Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Preguntas elementales, respuestas ominosas
M

arzo, mes aciago, superó la marca funeraria de la violencia en México: mil 300 víctimas. En ese mes tuvo lugar el asesinato colateral de los dos estudiantes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Un mes y medio y muchas más víctimas después, a la PGR le falló el cácaro, la explicación y todo lo demás en la mesa redonda convocada para dar una explicación de los avances en la investigación de esa tragedia a la que se ha prestado una atención tan privilegiada como estéril.

Al día siguiente se procedió a la reconstrucción de los hechos mediante un espectacular despliegue de funcionarios de la PGR y el Ejército Mexicano. El 28 de abril, Felipe Calderón refrendaba en Monterrey su compromiso para el esclarecimiento de lo ocurrido en la puerta del Tecnológico de Monterrey, y también sobre el asesinato de un estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México que participaba en un programa de intercambio en la universidad pública de Nuevo León.

Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, viajó también el 14 de mayo a Monterrey para anunciar, carente de toda evidencia ministerial, que los sicarios fueron los autores de la muerte de los estudiantes del Tec. La afirmación del rector Rafael Rangel Sostmann no requiere comentario sobre lo declarado por Gómez Mont: “Sentimos que es muy triste y lamentable que no den una respuesta a la situación… Si piensan que dándole largas se nos va a olvidar, pues están equivocados” (El Norte, 15 de mayo). Parecen ser tres los motivos por los cuales las autoridades civiles no han podido dar una respuesta mínimamente satisfactoria: a) las autoridades militares no les han proporcionado la información correspondiente; b) ya la entregaron y las primeras la mantienen oculta, y c) entre unas y otras hay complicidad.

¿La reconstrucción de los hechos y el resto de la publicitada indagación arrojarán las respuestas que el sentido común esperaría?: a) el parte militar para saber quién dio las órdenes de perseguir a los presuntos delincuentes a balazos en una zona de numeroso tránsito peatonal y las de ingresar al Tec, neutralizar la presencia de los guardias particulares de la institución e incautar las cámaras que grabaron –durante tres horas– la acción; b) el informe de los guardias del Tec a la autoridad correspondiente; c) el parte de la policía estatal a sus superiores entre cuyas acciones, según se dice, estuvieron la de recoger los cuerpos de las víctimas y cubrir la fuga de los hampones; d) el dictamen forense completo sobre los impactos de bala –su trayectoria y los órganos que destruyeron– y los golpes –de qué posible instrumento–, que les causaron la muerte; e) el croquis balístico y características de los proyectiles en el perímetro donde tuvo lugar el enfrentamiento donde cayeron los estudiantes; f) saber el lugar donde fueron acribillados (si fue dentro del ITESM, como parece ser por la sangre que las mangueras a presión accionadas por su personal enjugaron, ¿dónde estaban los militares y dónde los gángsteres?); g) el o los nombres de quienes ordenaron sembrar armas a sus cuerpos sin vida y por qué; h) el contenido del material videograbado por las cámaras de la institución; i) saber quiénes recogieron las pertenencias que llevaban encima los estudiantes y cuáles fueron éstas, empezando por sus credenciales.

Hay sin duda otras preguntas. También hay respuestas en el clima de guerra sucia que vive el país, pero son todas ominosas.

En la ceremonia de La patada del éxito (que se da cariñosamente en las nalgas a una chica), el propio rector Rangel Sostmann exhortó a los estudiantes del Tec: “Deben sentir que tienen un compromiso, sentir que deben hacer algo; no volverse ciegos ni apáticos ante lo que sucede en nuestro país y participar… Lo importante es no quedarse callados”. Tiene razón el rector del Tec. Cuando los universitarios callan, algo se pudre. Hacer algo equivale a romper el silencio. Y creo que las autoridades, los maestros y los estudiantes del Tec podrían hacer mucho si, por ejemplo, ante el silencio de las autoridades gubernamentales, procedieran a realizar su propia investigación. Muchos fueron testigos, en un aspecto u otro, de la balacera en que cayeron muertos Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo. La sociedad civil también tiene que confiar en sí misma y en su capacidad de conocer la verdad por sus propios medios.

No quedarse callados. Las autoridades federales y estatales suelen derrochar espots llamando a la población a no quedarse callada, a denunciar. Pero denunciar, según sabemos, puede acarrearnos males. Ejemplo reciente: en Monterrey se ha organizado un grupo de ciudadanos en defensa del parque La Pastora donde la internacional Heineken, a través de la nacional Femsa, pretende construir un enorme estadio que causará, sin duda, daños ecológicos a esa zona reconocida como un gran pulmón del Monterrey metropolitano. Este grupo, que ha logrado tener eco en Holanda (el Partido de los Animales ya realiza una intensa actividad sobre el tema) ha recibido amenazas anónimas. Un tal Alex Treviño ([email protected]) les deja saber que “ya es momento de que le paren a su pedo. […] Su biologuito joto, defensor de las mariposas y los pajaritos lo tenemos bien checado, es el primero que deben parar, lo tenemos bien checado y si antes no le bajo a sus mamadas con la calentada, ahora sobre aviso no hay engaño. […] El biologuito y la periodista [Antonio Hernández y Ximena Peredo] dejan sus chingaderas y se van a chingar su madre; el estadio se hace, pendejos. Ustedes saben, su biologuito sabe que no nos andamos con mamadas; va el aviso y si no le paran actuamos. Esto es a la de ya entiendes”.

Otro grupo, en este caso de periodistas, se ha solidarizado con los amenazados y ha pedido a las autoridades del estado que investiguen, aclaren, se pronuncien e informen al respecto.