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Quiero ser al menos la mitad de lo que fue mi tío; peleará en la función de Pacquiao y Clottey

Salvador Sánchez Jr, la rencarnación de un héroe trágico en el boxeo

Nadie puede exigirle que sea como Sal, opina el mánager Elvis Grant Phillip

Chava sube al cuadrilátero con la bata, los calzoncillos y las zapatillas que usó el ídolo de Tianguistenco

Foto
Chava asegura que no le afecta la sombra de su tíoFoto Juan Manuel Vázquez
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de marzo de 2010, p. a13

Sudadera azul cielo; la cara de Mickey Mouse manchada de sangre. También una cadena de oro, un reloj, una cartera con 4 mil 250 pesos y una tarjeta American Express. Eso fue lo que quedó entre los hierros retorcidos del Porsche blanco en el que murió el boxeador Salvador Sánchez la madrugada del 12 de agosto de 1982.

Se estrelló a más de 200 kilómetros por hora contra un camión de carga, en una carretera cerca de Querétaro. Los bomberos tuvieron que rescatar el cuerpo del campeón mundial, que a partir de entonces se cubrió con el halo trágico de héroe popular. Una promesa fundida en chatarra, sangre y llanto colectivo.

Las pertenencias que quedaron tras aquel accidente se convirtieron en parte de la colección privada del estadunidense Elvis Grant Phillip, el mayor compilador de objetos relacionados con el héroe de Tianguistenco.

Posee un muestrario de artículos increíbles. No sólo resguarda las batas, zapatillas y cinturones con los que Sal Sánchez subía a los cuadriláteros, sino incluso la ropa con la que murió. “Sí –admite– es un poco bizarro”.

Un tesoro dedicado a la memoria de quien considera no sólo el más grande peleador que ha tenido México, sino uno de los mejores del mundo.

La devoción fue premiada con el hallazgo de su más valiosa adquisición: la rencarnación del héroe trágico en la persona de Salvador Sánchez junior, sobrino del ídolo de Tianguistenco, ahora boxeador profesional. Es un regalo que la vida me dio, dice el estadunidense.

Copia fiel

La estampa del muchacho de 24 años es copia fiel de aquel peleador que emocionó a todo un país, cuando destrozó al puertorriqueño Wilfredo Gómez. Esa noche de agosto de 1981, en la que el mexicano estuvo a punto de expulsar al rival del cuadrilátero.

En la arena el público celebraba eufórico porque los puños de Sal Sánchez saldaban una deuda de honor provocada por la incesante verborrea del boricua.

Al sobrino le dicen Chava para distinguirlo del tío. El resto es una recreación visual y boxística del ídolo. Viste como Sal Sánchez. Se peina como él. Incluso en el cuadrilátero imita ese estilo, hoy casi en desuso, que distinguía a los púgiles del pasado: saltitos cortos, mucho movimiento de cintura y de cabeza. El vaivén de los gallos mexicanos.

Sí, se parece demasiado, pero no es él y lo sabe muy bien: Yo qué más quisiera ser al menos la mitad de lo que fue mi tío, dice el muchacho, quien parece salido del túnel del tiempo.

El cabello afro, los pantalones de cintura alta y acampanados, camisa con cuello y puños más grandes de lo que actualmente se estila. Es una imagen congelada de otra época.

Desde chiquito empecé a vestirme así, dice; me nació un día. Le dije a mi papá que me quería vestir como mi tío, eso antes de que yo entrara al boxeo.

Como no abundan las tiendas de ropa estancadas en la era Disco, manda confeccionar sus pantalones, camisas y trajes con sastres que siguen los patrones de la moda con la que se recuerda a su tío.

Hay un riesgo demasiado alto al parecer un clon de la figura mítica. Puede despertar la nostalgia por el ídolo perdido, o bien, desencadenar la censura iracunda por la blasfemia de atreverse a imitarlo.

