Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de enero de 2010 Num: 777

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La utopía indígena de Ricardo Robles
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Ceniza azul y destello
HJALMAR FLAX

La desigualdad de México desde el True North
MIGUEL ÁNGEL AVILÉS

Nocturno de Charlottesville
CHARLES WRIGHT

Estados Unidos y los indocumentados mexicanos
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

Una actriz de dos ciudades
RICARDO YAÑEZ entrevista con GABRIELA ARAUJO

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Jorge Moch
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Clásicos

En televisión (y cine), cuando escasea la creatividad surge el reciclaje. Es cosa común que a cada vuelta de las décadas algún ejecutivo, después de mucho devanarse el seso, redescubre el hilo negro: hay que hacer remakes (reediciones). Así, la televisión (y el cine) se va atestando de pan con lo mismo que en el mejor de los casos repite un argumento viejo y manoseado y vuelto a manosear, pero con las “estrellitas del momento” y quizá con una mejor producción en lo que a locaciones o efectos especiales refiere. Esto se da en todos lados, desde luego, pero en el caso de la televisión mexicana alcanza proporciones que van desde un moderado éxito –a veces ni con la súper producción alcanza, y allí de ejemplo la producción de HBO Latinoamérica, Capadocia, que pretendió refrendar en ámbitos latinoamericanos el éxito de Oz en Estados Unidos, ya que aunque mucho se autopromociona HBO con las nominaciones a su serie, el general el público vagamente se enteró de su transmisión– hasta el más patético de los fracasos. Aunque depende también del segmento de audiencia al que se destina la programación específica: Televisa se ha dedicado por décadas a refritear sus propias telenovelas; la misma historia –a veces hasta con el mismo título– que estuvo en parrilla, por ejemplo, en la década de 1960 se presenta en la década de 2000, con actualizaciones argumentales de circunstancia, lugar y elenco, pero contando básica y aburridamente lo mismo. A su público no parece importarle.

La angostura creativa arrasa todo, incluyendo el sector de programas de concursos: en lugar de diseñar productos realmente novedosos, las cadenas se limitan a copiar formatos que resultaron exitosos en otros lados. Se llega al extremo lastimero de hacer copia tugurizada, de un programa que ya era una mala copia del original. El mejor ejemplo de esto es quizá también de Televisa, Cien mexicanos dijeron, ahora bajo la conducción de un personaje cutre, presuntamente chistoso y sacado de una de las pésimas series que buscan llamarse cómicas en el imperio Azcárraga: El Vítor, dicharachero conductor de microbús interpretado hasta el anacrónico estereotipo por Adrián Uribe. Esta versión de Cien mexicanos… (mala, diría doña Liliana Felipe, como película checa o una visita al dentista) es mala copia del programa homónimo que condujo Marco Antonio Regil, a su vez copia del original estadunidense Family Feud.

La sequía creativa da para un canal entero. En el caso concreto de Televisa, teniendo una buena cantidad de crestomatía embodegada, alguien ideó lo previsible: el rescate y reciclado. El paso lógico fue lanzar un canal de televisión que repitiera lo transmitido en años anteriores y llamarlo un canal de “clásicos” de la televisión mexicana y así tenemos ahora en parrilla de televisión cerrada el canal Clásico tv, donde podemos volver a ver el despliegue creativo de la Televisa de los años comprendidos en las décadas de 1960 a 1990. Lo que resalta el patetismo de Clásico tv es la intención de bautizar de “clásico” a cualquier fracaso de aquellos años, cualquier bazofia de las demasiadas que produjo Televisa con la intención de seducir a un respetable público que, también es cierto y hay que decirlo, jamás se ha caracterizado por ser exigente y más bien suele conformarse gustoso con cualquier porquería que le sirvan las televisoras. Allí, entonces, la retransmisión de series supuestamente cómicas que convirtieron el ideario colectivo en una suma de estulticia, con guiones malos, mojigatos, censurados y encima mal actuados. Salvo raras excepciones de aquellos tiempos (de los actuales mejor ni hablar) como Ensalada de locos, las primeras temporadas de La carabina de Ambrosio o El show de los Polivoces, la mayoría de las producciones “clásicas” de Televisa fueron o sonados fracasos de audiencia o éxitos momentáneos que pronto quedaron en aire caliente. Allí esperpentos como Cachún, cachún, Mi secretaria, Silvia y Enrique o Anabel. Algunos sucedáneos de esas mismas series fueron quizá de lo más malo que se ha podido hacer en la televisión del mundo. Allí, por triste ejemplo, la misma Ensalada de locos, pero con Guillermo Rivas en lugar de Alejandro Suárez o La carabina… cuando lo conducía Manolo Muñoz, que el pobre era más espeso que un plato de avena.

Más que un rescate de parrilla que valga la pena ver, Clásico tv parece una colección de fracasos. Lo más triste del asunto es que el público mexicano sigue dando para eso y más. Que lo digan, si no, sus índices de audiencia.