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Hacen falta agallas para levantarse

El Policía, un púgil que aprendió a vivir con la derrota

El boxeador ha perdido 15 de 23 combates

Foto
Francisco Valdez es motopatrullero de TlalnepantlaFoto Juan Manuel Vázquez
 
Periódico La Jornada
Sábado 9 de enero de 2010, p. a14

El miedo se apoderó del boxeador Francisco Valdez. Un golpe en la mandíbula que lo derribó en el cuadrilátero del Scotiabank fue la causa, en esa noche en la que el puño del Vikingo Terrazas también lo hizo perder la capacidad de imaginar que era posible ganar.

No era la primera vez que caía derrotado. De hecho, en su carrera como profesional ha perdido la mayoría de sus peleas, pero esa vez sintió que algo se le escapaba para siempre.

Aunque los números no favorecían a Valdez –quien para agosto de 2008 ya acumulaba 12 caídas y apenas la mitad de victorias–, y a pesar de que ahora titubeaba cuando subía a los cuadriláteros, decidió no arrojar la toalla, convencido de que para levantarse de un combate perdido hace falta tener agallas, dice el pugilista, quien también es motopatrullero en Tlalnepantla, otro oficio que tiene sus peligros y exige coraje, agrega.

En el deporte hay que aprender a convivir con la derrota, porque parece que lo único importante es ganar a cualquier precio, explica el boxeador de 30 años, cuyo sobrenombre es el Policía, quien perdió nueve de sus primeras 11 peleas: es lo mismo que en la vida.

Recuerda que hace ocho años vivió una experiencia parecida cuando sufrió un accidente mientras patrullaba en su motocicleta por las calles del estado de México. Esa vez el asfalto estaba mojado y su automotor derrapó, perdió el control y salió expulsado.

Después de ese percance sintió miedo de volver a conducir una moto, pero luego de un breve tiempo de recuperación tuvo que sobreponerse para volver a cumplir con sus obligaciones de servidor público.

Todo mundo cae y todos tienen que salir adelante, se dice para darse ánimos, pero tras perder ante Terrazas reconoce que ya no fue el mismo. Antes, inclusive, llegó a ser campeón del estado de México y de Fecarbox, pero nadie lo había noqueado de esa manera.

A partir de entonces empezó a subir a pelear hecho un manojo de nervios, se quedaba congelado sobre la lona, eludiendo los embates y sin el valor suficiente para trabarse en el terreno corto: Ese nocaut me afectó física y sicológicamente. Algo en mi cuerpo y en mi mente dejó de funcionar y luego me hundí en una mala racha.

Algunos peleadores aseguran que físicamente un nocaut no es una experiencia dolorosa en sí misma. Inclusive hay quien dice que la sensación de extravío puede llegar a ser placentera, pero las que quedan severamente lastimadas son la autoestima y la confianza.

Floyd Patterson, un célebre peleador de los años 60 en la década pasada, nunca pudo reponerse de las derrotas que le propinó su rival, Sonny Liston. Era tal su incapacidad para sobrellevar la frustración, que solía viajar con un maletín en el que llevaba un disfraz para salir de incógnito tras un resultado adverso y luego se aislaba del mundo por vergüenza.

A mí no me apena caer, afirma Valdez. Siente un especial orgullo porque aunque perdía, la gente solía estar de su lado.

Nadie daba un 20 por el Policía, pero cuando veían su entrega, el público empezaba a apoyar al que estaba en desventaja. Te llevas la derrota, pero también una victoria porque sacaste la casta y le complicaste al favorito, solían decirle al final de las contiendas.

Lo difícil era volver al vestidor, reconoce, donde tenía que soportar a solas la frustración de no poder sacar el resultado. El consuelo era que vendía cara la derrota: se puede perder, pero hasta para eso se necesita carácter, insiste.

Luego de la pelea con Terrazas volvió a caer dos veces más: en junio de 2008, ante Daniel Aguillón –quien murió tras una pelea ese año–, y con Azael González, tres meses más tarde.

Así alcanzó la cifra negativa de 15 caídas en 22 combates. Durante un año sólo logró un triunfo y fue noqueado cuatro veces. Luego hizo una larga pausa de meditación.

El año pasado, el Policía Valdez regresó a los cuadriláteros. Esta vez con el reto de sobreponerse a sus temores. Peleó en julio contra Said Hermosillo y ganó. Lo noqueó en el segundo asalto y con la victoria sintió que recuperó algo que pensó ya había perdido para siempre.

Otra vez sueña con la posibilidad de salir con el puño en alto. Aún más, este año está seguro que significará su posibilidad de conquistar un título nacional y, ¿por qué no? –se pregunta ya envalentonado–, hasta un campeonato mundial.

Estoy seguro que este es mi año, voy por todas las canicas, asegura, y refiere que la victoria de julio pasado fue sólo para recuperar la confianza herida, para volver a sentirse capaz frente a un rival.

Ahora vienen los verdaderos retos, advierte, porque la sombra de las caídas siempre acecha y para afrontarlas sabe que hacen falta agallas, dice mientras se calza el casco para volver a montar su motocicleta.