Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Frenar o acelerar
L

a liquidación de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y con ello el despido de sus trabajadores, fin del contrato colectivo y del histórico Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), significa un cambio en la correlación de fuerzas sociales, políticas y económicas.

En el discurso de la resistencia sindical y sus alianzas débiles se reconoce que un golpe al SME es un golpe a todos; sin embargo, la estrategia de lucha no parece reflejar esta situación ni la disposición para corregir errores previos ni los que se han cometido sobre la marcha.

El cambio de esquema y la debilidad político-electoral de Felipe Calderón ofrecen las mejores condiciones para dar golpes de timón como ha sido el decreto de extinción de LFC y la imposición de una política fiscal recesiva e inmediatista, así como dar los pasos para el cambio estructural siguiendo la dirección que marcan los poderes económicos oligárquicos, fácticos y monopólicos que dominan la economía y la política del país mediante un sistema de partidos subordinado, desprestigiado y al servicio legislativo.

En el submundo de la partidocracia, de la cual una parte dice representar a la izquierda, más los liderazgos sindicales, se apuesta a la resistencia y a luchar para que todo siga igual y sin cambios, pues voces amigas, incluso del SME, del sindicalismo independiente y de algunos analistas habían advertido con anterioridad la necesidad de que éste encabezara cambios, reformas y transformaciones en la industria. Para ello se requería abandonar el gremialismo crónico y las confusiones que han hecho que se piense que LFC era una empresa social en manos de los trabajadores, cuando era una paraestatal cuyo abandono era parte de la trampa.

De esta manera, los trabajadores se asumieron como patrones sustitutos de ellos mismos y por eso absorbieron de manera central el golpe que hizo que una paraestatal regional fuera absorbida por una paraestatal monopólica como es la Comisón Federal de Electricidad (CFE).

Cabe señalar que el carácter monopólico de los monopolios estatales han sido cuestionado de manera doctrinaria por los ideólogos del neoliberalismo económico privatizador, y ahora es el que defienden como la estructura que debe tener la industria eléctrica.

La dirección del SME camina sin un enfoque estratégico. Dividido a la mitad, dada la proporción de los que han aceptado la liquidación y los que no, la parte que resiste propone revertir jurídicamente el decreto y regresar como estaban, lo cual es históricamente imposible, antidialéctico, obtuso, demagógico; mientras los que han aceptado ser liquidados buscan reincorporarse como trabajadores, bajo las nuevas reglas laborales, que no serán mucho peores, pues no se dice que todo lo que ganaba el SME en las revisiones contractuales se homologaba automáticamente a los trabajadores de CFE y a su contrato colectivo pactado con el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM).

Por eso se puede afirmar que el golpe al SME es efectivamente un cambio de esquema, derivado de la debilidad de la izquierda en la correlación de fuerzas políticas y sociales, ante la falta de unidad provocada por el sectarismo, la falta de un programa de reformas y de una alternativa de cambio ante la crisis general del país.

La debilidad creciente se expresó en la última marcha, derivada de lo que llamaron paro cívico, el cual demostró la debilidad de las alianzas del SME, pues no marcharon con la dirección de los electricistas ni el dirigente de los telefonistas ni el de los trabajadores universitarios ni el líder mismo del lopezobradorismo.

El acto de dispersión-concentración por la demanda de diálogo dejó el llamado a una huelga nacional como estímulo, pero demostró debilidad creciente, aislamiento social y una demanda pobre, la del diálogo, que ellos mismos dejaron luego de la primera marcha.

Propuesta. ¿Por qué Marcelo Ebrard, en vez de transitar por el camino de la controversia constitucional, no propone a los gobiernos de Morelos, Hidalgo y estado de México la creación de una empresa regional en sustitución de LFC, de carácter bipartito, para la generación y distribución de energía y explotación de la fibra óptica con reconocida alta rentabilidad?

La diferencia sería luchar por un nuevo esquema productivo, saneado en lo financiero, lo técnico, lo laboral y en búsqueda de alternativas contra la operación ineficiente que será a futuro CFE, dado su carácter monopólico.

La tendencia mundial ha sido la operación regional y de empresas locales. Aquí, la integración de una, en sustitución de LFC con participación de los trabajadores, ya no sería una simple paraestatal: sería pasar de una alternativa –que ya no era ni para el país ni para los usuarios ni para sus trabajadores una posibilidad de retomar la iniciativa del cambio y la defensa del empleo– a integrar una con visión regional para el desarrollo industrial, urbano y de servicios. Hay dos formas de no chocar: una es frenar y la otra acelerar. ¿Hasta cuándo la izquierda volverá a acelerar?