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La migración de profesionales a EU deja proyectos aniquilados, lamenta Rubén Luengas

Oaxaca forma artistas para las industrias voraces de la música

Hacemos el trabajo duro para las bandas sinaloenses y duranguenses, porque la inversión recae en nosotros, señala el coordinador del cuarto Foro Tradición, del programa Instrumenta

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Estanislao Maqueos, quien dirige una academia de música tradicional oxaqueña en Los Ángeles, California, habló en el foro sobre la dificultad de enseñar a hijos de migrantes. Arriba, imagen del recital que los alumnos del Curso de Fortalecimiento Musical, de Instrumenta, ofrecieron en varios sitios de CapulalpamFoto Mónica Mateos-Vega
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Otros subieron al escenario y deleitaron a decenas de personas con sones istmeños, piezas barrocas, sonatas y melodías renacentisasFoto Mónica Mateos-Vega
Enviada
Periódico La Jornada
Domingo 11 de abril de 2010, p. 2

Capulalpam de Méndez, Oax., 10 de abril. Los proyectos de formación de bandas de música en Oaxaca terminan una vez que el grupo toca.

Entonces, los jóvenes, ya formados como intérpretes profesionales, emigran a Estados Unidos o a las grandes ciudades.

Comunidades como Capulalpam en la sierra Norte, o en la región mixe, se quedan sólo con niños y adolescentes estudiantes y con un gran proyecto de formación musical aniquilado; esa es la realidad, afirma Rubén Luengas, integrante de la orquesta mixteca Pasatono y coordinador del Cuarto Foro Tradición, que se realizó en el contexto del programa Instrumenta Oaxaca 2010.

Si bien existe respaldo para la formación artística por parte del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, de las casas de cultura o de los mismos pueblos, muchos proyectos de revitalización de músicas originarias están descontextualizados de sus usos y funciones, señala el músico.

“El problema es que nos hemos quedado en ese punto de hacer tocar a las agrupaciones, pero no nos percatamos de los grandes cambios económicos mundiales y cómo han afectado a las economías tradicionales de la música.

“Hace dos años, en este mismo foro, se planteaba la queja de músicos jóvenes, quienes decían no ser merecedores de un reconocimiento social, pues sólo se distingue a quien sale en la televisión; decían no tener u obtener dinero de su profesión de músico.

“El problema es que no hemos concebido a nuestras agrupaciones como empresas musicales, y no me refiero sólo al dinero como tal, como simple y vulgar operación de intercambio comercial, toco y me pagas; para nuestras culturas musicales es más profundo que eso. Me refiero a tomar la tradición como base en cuanto a los usos y costumbres de las economías de la música; por ejemplo, ver cómo hacen los mixtecos con su comercialización de instrumentos y música en espacios sagrados, o los zapotecos y su gozona (trueque musical).

Esos modelos de la economía tradicional pueden ser las herramientas de desarrollo de las músicas originarias en este nuevo contexto global lleno de competencias musicales, que se disputa los mercados.

Luengas lamentó que en Oaxaca “estamos haciendo el trabajo rudo a industrias voraces de la música, como las bandas sinaloenses y los grupos duranguenses, porque al final, la inversión mayor, la formación de músicos, recae en nosotros. A las bandas norteñas, ahora trasnacionales, no les cuesta formar a sus integrantes, sólo explotan sus habilidades y generan su negocio.

“En la escuela nos enseñaron solfeo, armonía; es decir, la técnica. Los viejos lauderos y músicos nos enseñaron a hacer jaranas y bajoquintos, pero nadie nos enseñó a conformar una empresa musical en los albores del siglo XXI, ni cómo vendernos, promocionarnos o fortalecer el sistema del trueque musical –como la gozona–, ni aprovechar los circuitos comerciales y sagrados de los santuarios mixtecos, o ser competitivos, generar empleos, formar proyectos productivos y, sobre todo, aprovechar nuestro patrimonio cultural de forma responsable.

En la Mixteca baja, de donde soy, no hay grandes ríos ni madera, las tierras están erosionadas y la migración es apabullante. Pero en nuestros instrumentos y en nuestra música podemos tener una esperanza de desarrollo responsable, siempre y cuando hagamos una buena proyección económica de ella.

Llevar la patria a otro lado

A propósito de la migración, en el foro estuvo presente Estanislao Maqueos, quien a sus 34 años es director de una academia de música tradicional oxaqueña, en Los Ángeles, California, Estados Unidos, en la cual imparte clases a alumnos de entre cuatro y 18 años, la gran mayoría hijos de migrantes mexicanos.

Llevar la patria al otro lado de la frontera no es fácil, pero las ganas de no olvidar la tierra se imponen y hace posible que los sones oaxaqueños se escuchen con fuerza en aquellas ciudades, dice el maestro a La Jornada.

Tras abandonar su pueblo, San Andrés Solaga, en busca de mejores condiciones económicas, Estanislao tuvo que trabajar como planchador en una tintorería y también como lavacoches, pero nunca perdió la esperanza de vivir de la música en aquel país, asegura.

La dificultad más grande para echar a andar su proyecto fue toparse con la indiferencia de los propios hijos de los migrantes, cuya primera cultura, la que aprenden y escuchan, es la estadunidense.

Pero con el apoyo de sus paisanos se decidió a formar su primer grupo de alumnos: el primer días eran 10 niños, a la segunda semana 15, para fin de mes 44”.

Maqueos nunca ha caído en la tentación de alquilarse para tocar la música de moda en Estados Unidos: soy muy fiel a la oaxaqueña, porque es la mejor, tiene mucha disciplina, la cual hay que respetar. Algunos paisanos que tocan en bandas de moda o tambora me dicen que les da pena, que se sienten mal, pero con tal de ganar dinero lo hacen, no les queda de otra.

Como si fuera domingo

Este viernes, correspondió ofrecer un concierto a los alumnos del Curso de Fortalecimiento Musical que imparte Instrumenta Tradición. Los diversos ensambles se repartieron por el parque, el atrio de la iglesia, el balcón de la presidencia municipal y algunas calles, y todos al mismo tiempo comenzaron a tocar.

De nuevo la fiesta inundó Capulalpam, como si fuera domingo, decían los pobladores. Los niños y jóvenes intérpretes, muy serios y profesionales, ofrecieron recitales de unas cinco piezas cada conjunto.

Luego, los más avanzados subieron al escenario, que se colocó a espaldas del templo principal del pueblo, para deleitar a decenas de personas con sones istmeños, piezas barrocas, sonatas y melodías renacentisas. Al final, se juntaron todos los alumnos en el estrado para recibir un prolongado aplauso y peticiones para que interpretaran: Pinotepa, Dios nunca muere, Flor de piña, entre otras.

Los chicos improvisaron, tocaron como gran orquesta, sorprendieron, maravillaron y colmaron de alegría a quienes tuvieron el privilegio de presenciar la auténtica magia que es capaz de provocar la música.