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Las heridas de Haití

La cultura, motor para quitarle base social al crimen organizado: Fils Aimé, zar antimafia

La fuga de 5 mil delincuentes el día del terremoto, pesadilla en Puerto Príncipe

La tragedia frenó la transformación del peligroso barrio de Bel Air en un enclave artístico

Enviada
Periódico La Jornada
Jueves 29 de abril de 2010, p. 31

Puerto Príncipe, 28 de abril. La fuga de cerca de cinco mil peligrosos criminales de los cuatro penales del área capitalina el día del terremoto, 12 de enero, no es una leyenda urbana que se suma a los muchos horrores que se desencadenaron el día del sismo, sino una verdadera pesadilla para los responsables de la seguridad pública del gobierno haitiano. Así lo define Alix Fils Aimé, presidente de la Comisión Nacional de Desarme y Desmovilización, el zar antimafia, contraparte nacional de los cascos azules de la Misión de Estabilización de la ONU (Minustah).

Después de la convulsión de 2004, con la salida de Bertrand Aristide de la presidencia y el país, las bandas armadas del ex presidente (los chimieres, quimeras) quedaron sin control y se constituyeron en un poder paralelo en varios enclaves. Declararon lo que en los arrabales se conoció como la Operación Bagdad. En 2007, las fuerzas militares de la ONU (que entonces sumaban cerca de siete mil efectivos; hoy son más de 12 mil) emprendieron la contraofensiva, particularmente en Cité Soleil. Los principales jefes fueron capturados y la ola de secuestros que el año anterior había escalado de manera escandalosa disminuyó. Una relativa seguridad regresó a los barrios, aun en medio de la controversia por la cantidad de muertos –muchos víctimas colaterales– que produjeron aquellos enfrentamientos.

Desarme y reinserción social

A Fils Aimé le tocó, en esta estrategia, aplicar el desarme y la reinserción social en los barrios. En este proceso su apuesta más exitosa no fue la línea de la confrontación: Para recuperar territorio y quitarle base social al crimen organizado, más allá de las estrategias policiacas y militares, estoy convencido de que el motor es la cultura.

Esa fue el arma que aplicó intensivamente en Bel Air, un barrio histórico que había degenerado en gueto, gobernado por los famosos gangs, donde la policía ya no osaba entrar. En los últimos años Bel Air había dejado de ser un lugar peligroso. Los habitantes habían recuperado el control de sus espacios del control de los gangs.

En el contexto de un proyecto promovido por la Minustah, la Fundación AfricAmérica y Vive Río, una ONG con trabajo en la reconstitución de las favelas brasileñas, Bel Air había logrado inventariar 910 talleres de pintores, escultores, artesanos y centros de culto vudú que se convirtieron en un efectivo motor de la economía y la recuperación del tejido social. Es además el hogar del novelista y poeta Franketienne, considerado el padre de las letras en creole.

Esta historia de esperanza se frenó abruptamente el 12 de enero a las 16:53 horas. Más de 40 por ciento de sus edificios y casas se colapsaron, incluida la histórica iglesia del Perpetuo Socorro, el santuario (peristyle) de Sylva Joseph, el houngan (sacerdote) voduísta más antiguo y decenas de estudios de pintores y talleres de artesanía. Ahora hay que volver sobre el camino andado. Hay que hacer el recuento de los artistas muertos, heridos o desplazados, levantar los talleres destruidos, poner a cubierto a sus pobladores.

“Ahora tenemos metas más altas –asegura Fils Aimé–, vamos a dinamizar la economía de nuevo pero con énfasis en levantar el espíritu y revalorizar la historia del barrio, con exposiciones itinerantes y espectáculos. Bueno, no lo vamos a hacer nosotros, lo van a hacer ellos. Son sus ideas, su trabajo. Nosotros los vamos a apoyar”.

Encontramos a Fils Aimé una noche en casa de la artista plástica Bárbara Prezeau, responsable del proyecto cultural. Empiezan a armar un proyecto de una exposición-espectáculo de artistas del Bel Air por varias ciudades del mundo para impulsar el proceso de reconstrucción del barrio.

Alguien ordenó abrir las rejas de los penales

Los cuatro penales de Puerto Príncipe se vaciaron de presos la noche del 12 de enero. Los custodios huyeron y dejaron las armas. No fue accidental. Alguien ordenó abrir las puertas; ya tenemos algunos detenidos pero no son los principales responsables. Estamos investigando, explica.

