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Quería una familia, dijo Brenda, su compañera y madre del hijo que nacerá en febrero

Al Bombardero lo venció la muerte antes de ser campeón mundial

Marco Antonio Hernández, de 24 años, planeaba conquistar un cetro del orbe

Lamenta Édgar Sosa el fallecimiento del púgil

Se donará parte de los ingresos de la función del 27 de enero

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Édgar Sosa acudió al sepelio de Marco Antonio Hernández
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de enero de 2010, p. a13

Al campeón nacional supermosca Marco Antonio Bombardero Hernández lo derrotó la muerte. El cáncer, que se inició en sus genitales, pronto de propagó al resto del cuerpo y ayer a las cuatro de la madrugada terminó por cegar su vida. Cortó, de tajo, sus sueños arriba del cuadrilátero, ya que tenía planes de llegar a ser monarca del orbe.

Fue un joven sano, entregado por completo a su trabajo. Quería formar una bonita familia, iba a ser campeón del mundo, suelta con voz entrecortada su compañera, Brenda Jiménez, madre del hijo que nacerá el próximo mes. Me dijo que estaba muy contento con el niño, pero que no lo dejaría que fuera boxeador, porque es una profesión muy difícil, agrega.

En el número 57 de la calle Industrial, en la colonia Martín Carrera, donde nació y vivía el también monarca Fecarbox y del Caribe del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), velaron el cuerpo del púgil, quien se forjó a trote en el cerro del Tepeyac, adonde se escapaba casi a diario, para luego meterse formalmente al gimnasio bajo las órdenes de Julio Cuervo Gamboa, quien lo forjó como campeón.

Una centena de familiares y amigos escucharon las notas de Paso a paso, que acompañaban a El Bombardero al subir al cuadrilátero. Era como su grito de guerra, con el que se crecía para dar cuenta de sus rivales, en los 19 combates ganados de los 25 disputados en su carrera de casi cinco años.

Su padre, también de nombre Marco Antonio, lo recuerda como un joven bien portado, que disfrutaba de participar año con año en el festival de la primavera del barrio. Le surgió el gusanito del boxeo por ver a su ídolo Marco Antonio (Barrera) y a otros peleadores que ganaban sus combates. No me acuerdo haberlo visto triste, siempre andaba riéndose de todo, era muy alegre.

Uno de sus grandes amigos y eventual compañero de trabajo estuvo en el lugar para hacer una guardia de honor: Édgar Sosa, el ex monarca minimosca del CMB. Es una lamentable pérdida no sólo para su familia y para el boxeo del país, sino porque tenía grandes planes de llegar a lo más alto del boxeo mundial, comentó. Para eso lo estaba apoyando el promotor Fausto García, quien guía también la carrera de Sosa.

Todavía el 5 de diciembre subió al enlonado y venció por descalificación a Eduardo García, pero al día siguiente ya no quiso levantarse, narra su único hermano, Eduardo. “Se sentía mal, me dijo: ‘como si hubiera estado peleando todo el día, carnal’”. Recordó que su promotor le ayudó para ingresarlo a un hospital particular, donde le detectaron el cáncer, le extirparon el órgano dañado, pero la metástasis se había extendido ya en un proceso irreversible.

Compañero amoroso, buen hijo, mejor hermano, El Bombardero perdió la única batalla que nunca nadie ganará. La letra de una de sus canciones favoritas era: Aunque me costó mucho trabajo, de aquí no me bajo, porque me gusta aquí arriba, y escribió una oración a sus padres, Marco y Rita: Voy a echarle ganas para sacar adelante a mi familia. Vuelvo a empezar de cero para ser alguien en la vida...

Por la mañana, al conocer la noticia del deceso, en la Comisión de Boxeo Profesional de esta ciudad, mánagers, réferis y servicio médico decidieron que en la próxima función del 27 de enero en el Foro Scotiabank los participantes entregarán parte de sus ingresos a la familia Hernández Uribe.

También se propuso la creación de un fideicomiso para poder enfrentar casos como éste. Se buscará que el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, dé una audiencia a Rafael Herrera, titular de la Comisión de Boxeo, para hablar sobre el seguro social.