Opinión
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México SA

Calderón en su laberinto

Pronósticos fallidos

Balance aciago

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El presidente Felipe Calderón asistió en Michoacán al aniversario de la creación del primer tribunal de justicia de MéxicoFoto La Jornada Michoacán
A

ndaba muy contento el inquilino de Los Pinos, lance que te lance pronósticos económicos por aquí, estimaciones laborales por allá, cuando alguien le dijo al oído: “bájale, Jelipe, que eso de las predicciones de plano no es lo tuyo, que todos tus vaticinios han fallado, y que por donde le busques los resultados de tu administración son escandalosamente malos, los peores en ocho décadas”. Pero el susodicho ni se inmutó, y se dedicó a inaugurar un campo de golf, mientras seguía cuente que te cuente historias de bonanza sólo existentes en su idílico país.

Muy emocionado dijo al respetable que “hoy, todos los pronósticos coinciden que cuando menos el crecimiento económico de México este año será de 4 por ciento, y algunos ya están estimando un crecimiento de 5 por ciento… La verdad es que estamos dándole la vuelta a la adversidad económica”. Felicidades, pero cuando una economía se hunde como lo hizo la mexicana en 2009, cualquier incremento parece majestuoso a simple vista, pero a la hora de ir al detalle lo primero que brota es que, aún cuando se cumpla su profecía –lo cual es dudoso–, el idílico avance no alcanzaría para tapar el enorme cráter abierto en 2009, y que en sus cuatro de años de estancia en la residencia oficial el resultado llano, con todo y predicción, sería de un crecimiento de 0.75 por ciento como promedio anual, por abajo del incremento poblacional y el más raquítico para un periodo igual desde tiempos de Miguel de la Madrid, lo que ya es decir.

En campaña electoral prometió un crecimiento económico anual de 5 por ciento, idéntica proporción que incluyó en el incumplido Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012. Ya sentado en Los Pinos, y por medio de los criterios generales de política económica para el cuatrienio, ofreció 3.32 por ciento anual, y en los hechos el resultado es el que se anota líneas arriba: 0.75 por ciento anual, siempre y cuando se cumpla su pronóstico de que en 2010 la economía avanzaría 5 por ciento. Si en el presente año la economía nacional crece 3 por ciento, entonces el promedio anual se reduce a 0.25 por ciento, y de 0.5 por ciento si el crecimiento es de 4 por ciento. Así, por donde se mire, el gobierno calderonista es sonoro fracaso, un gobierno fallido, que sólo en el discurso, como acostumbra, puede presumir triunfos inexistentes, avances imaginarios, éxitos de micrófono.

Para 2007, su primer año de inquilinaje, el tal Jelipe prometió 3.6 por ciento de crecimiento económico, pero en los hechos a duras penas llegó a 3.2 por ciento: en 2008 vaticinó un incremento de 3.7 por ciento en el PIB (incluida la que llamó reforma fiscal, que no fue otra cosa que el gasolinazo), y apenas libró 1.3 por ciento; ya en 2009, con la crisis encima –siempre por él negada– pronosticó 3 por ciento, y en realidad se desplomó 6.5 por ciento, de acuerdo con las cifras oficiales. Para el presente año auguró 3 por ciento, pero ahora, ya en confianza, va por 5 por ciento. Como se constata, en eso de las adivinanzas el cuenta cuentos también es fallido.

Lo peor del caso es que la situación económica empeora gobierno tras gobierno. Antes de que los iluminados neoliberales se asentaran en Los Pinos, transformaran la Presidencia en Gerencia de la República, vendieran la casa y se deshicieran de cualquier proyecto nacional, la economía mexicana reportó un crecimiento a tasa anual promedio de 6.26 por ciento (de Lázaro Cárdenas a José López Portillo), considerando los primeros cuatro años de cada administración; con la tecnocracia en el poder, amante del Consenso de Washington, esa misma tasa se desplomó a 1.78 por ciento (de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón), es decir, una diferencia en resultados de 3.5 tantos en contra de los cruzados tecnocráticos.

Las cifras oficiales dan cuenta de los resultados económicos (promedio anual) en el primer cuatrienio de los siguientes gobiernos: Lázaro Cárdenas, 5.1 por ciento; Manuel Avila Camacho, 6.8; Miguel Alemán Valdés, 5.72; Adolfo Ruiz Cortines, 6.4: Adolfo López Mateos, 5; el genocida Gustavo Díaz Ordaz, 6.9; Luis Echeverría (ídem), 6.4, y José López Portillo, 7.82.

En el equipo contrario, los resultados para igual lapso son: Miguel de la Madrid, -0.24 por ciento; Carlos Salinas de Gortari, 4.26; Ernesto Zedillo, 2.65; Vicente Fox, 1.52, y Felipe Calderón, 0.75 (si se cumple aquello de crecer 5 por ciento en 2010). Sin duda, las cifras son engorrosas y espesas, pero marcan la pauta: en los primeros cuatro años del zedillato el crecimiento económico fue casi 40 por ciento menor al reportado por el inquilino anterior, el de la solidaridad; en igual periodo, pero con el ideas cortas y la lengua larga en Los Pinos, tal crecimiento resultó 43 por ciento por abajo del registrado en tiempos del que prometió bienestar para la familia, y con Calderón el mismo indicador resulta 50 por ciento menor (siempre y cuando se cumpla el vaticinio para 2010) al alcanzado por el pregonero del cambio, de tal suerte que si de pronósticos se trata, el próximo gobierno podría presumir, con grado de excelencia, un avance promedio anual de 0.37 por ciento, y así para adelante, hasta que el estallido social nos alcance.

Y lo mismo sucede en el terreno del empleo. Ante los golfistas, presumió el inquilino de Los Pinos: el año pasado, con todo y que la crisis fue más grave, perdimos, en lugar de uno de cada 10 (como en 1995), uno de cada 100 empleos formales, y los hemos recuperado ya. Tan se han recuperado que al cierre de enero de 2010 el registro del IMSS (empleo formal) reconoce un inventario de sólo 95 mil plazas laborales (todas eventuales) más que al comienzo del gobierno calderonista, cuando la demanda real a lo largo del periodo supera 3 millones de plazas. Tal cual se observa en el ámbito económico, sucede en el ámbito laboral: en el primer cuatrienio de Zedillo, el IMSS registró 942 mil nuevos empleos formales (uno por cada tres plazas demandadas); en igual lapso de Fox se dieron de alta 195 mil plazas formales (6.5 por ciento de la demanda real), y con Calderón 95 mil (al cierre de enero de 2010), o lo que es lo mismo, 3 por ciento de la citada demanda.

Las rebanadas del pastel

Así de simple: en casi tres décadas el ritmo de crecimiento económico del país se desplomó de 7.82 a 0.75 por ciento (diez tantos de diferencia) y la generación de empleo formal de 30 a 3 por ciento de la demanda real (otros diez tantos), y si esas no son señales de alarma, entonces que el estallido social nos agarre confesados.