Opinión
Ver día anteriorSábado 28 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Planeta de ambidiestros

L

a Izquierda y la Infancia es el nombre del congreso latinoamericano que se llevará a cabo en alguno de nuestros países, cuando se asuma que sólo el pensamiento y las fuerzas de izquierda podrán –si aun existen*– hacer suya la causa de los niños, sin retórica ni falsas conciencias.

Este mes se cumplieron 20 años de la Convención Internacional de los Derechos del Niño sin poder ir más allá de la retórica, porque Teletones, DIF y las tarjetas de Navidad del Unicef, con sus artísticas fotos sobre la pobreza y el hambre de los niños, hacen suponer que hay quien se está haciendo cargo del problema. Sin embargo, según cifras de la Cepal y del propio Unicef, no hay mejoras significativas y, en algunos casos, la gravedad de los males que afectan a niños y mujeres aumenta, en un mundo que sigue creyendo que el desarrollo es algo diferente al bienestar de la mayoría.

La mala situación mundial de la infancia es el hecho ético más grave en la base del siglo XXI. América Latina se encuentra en proceso de africanización y segunda colonización, en la que su independencia se esfuma bajo nuevas formas de esclavitud, ahora contra niños y mujeres: estrategia oscura de los poderosos, crimen perfecto.

Aldo Farina, hoy sólo una referencia al auditorio del Comité Italiano para el Unicef, llevó a la región del Friuli, en 1987, a 200 periodistas de todo el mundo para hacernos ver que la Convención por los Derechos de los Niños era ambición de amor y que había que promover su firma en nuestros países.

Por alguna razón que ni la sicología, ni la medicina, ni la filosofía han logrado esclarecer del todo, el odio se impone al amor, y la miseria del alma humana a su grandeza: ahí están los niños mexicanos con todos los derechos, mientras estén en el útero –dice el señor Gómez Mont–, sin considerar que cuando nacen ya casi nada hace el Estado para asegurar su bienestar; sin considerar que con lo que se gastará en la innecesaria cédula de identidad o con los sueldos del cuestionable IFE, se podría asegurar la alimentación de cientos de miles de niños por un año, por ejemplo.

El señor Gómez Mont ignora que el primer derecho de los niños es ser deseados por sus padres y que el niño sufre daño sicológico permanente cuando viene al mundo contra la voluntad de su madre.

No necesitamos ser muchos, pero sí mejores, decía el doctor Joaquín Cravioto, quien dedicó su vida a la infancia.

*Ya no hay izquierdas ni derechas, sólo hay excusas y pretextos, una retórica maltrecha para un planeta de ambidiestros, nos canta Rubén Blades.