Opinión
Ver día anteriorDomingo 9 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paraíso perdido
E

s imposible no lamentarnos de haber perdido ese paraíso lacustre que rodeaba México-Tenochtitlán, la esplendorosa ciudad que deslumbró a los españoles. Ya hemos comentado que cinco hermosos lagos la rodeaban: Texcoco, Xochimilco, Chalco, Zumpango y Xaltocan. Los mexicas fundaron su capital en la parte más baja de la cuenca, en unos islotes que sobresalían de las aguas.

Esta riqueza hídrica se alimentaba del agua de 45 ríos, 14 de ellos perennes, de manantiales y de la abundante agua que cae del cielo. Desde la llegada de los hispanos este tesoro se ha venido desecando y los caudales de ríos y manantiales se entuban, enviándolos al drenaje, en donde se mezclan con las aguas negras y se sacan de la cuenca.

La ciudad de México tiene el mayor de los abastecimientos del líquido del mundo: 72 mil litros por segundo, equivalentes a 360 litros diarios por habitante y paradójicamente padece también de los más elevados déficits de agua potable para sus habitantes, estimado en casi 5 millones de sus 22 millones de pobladores.

Esta información nos la brinda el arquitecto Jorge Legorreta en el trascendental libro que acaba de publicar Ríos, lagos y manantiales del valle de México, editado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Secretaría del Medio Ambiente y el Gobierno del DF.

El bien documentado libro, con ilustrativos planos y fotografías antiguas y actuales, nos muestra las aguas límpidas y cristalinas de ríos y manantiales y como, en su descenso a la ciudad, se van contaminando y se canalizan a los drenajes. Las nefastas consecuencias ya las padecemos: inundaciones, colonias enteras sin agua potable y contaminación. Esto es el preludio de una catástrofe, si no se toman las medidas necesarias de inmediato.

Legorreta lleva décadas estudiando el tema y ha manifestado su preocupación en distintos foros, desafortunadamente con poco éxito. Ahora con esta obra en la que plantea soluciones factibles, apoyadas por muchas investigaciones de especialistas, ya no hay pretextos posibles.

El arquitecto-urbanista nos lleva por todos los ríos, la mayoría, ahora convertidos en avenidas: Río Churubusco, Río Consulado-Circuito Interior, Viaducto Miguel Alemán, ríos Mixcoac, Becerra, Tacubaya, San Joaquín, Barranca del Muerto y Miramontes. El agua que alimenta los drenajes que corren en las entrañas de estas vías nace limpia y es perfectamente aprovechable. De los 45 ríos, 12 son perennes, esto es, que conducen agua las 24 horas del día, los 365 del año. A esto hay que agregarle el líquido que brota imparable de tres manantiales: Fuentes Brotantes, Santa Fe y Peña Pobre, que tienen el mismo desgraciado final: el drenaje.

Legorreta nos habla también de las presas y los pocos lagos que milagrosamente sobreviven y del notable proyecto que quedó inconcluso, que inició hace alrededor de 40 años Nabor Carrillo, con el nombre de Proyecto Texcoco. No obstante que sólo se realizó la primera parte, ello bastó para terminar con las tremendas polvaredas que asolaban la ciudad en los meses de secas. Los que no se cuecen al primer hervor, seguro recuerdan como la ciudad se cubría de un polvo espeso que impedía la visibilidad y causaba innumerables males a la salud.

Los dos últimos capítulos nos devuelven la esperanza: Hacia nuevos caminos y paradigmas hidráulicos y Las propuestas de restauración. Es una obra esencial que los gobernantes y legisladores deben tener como libro de cabecera y actuar. Lo encuentra en la librería de la UAM, que se encuentra en la preciosa Casa de la Primera Imprenta, situada en la esquina de Moneda y Lic. Verdad. Si es adulto en plenitud, le dan 50 por ciento de descuento.

¡Hay que sed! No, no piensen en un copetín, vamos a la calle de Orizaba 110, a la heladería La Bella Italia, que desde hace 88 años nos deleita con ricos helados tipo italiano. Acompañados de la música de una nostálgica rockola, los invito a saborear un igualmente nostálgico banana split.