Los ojos de un muerto
me saludan
con prisa
cada día,
en la sonrisa irónica
del día que se inicia.
Los ojos de un muerto
con las preguntas rotas
y las frases empezadas
y los extraños detalles,
que también vuelven
el instante en que los quieres,
esos ojos
los ves
menos
en el horizonte nocturno,
cuando las luces de las casas lejanas
una a una se apagan.
Los ojos del muerto
con los brillos de la miel
me miran
en la noche
en la seguridad de mi habitación
y en las horas cerradas
que fluyen
antes de la vida,
después del sueño.
En estos años
quién no tiene un muerto
que lleva dentro
para que le dé órdenes–
yo al menos tengo más suerte,
tengo sólo sus dos
ojos
para recordar
cómo también yo
alguna vez
estuve vivo. |