Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de mayo de 2010 Num: 792

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La legión de Lucía
CARLOS MARTÍN BRICEÑO

Zona del Ecuador
DIMITRIS DOÚKARIS

Kurt Cobain: all apologies
ANTONIO VALLE

360 grados de U2 en Texas
SAÚL TOLEDO RAMOS

Torrentes de música ligera
ROBERTO GARZA ITURBIDE

La música, la audiencia y otras resonancias
ALONSO ARREOLA

Todo se escucha en el silencio
ALAIN DERBEZ

Iggy Pop, la esencia del punk
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Ana García Bergua

Unas instalaciones

Pieza del mes. La instalación Charolita con restos de jamón, del escultor Isai Paris, ha sido galardonada con el premio de la IV Bienal de Marsella y el Cisne de Bronce de Vladivostok, luego de ser exhibida en los principales museos de Europa y Estados Unidos próximamente llegará al Guggenheim de Bilbao. Esta pieza, creada al calor de una profunda reflexión sobre la crisis económica y la violencia en el mundo, indaga en los sentimientos de rechazo del público y su percepción del tiempo y la destrucción de la naturaleza. El jamón, objeto polisémico, artículo de la sociedad industrial, de naturaleza sensual y perecedera, se pudre y nos habla de nuestro propio destino mortal. A la vez también nos remite de manera inevitable a la matanza de cerdos que la sociedad postindustrial, postmoderna y capitalista realiza de manera cotidiana para satisfacer la sed de toxinas del hombre contemporáneo. Montada sobre un soporte blanco, rectangular, de polietileno –que evoca a las charolitas de supermercado con las que ese mismo hombre contemporáneo contamina el planeta, esta pieza muestra media rebanada de jamón que se va reverdeciendo como si hubiera quedado abandonado en el refrigerador después de una guerra nuclear. Para mayor dramatismo, está cubierta a medias con una endeble hoja de plástico de envoltura, a la que su creador adhirió una etiqueta de supermercado desgarrada. El plástico y la etiqueta intervenida con un plumón morado con el que el artista ha escrito las palabras “Never-never” simbolizan, en este caso, la caducidad del arte, la ruptura de los significados y, según el crítico del New York Times, Roy Brando, es la clave para entender por qué esta pieza alcanza una profundidad que se ha descrito como “de una melancolía abismal”. Pieza de conservación difícil, el autor propone que en ella el jamón viva una degradación constante frente a los ojos del espectador, por lo cual la ha sometido a un proceso químico que permite que la media rebanada se pudra eternamente, sin destruirse ni alterar el precio de trescientos mil dólares que ha alcanzado ya en el mercado y que, por el contrario, puede aumentar en caso de llegar a ser subastada en Sotheby’s dentro de unos quince años. Por lo pronto, se dice que un importante coleccionista multimillonario planea adquirirla para decorar el antecomedor de su mansión en Waikiki.


Museo Guggenheim de Bilbao

Palillo y cola de tapir. Esta instalación, del escultor franco-danés Pierre Waljkirio, forma parte de la serie “Asociaciones y reuniones”, a la cual pertenecen también Lengua de gato y cepillo, Cubrebocas y barco de papel y la premiada Teléfono, libreta, lápiz y tortuga disecada. Walkirio estudió dibujo en la Academia de Artes de Praga; después lo olvidó durante una crisis existencial, en la que combinó, aparentemente por error, un Alka-Seltzer con whisky. El resultado fue una profunda meditación sobre el orden de los objetos en el mundo, los que van y no van, y quedan y no quedan, según dice, y de la que han surgido estas instalaciones que en la galería Christie’s alcanzaron los quinientos mil dólares. Paris, la célebre mujer, adquirió Mosca y zapato rosa con moño, que cuestiona los valores de la moda postindustrial y nos remite a la putrefacción de los cadáveres en que todos, sobra decirlo, nos convertiremos. Palillo y cola de tapir habla, en su sencillez desconcertante y hasta cierto punto autóctona –pues la cola de tapir proviene de la selva del Amazonas a la que el artista viajó en su Leather Jet particular con su mamá y su hermana Lucy–, de la manera en que la naturaleza es triturada por la boca humana. El palillo, símbolo de la hípersaciedad del hombre contemporáneo, se acompaña en esta pieza con una serie de tomas de aire que lo empujan al mismo tiempo en todas las direcciones, manteniéndolo misteriosamente erguido. El tapir –un tapir llamado William Wilson, en honor al personaje de Edgar Allan Poe– sobrevive en la mansión del artista en Nueva Zelanda con una cola ortopédica que el autor le mandó poner. La operación de inserción de la cola ortopédica está grabada en la cinta I Actually Love You, que se exhibe en la Tate Modern y que adquirió el año pasado a un costo de dos millones dólares. En Palillo y cola de tapir, la cola del animal ha sido intervenida con una serie de band aids o curitas azules y rojas, en alusión a la bandera de Inglaterra, la de Francia, la de Estados Unidos y, de hecho, todas las que lleven esos colores.