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Las heridas de Haití

Opositores, intelectuales, técnicos y urbanistas preparan un monitoreo civil del proceso

El sector privado, columna vertebral del plan de recuperación Préval-Clinton

Plantean cosas muy bonitas, pero no dicen cómo las van a lograr, cuestionan académicos

Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 3 de mayo de 2010, p. 27

Puerto Príncipe, 2 de mayo. El plan estratégico del gobierno de René Préval para la recuperación y el desarrollo de la nación haitiana no pretende regresar el reloj a la situación que prevalecía la víspera del terremoto del 12 de enero. Según el documento Haití mañana, que fue respaldado por la comunidad de donantes internacionales –de gobierno y privados– con un compromiso para desembolsar 9 mil millones de dólares en el corto y mediano plazos, la idea es que el país más pobre del continente esté plenamente reconstruido dentro de 10 años. Y en dos décadas se encuentre en la ruta de las naciones emergentes.

En 53 cuartillas se plantea la fórmula –de corte más bien tecnócrata, con acento en el papel de columna vertebral que debe desempeñar el sector privado en este proyecto de relanzamiento de la economía– para revertir la catástrofe más cara registrada en la historia moderna.

Apenas arrancar la lectura del documento, aparece el siguiente dato: el organismo de evaluación de daños materiales en situaciones de desastres naturales, integrado por un panel de 250 expertos de todo el mundo, estima que el valor de pérdidas materiales en Haití el día del sismo ascendió a 120 por ciento del PIB del país en 2009, es decir, ocho mil millones de dólares. Nunca en los 35 años que el organismo lleva aplicando la misma metodología para evaluar daños, se había encontrado un caso de esta magnitud.

Consultado con el sector empresarial, el plan Préval-Clinton ha sido bienvenido en esos círculos, que ven una gran ventana de oportunidad para diversos negocios. Pero en otros sectores que no fueron consultados, entre ellos la oposición política, los intelectuales y creadores, técnicos y urbanistas independientes, la desconfianza es latente.

Por eso próximamente anunciarán la creación de un observatorio de la sociedad civil que va a monitorear el proceso en tres niveles: la aplicación de la ayuda de urgencia, la ética de la reconstrucción y su ejecución técnica y económica. Todo esto en el marco de un año electoral en el que no hay nada definido.

Éxodo de la ciudad al campo

Puerto Príncipe y las comunas conurbadas amanecieron el 13 de enero bajo el signo de la destrucción. Para muchos sobrevivientes, el espejismo de la migración del campo a la ciudad con la esperanza de un horizonte mejor, alentado en los años sesenta bajo el duvalierismo, terminaba entre el estruendo y el polvo de los derrumbes y la visión de pesadilla decenas de miles de cuerpos humanos.

En pocos días se perfiló un nuevo escenario. Miles de familias arrastrando maletas por la calle, terminales de autobuses y pequeños puertos secundarios saturados, tap-taps, bicicletas, carretas y caravanas a pie abandonando la ciudad. El éxodo de la ciudad al campo.

Más de medio millón –exactamente 604 mil personas a finales de febrero– habían migrado hacia el interior, según la Oficina de las Naciones para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por sus siglas en inglés). El departamento de la Aribonite, antiguo granero del país, es el que recibió más migrantes.

La primera gran tarea según el plan es la restructuración territorial y la redistribución de la población de manera más equilibrada. Contempla el impulso de seis polos de desarrollo (cinco en las provincias) para descongestionar la macrocefalia de Puerto Príncipe. Los polos del futuro serían Cabo Haitiano, Gonaives, Saint Marc, Hinche y Cayes.

Para lograrlo proponen ampliar la red carretera para hacer accesibles todas las regiones del territorio. Se contemplan 600 kilómetros en una primera etapa; rehabilitación de puertos y aeropuertos, y una gestión inmobiliaria que garantice la protección de la propiedad y que facilite el avance de los proyectos.

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Devastación en el barrio de Bel Air, Puerto Príncipe, a más de tres meses del terremotoFoto Alfredo Domínguez

El primero de estos proyectos será en la ruta hacia el norte, todavía dentro de la región metropolitana, en la localidad de Cabaret –justo ahí donde Papa Doc, en sus delirios de grandeza, pensaba construir su propia Brasilia, Duvalier Ville– donde habrá, dice el documento, infraestructura, equipamiento urbano y servicios básicos. Es el único caso en el que las obras tienen ya al menos un esbozo para arrancar. En el resto del país, todo son apenas castillos en el aire.

Bienvenidos ... a nuestra pobreza

Por la carretera, entrando a la ciudad de Saint Marc y kilómetros más adelante a Gonaives, departamento de Artibonite, las letras de las mantas que reciben al viajero con la inscripción Bienvenidos hermanos damnificados de Puerto Príncipe empiezan a desteñirse bajo el sol. Es la ciudad que fue arrasada por huracanes en 2004 y 2008.

Con dos estudiantes de la Universidad Pública de Gonaives entramos a un pequeño restaurante desierto en el centro histórico. Nadie, salvo los empleados de las ONG extranjeras tiene ya suficientes gourdes para darse el lujo de un café. Tomamos agua. Ariol Cineus, secretario general de la universidad pública de Gonaives y Poitevien Pierre, decano de su facultad de ciencias económicas, hablan del impacto que ha significado a una economía paralizada en una localidad de 200 mil personas el hecho de recibir de golpe a 100 mil desplazados.

“En un primer momento la integración no fue complicada –explica Pierre–, la gente que llegó era de aquí mismo, tienen parientes que los acogieron. Pero a tres meses de distancia lo resiente la economía. Aquí 80 por ciento vive del comercio informal que se hace en la capital; comerciantes que iban y venían de Puerto Príncipe con mercancías. Eso se perdió. Ahora los damnificados empiezan a ser una carga para sus familias”.

En la región la agricultura sigue dañada, cubierta por las arenas después de las inundaciones de 2008. La zona arrocera nunca se repuso de la receta neoliberal que significó la apertura comercial que permitió la importación del grano a precios por debajo del costo de producción. El puerto, que alguna vez fue el segundo en importancia del país, fue dado en concesión a uno de los empresarios que controlan el sector privado (no más de ocho o nueve familias) y sólo opera para sus negocios personales.

Quedaban las marchantas de Gonaives que vendían en los mercados de la capital... y ya ni eso. El resto de las actividades económicas están en ruinas. Salvo los gigantescos árboles del mango francisc, que está en plena temporada, nada parece ser productivo en esta zona.

El callejón sin salida que enfrenta la Universidad Estatal ilustra, de alguna manera, lo lejos que están los futuros polos de desarrollo de un panorama de despegue económico. Tenemos 1,300 estudiantes en nuestras facultades. Pero este año escolar no pudimos iniciar clases porque el gobierno central no nos destinó presupuesto. La planta docente tenía, antes del terremoto, seis meses sin cobrar. Ahora se han inscrito 600 estudiantes más procedentes de las universidades destruidas de la capital. Y seguimos sin presupuesto. Por supuesto la universidad sigue cerrada.

Los académicos consideran que la situación de Gonaives no es única. En las otras ciudades pensadas como futuros polos de desarrollo el panorama es parecido. Lo que dice el papel es muy bonito. Lo que no dice es cómo lo van a lograr.