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Premios Nacionales 2009

El músico y laudero recibirá el galardón en la categoría de artes y tradiciones populares

Cirilo Promotor llama a impedir la desaparición del son jarocho

Fandanguear es mi vida y mi ley, y voy a morir en la raya, manifiesta a La Jornada

Comparte el reconocimiento con la tejedora maya Celsa Luit Moo y los alfareros de Ocumicho

Foto
Cirilo Promotor Decena, durante la entrevista con La JornadaFoto Sergio Hernández Vega
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de noviembre de 2009, p. 3

Tlacotalpan, Ver., 24 de noviembre. Don Cirilo Promotor Decena hace honor a su apellido, pues, además de ser promotor incansable del son jarocho, también representa uno de los pocos testimonios vivos del fandango sotaventino, al cual ha dedicado 76 años.

Su afición por el son y el taconeo la resume así: es mi aquél, mi vida y mi ley; y voy a morir en la raya, fandangueando.

Por más de siete décadas don Cirilo ha enarbolado una cruzada personal para evitar que el son jarocho se pierda en el olvido y pide a quienes fueron sus alumnos que cuando parta le hagan un único homenaje: impedir que se pierda la tradición, porque eso sí será una tristeza, una lástima.

El músico tlacotalpeño recibirá el Premio Nacional de Artes y Ciencias 2009 en la categoría de artes y tradiciones populares, el cual comparte con la tejedora maya Celsa Luit Moo y los alfareros purépechas de Ocumicho, Michoacán.

Fandanguear contra el olvido

Cirilo Promotor Decena nació en 1927 en Mata de Caña, poblado ubicado en las márgenes del río San Juan, uno de los afluentes del Papaloapan, y desde los seis años comenzó a fandanguear al lado de su abuelo Epifanio Decena y de su tío Guadalupe Cruz, requintistas y decimeros, a quienes recuerda como sus primeros maestros.

Yo me arrimaba con ellos con un chaquiste (jarana muy pequeña) y siempre cuando había fiesta en el pueblo o mataban cerdos era seguro que habría fandango. La noche iba a ser de zapateado y sones, rememora.

Don Cirilo fue jornalero agrícola y pescador, cuando el kilo de robalo estaba en 35 centavos, trabajos en los que ocupaba cinco días de la semana, pues sábado y domingo eran de fandango obligatorio en Tlacotalpan, hasta donde llegaba en cayuco (lancha de madera) desde Mata de Caña. A los 15 años comenzó a participar en los fandangos realizados en cantinas y plazas públicas.

Miguel Ramírez, apodado El tío caballo viejo y Vicente Lira, La Cota, propietarios de cantinas en los portales de Tlacotalpan, fueron los primeros en contratar a Cirilo Promotor para amenizar el zapateado dominical, recuerda. También las fiestas en honor a la Virgen de la Candelaria eran de tocada obligatoria para honrar a la patrona de las candelas.

Toqué con todos los músicos de acá, los conocí a todos; muchos ya se fueron, pero al igual que yo, para ellos el fandango fue su vida, evoca.

En especial recuerda a los requinteros Gonzalo Cabrera, Rafael Palma, Daniel Cartagena y Nicolás Rodríguez, así como a los jaraneros José Aguirre Vergara, Evaristo Sival, Andrés Alfonso y Fidel Barrán, compañeros de interminables veladas con sones y zapateado.

También fui bailero: no sólo tocaba, sino zapateaba con las muchachas del pueblo. Ahora ya no puedo bailar como antes, pero me gusta ver que los jóvenes sigan golpeando la madera.

Sin embargo, don Cirilo se queja de que a las nuevas generaciones ya no les atrae el zapateado y algunos sones se van perdiendo.

“Antes eran filas de personas que zapateaban en la tarima; había sones como el Son de a montón en el que hasta seis u ocho mujeres bailaban al mismo tiempo.”

–¿El taconeo y fandanguear están en peligro de extinción?

–No, hay jóvenes que siguen aprendiendo y eso me tranquiliza el alma. Pero hay sones que ya no se tocan o muy pocos lo hacen, sólo los más viejos, y se debe evitar que el tiempo se los lleve.

–¿Tocándolos y enseñando?

–Fandangueando, es la mejor escuela; que fandangueen los viejos para que aprendan los jóvenes.

–¿El fandango es su su misión?

–Más que eso, es mi ley. Para mí es una alegría, una cosa que llena el corazón y tanto así que moriré en la raya: fandangueando. Es lo único que tengo. Es mi aquél.

A la lista de sones que defiende del olvido se suman El trompito, La sarna, El cascabel, Morena, El pájaro Cu, La guacamaya y El huacalito. Y de todos los habidos y por haber tiene un lugar especial el Siquisirí, el papá de todos los sones, que ningún fandanguero debe desconocer. Si no lo sabe y no le rinde tributo, no es fandanguero, sentencia.

Que cante la madera

La primera guitarra que poseyó don Cirilo fue un chaquiste, pequeña jarana de sonido muy agudo que los lugareños bautizaron con el nombre local de un mosquito muy pequeño, que al picar provoca hinchazón visible.

Ese chaquiste se lo regaló su padre, Juan Promotor Cruz, quien lo mandó hacer con Melesio Vilaboa, uno de los lauderos más famosos de aquella época en Tlacotalpan. El precio en 1933 fue de siete pesos, rememora don Cirilo.

El son lo llevó a la laudería para elaborar sus propios jaranas y requintos. Su fama de laudero, reconocida en todo el Sotavento, lo hizo ganar el Premio de Arte Popular Mexicano del Fondo Cultural Banamex en el rubro maderas e instrumentos musicales.

Cirilo Promotor tiene la vista disminuida, lo cual le impide continuar con la laudería, pues se requiere precisión para hacer hablar a la madera. Sin embargo, ha formado a muchos artesanos como Julio César Corro Lara, músico y director del grupo Estanzuela, quien ha ganado reconocimientos como laudero.

Desde 1974 don Cirilo imparte clases de requinto y jarana en la Casa de la Cultura Agustín Lara de Tlacotalpan, y a pesar de su defensa del son tradicional no está peleado con los instrumentos electrónicos. Antes como antes y ahora como ahora; estoy de acuerdo con la música electrónica, pero no estoy de acuerdo en que se deje de tocar el son.