde una perspectiva que se parece mucho a la de las ciencias naturales, en la cual dicha dialéctica sería como la descripción científica de un proceso orgánico en el que una masa, en principio amorfa, constituida por las fuerzas productivas, se va dando sucesivamente, como lo hacen los crustáceos, caparazones, que serían las relaciones de producción, que primero le ayudan, y después le estorban, para crecer y que, en esa medida, son desechadas una tras otra. Así, habría una especie de sustrato, de sustancia, de esencia humana que estaría permanentemente intentando crecer y progresar y, para ello, se daría relaciones de producción.

Márkus sostiene que la teoría crítica de Marx implica otro nivel diferente de teorización en el que la noción de progreso estaría planteada de una manera diferente. Nos dice, cito: la teoría del progreso humano no es la ciencia positiva de la historia, sólo tiene sentido como parte del esfuerzo histórico práctico para darle a la historia humana el significado de progreso, es decir, para crear condiciones bajo las cuales todos los individuos puedan participar de manera efectiva e igual en las decisiones sobre el marco socio-institucional de sus vidas para vivir mejor de acuerdo con sus propios valores y necesidades. Este planteamiento del progreso no es la constatación de un hecho empírico. No es que el progreso esté allí, sino que la perspectiva crítica intenta construir la coherencia de los datos empíricos en torno a la noción de progreso, proyectando la idea de que todo ocurre para darle un sentido de perfeccionamiento a la esencia humana.

Esta perspectiva implica una posición de valor, sostiene Márkus. La teoría crítica es una teoría valorativa y la elección de valor sólo puede justificarse finalmente en la práctica, al conducir el progreso del género humano. Para Márkus no hay garantías históricas ni de su éxito ni de su fracaso. No se puede decidir a priori si la asociación de productores libres, la sociedad buena, terminará por imponerse sobre su contrario, la sociedad de individuos unidimensionales.

Ésta es una aproximación de Márkus con la que sin duda podemos estar de acuerdo: para el discurso crítico no se trata de atenerse a la empiria. Más bien, conforma una teoría que otorga a esos hechos determinado orden científico en referencia a la historia de la emancipación humana.

Después, y con la misma profundidad, analiza su desacuerdo con Márkus:

Aunque coincido con este planteamiento de Márkus, hay algo que me parece criticable cuando habla del destino de esta teoría en la obra de madurez de Marx. Según él, en El Capital encontraríamos una especie de regresión. Marx se comportaría como si fuera un científico que lee en la empiria el sentido de la historia y descompondría esa totalidad científico crítica que estaba sobre todo en el joven Marx. Por eso, para Márkus, la radicalización del paradigma de la producción implica un retorno al joven Marx, al de los Manuscritos de 1844. Márkus intenta –y ésta es su propuesta de radicalización– fundamentar la validez del discurso crítico conectándolo con lo que podría llamarse la expresión teórica de la existencia, en la realidad empírica, como realidad vivida, de ciertas necesidades radicales. Lo que intenta es re-fundamentar el discurso crítico volviendo a la teoría del individuo como el núcleo del descenso de la necesidad de cambio al plano de la experiencia concreta de la necesidad de la revolución.

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Bolívar EcheverríaFoto María Luisa Severiano

Lo que me parece criticable en la lectura de Márkus de El Capital es que no reconoce la potencialidad del concepto de enajenación presente en esta obra, donde esta apariencia de cientificidad, este intento de parecerse a Darwin, que hay sin duda en Marx, es, para mí, precisamente eso, una apariencia indispensable. Aquí lo que está en juego es aquello que decía Walter Benjamin, que el materialismo histórico tiene siempre la razón, pero ¿por qué? Su respuesta está en su alegoría del jugador automático de ajedrez. Dice: el materialismo histórico es como ese muñeco vistoso que vence a cualquier contrincante en el ajedrez, pero que está él mismo manejado por un enano impresentable, escondido debajo del tablero. Es decir, la virtud del materialismo histórico no está en su apariencia ilustrada, científica, en su capacidad de enfrentarse de tú a tú con los científicos burgueses, de documentar paso a paso empíricamente lo que afirma, que sería justamente la apariencia científica de El Capital, sino, por el contrario, en la teoría de la enajenación que no es presentable en términos científicos ilustrados. Es precisamente esta teoría la que fundamenta la validez del discurso crítico de Marx, del materialismo histórico. En este sentido, la lectura de Márkus de El Capital no atrapa el núcleo de la argumentación de Marx. Para Márkus, este núcleo está en el concepto de contradicción entre fuerzas productivas modernas y relaciones de producción anticuadas, capitalistas.

Sin embargo, una lectura más minuciosa y problematizadora ubica el concepto nuclear de contradicción más bien en la relación entre la forma natural y la forma de valor de la reproducción social. Dicho de otro modo, el concepto nuclear de contradicción es el que se refiere a la contradicción valor-valor de uso. La hipótesis básica de El Capital es la que describe el proceso de producción capitalista como la unidad contradictoria del proceso de trabajo, en su forma natural, y el proceso de valorización, en la cual el primero está actualizado solamente en abstracto, de manera cuantitativa y productivista. Ésta sería la gran contradicción del capitalismo, y no la que plantea Márkus.

Esta contradicción es muy importante para el discurso crítico porque muestra que la existencia humana en su conjunto en la sociedad capitalista está sometida a una doble lógica: la del valor de uso –cualitativa o social-natural– y la de la valorización del valor, y la de la valorización se encuentra venciendo permanentemente, una y otra vez, sobre la del valor de uso. Se despliega, dice Marx, un proceso de subsunción del proceso del trabajo bajo el proceso de valorización. Ésta es la clave, el fundamento, de toda la existencia social moderna que está penetrada por esta contradicción, presente en la experiencia individual y colectiva de los seres humanos. El colmo de este proceso de subsunción estaría descrito por el concepto de enajenación que hace referencia a un estado en el cual la valorización logra subsumir incluso al propio sujeto humano. Es decir, la sujetidad humana es absorbida por el capital, y el ser humano se convierte en espectador de una sujetidad que es suya en principio, pero que está siendo suspendida en él y cumplida en lugar suyo por el capital: El capital, el sujeto sustitutivo, es el verdadero dios de la modernidad capitalista, que impone su voluntad dictatorialmente. En este sentido, entonces, la contradicción entre la forma natural y la forma valor es una contradicción que está presente en todos y cada uno de los momentos de la modernidad capitalista. No es necesario, como plantea Márkus, ir a buscar esas experiencias individuales peculiares en las cuales se presentaría esa contradicción que él plantea entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción.

En la próxima entrega analizaré la respuesta de Márkus a esta profunda crítica.