Desde que entré en esto sabía que siempre iba a tener encima la sombra de mi tío Salvador, pero para mí no es presión porque fue un gusto que me nació del corazón y es algo que no puedo evitar. No creo que me afecte, confía.

Desde pequeño vivió marcado por la presencia del tío muerto. Cada año veía cómo la familia y muchos devotos seguidores acudían a presentar ofrenda a la tumba del peleador.

Aunque no lo conoció –nació tres años después del accidente–, estaba familiarizado con la imagen de las fotos que se multiplican en las paredes de la casa paterna, en los videos que devoran los deudos para revivir la grandeza del ídolo: Creo que fue hace unos cuatro años que me di cuenta de lo que verdaderamente pesa mi tío.

La incursión de Chava

A Chava lo bautizaron con ese nombre por decisión de su padre, Juvencio Sánchez, quien le dijo a su esposa que llamarían así al niño en homenaje de aquel hermano desaparecido unos años antes.

Empezó con el nombre y ahora practica el mismo deporte que su tío, dice doña Lucila Castro, mamá de Salvador junior.

Aunque los Sánchez viven del negocio de la carnicería, algunos de sus integrantes se han dedicado al boxeo, pero sin mucho éxito. Tarde o temprano alguno de ellos intentaría seguir los pasos del héroe de la familia.

Ese fue Chava. Por recomendación de su mánager, Elvis Grant Phillip, ahora sube a pelear con la bata que fue de su tío, con los calzoncillo que usó, con las mismas zapatillas.

Los utilizo con respeto, porque tengo mucha confianza en que voy a llegar a ser algo grande, dice lleno de entusiasmo. Pelearía incluso con el protector bucal del tío si se pudiera, pero es imposible, porque ese artículo está adaptado a cada dentadura. Si no, hasta ese llevaría, dice el mánager en medio de un ataque de risa.

Elvis Grant Phillip aclara algunas cosas antes de que haya malentendidos. Dice que la imagen del chico no fue producto de un cálculo diseñado en algún despacho de marketing. Aunque –reconoce– está consciente de que explotan una imagen nostálgica, la de un personaje por el que aún suspira un pueblo que adora a sus ídolos, sobre todo si éstos terminaron trágicamente.

“Obviamente lleva unos zapatos que son difíciles de llenar, pero nadie le exige que sea como su tío. No sería justo, porque nadie puede ser igual que otro. Su tío era su tío. Y Chava es otra persona, pero a su modo llegará a ser alguien grande.

Sin embargo, el parecido es inquietante. “Tiene el estilo idéntico al de Sal Sánchez, ya nació con eso”. Es, asegura, un diamante al que sólo falta pulirlo para que sea una verdadera joya.

La verdad, la gente hasta se asusta cuando lo ve por primera vez, por la forma en que se ve, pero también por la manera como se mueve, comenta el mánager.

Al final, terminan adorándolo. Lo quieren –dice– porque proyecta el cariño que todavía siente un pueblo por aquel ídolo que murió joven.

“La diferencia con él y otros hijos de boxeadores –no voy a mencionar nombres, pero la gente los sabe– es que Chava tiene ángel. Sigue siendo un muchacho humilde, del pueblo, que no ha cambiado nada”, dice el mánager, aunque Sánchez junior todavía no ha ganado ningún título.

No obstante, tienen razones para mostrarse entusiastas. Hoy Salvador Sánchez peleará en la gran función que protagonizarán Manny Pacquiao y Joshua Clottey, en Dallas.

Elvis Grant Phillip cuida la joya más preciada de su colección. Lo promueve en carteleras importantes. Es la fiel reproducción de aquel héroe que empezó a idolatrar desde los años 70 del siglo pasado.

Pronto se cumplirán 30 años de la muerte del peleador de Santiago Tianguistenco y quiere celebrarlo con un título mundial para el sobrino. Ese día hará realidad su sueño: tendrá un campeón llamado Salvador Sánchez.