Entre los miles de reos fugados, Fils Aimé tiene una lista de 500 hombres sumamente peligrosos, entre ellos los líderes de bandas de secuestradores, violadores, asesinos. Una treintena han sido recapturados, pero entre ellos –admite– sólo hay dos o tres capos principales.

Foto
El histórico barrio de Bel Air, en Puerto Príncipe, fue uno de los enclaves del crimen organizado. Todavía quedan monumentos en honor a algunos jefes de pandillas muertos durante la contraofensiva de los cascos azules en 2007, como este del capo apodado Papa Revolución Foto Alfredo Domínguez

“Dentro de la cárcel los gangs de Martissant y Cite Soleil entraron en contacto con los de Gonaives, (segunda ciudad en importancia del país). Después de la fuga hemos detectado que hay un reacomodo territorial. El crimen organizado está más fuerte que antes”, explica.

Esta preocupación parece haber llegado hasta los más altos niveles de la ONU, ya que el secretario general de la ONU Ban Ki Moon se declaró el martes en Nueva York sumamente inquieto por los riesgos de un nuevo deterioro de la seguridad interna de Haití, principalmente ante la proximidad de las elecciones, teóricamente previstas para noviembre.

El fenómeno de los gangs a gran escala se salió de control a partir de la segunda presidencia de Aristide (2001-2004). Fue él quien los alentó, refiere Fils Aimé. Muchos de ellos vienen de las agencias de seguridad privadas, gente con conocimiento de armas y entrenamiento. Fueron reclutados como una especie de guardia personal, los dotó de cierta ideología populista. Sirvieron para atacar a los opositores, asesinaban, saqueaban e incendiaban sus casas. Pero al mismo tiempo construyeron su base social en los guetos, entre los jóvenes sin expectativas, producto de la urbanización anárquica de las últimas décadas. Incluso crearon una economía clientelar a partir del robo. Bloqueaban carreteras, asaltaban y luego repartían.

En Bel Air la confrontación no fue un simple estado de violencia: Fue la guerra, confirma David Boyer, uno de los pintores jóvenes más prometedores del barrio, hoy refugiado en el Campo Marte por el derrumbe de su casa-taller. “Yo creo que los bandidos tenían una protección espiritual muy fuerte, descalzos, casi desarmados, mantuvieron a raya a los cascos azules durante mucho tiempo”. El muchacho se formó en un peristyle, trabajando banderas en lentejuela, objetos rituales que sirven para invocar a los loas durante las ceremonias. De ahí deriva su arte, piezas de concepción moderna que empiezan a alcanzar altas cotizaciones en las galerías de Estados Unidos.

De ahí nace también su sentido de solidaridad con las pandilleros. Lo encontramos en la galería de Roberto Rogart, otro promotor de artistas, en la calle de Les Poucelles (Las doncellas).

Por supuesto que ya están de regreso en el barrio. De día no salen. Pero de noche...

Sí, los bandidos están de regreso en Bel Air. Lo confirman los muchachos que trabajan la lentejuela en el taller de madame Ketty Paul. Lo dejan ver las pandillas que se reúnen, hostiles con los extranjeros, en ciertos puntos del barrio, monumentos a jefes de los gangs muertos en los años de la confrontación, como Dyed Mackenzy Papa Revolución o el afamado matón y DJ Papi Love.

Lo admite incluso Fils Aimee, de formación agrónomo, escultor por afición, combatiente clandestino en los últimos años de la dictadura duvalierista. Y ahora jefe policiaco. Es además, sorprendentemente crítico de su propio gobierno.

Solamente para volver al punto al que estábamos antes del 12 de enero, para recuperar el terreno perdido estos tres últimos meses después del sismo, no basta la fuerza policial, necesitamos fuerza militar.

A partir de 1994, Haití disolvió su ejercito, para conjurar el peligro de un nuevo golpe de Estado.

–¿No es esa la función de la Minustah, que ahora va a ser reforzada?

–Sí, sólo ellos tienen la logística y el equipamiento que se necesita. Ahora, si me pregunta si está funcionando, la respuesta es no. No hay un protocolo operativo, no hay una estrategia para recapturar a los jefes de las pandillas, los casos azules tienen problemas para accionar porque hay una gran diversidad en su formación, en sus experiencias. Pero además nos hace falta aplicar varias estrategias simultáneas, no sólo la militar, para llegar al ámbito social. Lo he dicho esto muchas veces –se ríe– y cada día me sorprendo de seguir en mi cargo”.