Opinión
Ver día anteriorMartes 4 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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En Casa Lamm
E

se hermoso recinto cultural, que –entre otras actividades– auspicia paneles de discusión coordinados por este periódico, tendría, en cuanto a galerías, un público cautivo integrado por quienes cursan estudios superiores de humanidades, avalados por la Secretaría de Educación Pública, con especial relieve en historia del arte. La librería Pegaso, que encontré esta vez cerrada, potencia la afluencia de público.

Apenas al entrar se recibe el impacto de un nuevo bronce de Javier Marín, Angel Perséides de 240 x 250x 100, apeado en un pedestal neoclásico idóneo. Es una escultura que haría buen impacto en una glorieta

El personaje con antifaz es un perséida, es decir, hijo de Perseo y Andrómeda. Está encuclillado sobre una esfera y su brazo derecho es glosa miguelangelesca. La pátina verdusca es hermosa, no así la que ofrece otra versión, también en bronce, denominada Bernardo Oriental, que algo difiere de ésta.

La primera despliega sus alas medio leonardescas, casi en eje simétrico, en cambio el personaje no está visto de frente y ofrece buen golpe de ojo, con contrapuntos, desde cualquier ángulo que se le mire. La presencia de esta pieza es muy acorde con la índole del patio central.

Los espacios de galerías presentan dos exposiciones individuales. En cada caso los precios de las obras están a la vista, cosa que indica que Casa Lamm, siendo un centro cultural, también se nutre del comercio y me parece honesto que así se evidencie. Son, pues, ámbitos comerciales, sin que eso redunde en menoscabo del relieve artístico de quienes allí exhiben. Han concurrido allí artistas archirreconocidos.

La exposición en la galería del piso superior tiene tinte ecológico centrado en el árbol. El pintor es Edmundo Ocejo, quien ya ha ofrecido exposiciones en ese sitio. Esta vez se trata de una serie, efectuada a la encáustica con óleo. A fuer de que Ocejo experimenta continuamente, algo que me parece un acierto, siento que el haberse circunscrito a un esquema temático no le fue demasiado propicio. Destacan las obras en las que juega con los soportes al insertar un cuadrado convexo dentro de la caja, acusando tal vez influjo o coincidencia con su colega Víctor Guadalajara.

La mejor pieza, o la más lograda, es a mi juicio Árbol tierra II, la favorece la retícula cromática en tonos terrosos y siena que ostenta a modo de predella en su sección inferior.

A Ocejo se le dejan ver tal vez en demasía sus procederes gráficos, algo así como si efectuara transfer, condición que la encáustica no alcanza a obviar del todo.

En uno de los espacios de la planta baja se exhibe la muestra Semen: la entrada del destino, de Guillermo Arreola, quien exhibe por primera vez allí aunque no es ya un artista emergente. El cuadro que dio título a la muestra, La entrada del destino, es una obra peculiar desde el ángulo colorístico. Se orquesta en tonos sombríos concatenados con azules extrañamente electrificados. La luminosidad está dada allí por destellos. Esta tónica alcanza su mejor logro en un cuadro grande y vertical: Semen.

Allí el semen viene del cielo a modo de tempestad, debido a que este pintor ha ejercido también quehaceres literarios yo me digo que tal vez el semen provenga de Zeus y, por tanto, se trata de semen divino que pareciera destinado a recogerse en la boca de un ánfora, mas ésta también sugiere la figura de unos hombros y cuello masculinos vistos de espaldas, pero sin cabeza.

Hay un conjunto de 22 discos de acetato pintados que está designado como políptico, lo que es un error, porque los polípticos se integran de paneles, hojas o postigos y no de formas circulares no aptas para plegarse unas sobre otras.

Integran una instalación adosada al muro en forma de mandala. Puede percibirse que en cada uno el autor se sintió plenamente a sus anchas. Cuando respeta la condición del disco –sus circunvoluciones– las piezas obtienen un plus en cuanto a significado.

Cada una se sostiene por sí misma, con todo y que el conjunto es una instalación que quizá debiera conservarse como tal, si bien requiere de un espacio bastante amplio para su buena visualidad; indudablemente se encuentra exhibida con acierto, pues en su totalidad, se trata de otro gran disco, o mandala.

Los métodos pictóricos de Arreola son más propios de la pintura abstracta que de la figurativa, sin embargo, acierta al admitir imagen, aun y cuando ésta se encuentre tan configurada (aunque barrida), como ocurre con el rostro femenino que aparece en Despedida.