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Toros

Gran faena y emotiva despedida de Manolo Arruza en la corrida inaugural de la Plaza México

Triunfal actuación de Fermín Spínola, cortó tres orejas a nobles toros de San José

Un especulador Enrique Ponce fue pitado cuando pretendió regalar un chivo que debió ser sustituido

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El torero español Enrique Ponce lidió a Cañero, de 153 kilos, durante la inauguración de la Temporada Grande en la Monumental Plaza de Toros MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de noviembre de 2009, p. a42

En elocuente respuesta a los mexhincados que decidieron otorgarle el trofeo Manolo Martínez al diestro valenciano Enrique Ponce como triunfador de la temporada pasada, el matador capitalino Fermín Spínola, verdadero triunfador del serial 2008-2009, se alzó la tarde de ayer con tres meritorias orejas, luego de realizar dos completas, variadas y solventes faenas a otros tantos toros de la ganadería de San José, en el festejo inaugural de la temporada grande 2009-2010 en la Plaza México, que registró muy buena entrada.

Más que de aficionados se trató de gente bonita, de empresarios prósperos, conocidos locutores, cantantes, artistas e incluso algunos políticos, que abarrotaron las barreras de sombra y localidades numeradas como prueba evidente de su afición a… los apellidos, antes que a la fiesta de los toros, convertida en pasarela de fugaces reflectores en contadas tardes tres meses al año.

Lo verdaderamente trascendente, al margen de la ocasional afición de algunos, a quienes la empresa no le interesa atraer durante la temporada de novilladas, fueron las faenas realizadas ayer por los mexicanos Manolo Arruza y, sobre todo, Fermín Spínola.

El hijo de El Ciclón Mexicano honró la memoria de éste y dijo adiós a su profesión con dos reposadas faenas. La primera al abreplaza, cárdeno claro y abierto de cuerna, al que adornó con certeros y medidos pares de banderillas y aprovechó cabalmente en una faena por ambos lados con cabeza y corazón, recreándose, sin forzar la embestida y dejando una entera fulminante que le valió merecida oreja.

Y la segunda a un negro bragado, astifino y cornivuelto, que llegó a la muleta deslucido y agarrado al piso, condiciones que permitieron a Arruza desplegar su técnica y torería en meritorias tandas con ambas manos, en una estructurada faena que malogró con el acero. Le desprendió el añadido su pequeño hijo y con él en brazos Manolo recorrió el anillo al son de Las Golondrinas.

Prueba de que en México hay buenos toreros, aunque los empresarios no quieran apoyarlos, fue la espléndida actuación de Fermín Spínola, aún cariacontecido y sin saber vender las suertes, pero con una afición, una entrega y una tauromaquia que pueden llevarlo muy lejos. Haber sacado de su embeleso poncista a los acríticos mexhincados a pesar de no ser todavía una marca conocida, hace de Spínola uno de los toreros más sólidos del momento, no sólo por haber cortado tres orejas y dado un baño al divo de Chiva, sino por su despliegue de recursos y de solvencia con dos toros de muy diferente estilo.

Encastado por la indiferencia del público, Spínola primero desplegó su capote en un luminoso quite por fregolinas, rematadas con una brionesa, luego banderilleó con precisión en todos los terrenos y, por último, cuajó una rítmica faena con tandas hasta de seis, no tres, muletazos muy bien rematados, en un rítmico trasteo coronado con soberbia estocada en todo lo alto al noble Huasteco, del que se llevó las dos orejas.

Con su segundo, Cafetero, muy bien armado y que llegó con fuerza a la muleta, Fermín hizo alarde de intuición y de colocación, hasta meter al toro y a la gente en su muleta. Tras un pinchazo arriba cobró una estocada entera y obtuvo otra meritoria oreja, y el burel justificado arrastre lento. A ver qué trato recibe ahora Spínola por parte de las empresas.

Enrique Ponce, consentido de la empresa, la crítica y el público, anda sobrado de sitio y de distancias más que de interioridad, y tras una discreta faena a su primero, del que recibió un apéndice, e impotentes esfuerzos con su segundo, decidió regalar un toro, o su remedo, pues por toriles salió una res con pitones pero sin trapío que fue sonoramente pitada, por lo que el juez Eduardo Delgado accedió a regresarla para que saliera un nuevo regalo, éste con más presencia, al que Ponce medio mató en varas e intentó una faena por fax. ¡Ah, que las figuras consentidas!