Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de abril de 2010 Num: 790

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Avances de un bestiario
MIGUEL MALDONADO

El sobreviviente
TEÓFILOS D. FRANGÓPOULOS

Los dos rostros de Colombia
MARCO ANTONIO CAMPOS

El esfuerzo transfigurador como palanca del cambio
CELIA ÁLVAREZ entrevista con DAMIÁN ALCÁZAR

Gepetto o el anhelo de ser padre
RAFAEL BARAJAS EL FISGÓN

Edwidge Danticat
TANIA MOLINA RAMÍREZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Foto: Philippe Halsman, Dalí y rinoceronte

Avances de un bestiario

Miguel Maldonado

LA HIENA

De cadera caída y de ánimos también: a veces tigre y otras perro carroñero. No encaja en los principios de la Estética. Nunca guarda la cuadratura y se sale de cuadro. No alcanzará el rango de muñeco de peluche ni habrá globos a su estampa, siempre villana de telenovela. Con un colmillo salido, se ríe porque intuye que Natura no se equivoca. Su pelo arrebujado no es ninguna falencia: unos creemos que su fealdad, como casi todas, tiene un gato encerrado. Su no saber si león o coyote, su no saberse, ya es un encanto.

En evidente estado de alteración, hay quienes la bordan en telas de pijama y en chambritas para niños; los más ilustres esbozan teoremas parecidos a las arengas de los demonólogos renacentistas sobre la belleza del diablo, abundan en ejemplos de exégesis postmoderna: que el poeta Jean Cocteau intuía este misterio en La bella y la bestia, a la Bestia la rodea un aura de Belleza. Ignorantes y doctos, de remate y medio locos, han sido una minoría que a lo largo de la historia se ha opuesto al canon universal de la belleza, fundados todos en el paradigma de la hiena.

EL RINOCERONTE

Cuenta la leyenda que a causa de esa piel pastosa, el rinoceronte perdió vuelo. Se dice que era un unicornio con serios problemas de peso, que dotado de enormes y relucientes alas y tras fallidos intentos, renunció al sueño de volar. Desde entonces, se amalgamó, hizo votos de tristeza ensimismada. Se sabe un Pegaso encadenado, un pichón que sufre encierro en pieles de alta seguridad. Algunos diarios de lo insólito han documentado registros testimoniales de amáricos que han visto al rinoceronte azul sobrevolar las costas de la antigua Abisinia.

Para que no se pegue un tiro, ciertas aves le hacen compañía; se compadecen de su implume pariente lejano y fingen encontrar sustento en el cultivo de insectos sobre su lomo. Cuando un rinoceronte se decide a embestir, no hay quién lo detenga. Los locales del Gran Valle del Rift aseguran que lo único que podría contener su embate es una pareja dándose un beso (de las formas del besar, recomiendan el tipo apasionado, deep throat); su rostro se agarza, sus entendederas tiran peso, sabe que no todo en él es masa corporal. Después de mirar con profundo desconcierto y curiosa inquisición, recula dando vuelta a tres cuartos, sin causar esta vez estropicio alguno con el latiguillo de su giro. Se aleja meditabundo con un ligero cabeceo a cada apisonamiento.