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El mandatario y sus asesores de seguridad se reúnen para evaluar las mejores opciones

Advierten en EU que la guerra en Afganistán podría hundir al gobierno de Barack Obama
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El presidente estadunidense y el general Karl Horst visitan las tumbas de veteranos de guerra en la sección 60 del Cementerio Nacional de ArlingtonFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 12 de noviembre de 2009, p. 25

Nueva York, 11 de noviembre. El gobierno de Estados Unidos está por determinar su apuesta militar en Afganistán en lo que algunos alertan sería una aventura bélica que podría hundir a la presidencia de Barack Obama, si no es que marca el fin del último superpoder mundial. No es por nada que Afganistán se ha ganado el apodo del cementerio de los imperios.

Hoy el presidente y sus principales secretarios y asesores de seguridad nacional se reunieron una vez más (como lo han hecho unas ocho veces durante los últimos dos meses) para evaluar las mejores opciones para Estados Unidos en Afganistán en lo que hasta ahora es la guerra más larga de la historia del país. No se espera una decisión hasta el regreso de Obama de su gira asiática.

Durante meses el equipo de seguridad nacional de Obama ha ponderado qué hacer con el país que ha frustrado las ocupaciones e invasiones desde Gengis Khan, el imperio británico, la Unión Soviética y ahora Estados Unidos.

Su comandante militar en ese país, general Stanley McChrystal –experto en operaciones clandestinas y de las llamadas fuerzas especiales–, ha recomendado incrementar el número de tropas hasta 40 mil efectivos más a las 68 mil ya desplegadas ahí para una estrategia nacional de contrainsurgencia en ese país.

El vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs, confirmó ayer que hay cuatro opciones en consideración y que entre ellas se contempla el envío de otras 20 mil a 25 mil tropas, hasta 40 mil, y que cada una se basa en estrategias.

Según fuentes oficiales citadas por los medios, los principales funcionarios de seguridad nacional –el secretario de Defensa Robert Gates, el jefe del estado mayor almirante Mike Mullen y la secretaria de Estado Hillary Clinton– favorecen una opción que incluye el envío de unas 30 mil tropas, algunos apuestan por la cifra mínima y otros altos asesores evalúan la opción de enviar un número mucho más reducido, de entre 10 mil a 15 mil, la mayoría en capacidad de entrenadores, informó esta noche el New York Times.

Anteriormente se informó que algunos en el equipo de Obama –entre ellos el vicepresidente Joe Biden y el jefe del gabinete Rahm Emanuel– expresan preocupación sobre incrementar el número de tropas por ahora, posición que fue fortalecida al revelarse que el embajador en Afganistán, quien fue comandante de las fuerzas estadunidenses ahí, también cuestionó los beneficios de un incremento.

Obama, en una reciente entrevista con ABC News, dijo que al tomar la decisión desea asegurarse de que si estamos enviando tropas adicionales se mejoren las perspectivas de un gobierno afgano que funcione y que se reduzcan las perspectivas de que Al Qaeda tenga la capacidad de atacar a la patria estadunidense.

Su vocero Gibbs ha repetido que Obama está tomando en cuenta la situación política, la de seguridad, la salud de la fuerza estadunidense y todo lo que se necesita para asegurar que tenemos una estrategia que pueda lograr la meta de desmantelar, irrumpir y destruir Al Qaeda.

Pero hay dos problemas enormes que enfrenta Obama. El primero es el externo, pues las recientes y cuestionadas elecciones restaron legitimidad a Hamid Karzai, presidente de Afganistán, junto con dudas sobre la corrupción, el talibán y el poder del narco, queofrecen un panorama que mina cualquier estrategia estadunidense.

El segundo es posiblemente más grave: la guerra en Afganistán no cuenta con el apoyo del pueblo estadunidense y hay profundas divisiones sobre el tema entre los legisladores y líderes del Partido Demócrata. No faltan preguntas de periodistas en las rondas de prensa en la Casa Blanca, y hasta veteranos de guerra y políticos que participaron en decisiones parecidas sobre los paralelos de esta coyuntura con las del gobierno de Lyndon Johnson a mediados de los años 60, al debatirse un incremento en las fuerzas militares estadunidenses en Vietnam.

Bill Moyers, legendario periodista, quien fue secretario de prensa de Lyndon Johnson, advirtió recientemente que Obama estaba por repetir el mismo error en Afganistán que Johnson cometió en Vietnam al intensificar la guerra en ese país, lo que finalmente derrumbó esa presidencia.

También hoy hay disidentes notables, como Matthew Hoh, ex capitán de los marines con experiencia en combate en Irak, que se sumó al servicio exterior encargado como civil de la provincia de Kabul, y quien en septiembre se convirtió en el primer funcionario estadunidense en renunciar a su cargo en protesta por la guerra. He perdido el entendimiento de, y la confianza en, los propósitos estratégicos de la presencia estadunidense en Afganistán, escribió en su carta de renuncia.

Noam Chomsky calificó la guerra estadunidense en Afganistán como uno de los actos más inmorales de la historia moderna, en una entrevista reciente con la BBC, donde explicó que los costos humanos de esa hazaña han sido terribles. Cuando le preguntaron si Estados Unidos debería retirarse del país asiático, respondió que no importaba lo que pensaba él sino qué piensan los afganos, y preguntó: ¿dónde está la voz de ellos en todo este debate?

Gore Vidal, en entrevista reciente con The Independent, publicada por La Jornada, afirma que tal vez lo único bueno de que Obama continué la aventura bélica en Afganistán es que llevará al fin del imperio estadunidense.

Jon Stewart, el conductor del noticiero ficticio satírico The Daily Show –uno de los programas de noticias más influyentes de Estados Unidos–, se dedicó anoche a burlarse de los noticieros reales que se dedicaron todo el día a la nostalgia de la caída del muro de Berlín hace 20 años.

En plática con un corresponsal, imitando los noticieros reales, para analizar los eventos que llevaron al fin del imperio soviético, recordaron: la Unión Soviética tenía hecha pedazos su economía, actuaba arrogante en el ámbito internacional y ya contaba con pocos aliados, pero llegó un líder carismático que prometió cambios y reformas, hasta le dieron un Premio Nobel, aunque lo que ayudó a la destrucción de ese superpoder fue la invasión a un país que se llama… Afganistán.

Obama, dijo su vocero, evaluará las opciones y tomará una decisión en las próximas semanas, tal vez antes del fin de noviembre.