|
|||||
![]() |
|||||
Yo era asistente. Y la que hacía el papel que se quiebra un pie, y Raúl me dijo: “Tú eres la única en esa edad…” Y le dije: “Ni de chiste.” Y ni sabían que había sido actriz. “Pero Martha, ya tenemos el compromiso, no podemos quedar mal.” Para acortarle: gané el premio a la primera actriz. De cuando dejé de actuar a entonces habían pasado quince años; tenía mi vida hecha, trabajaba, mantenía a mi hija. Pero dijo mi madrina: no puedes quedarte acá, tú naciste para actriz. Me lavó el coco: yo te ayudo con la niña unos meses, pero acepta. Y cuando llegué, Pepe Solé era el director más famoso y Carlos Ancira ya era actor, y empezaron conmigo en el '48. Decían: “¿Qué te podemos enseñar?” Pero yo lecturas no tenía, y le dije a la maestra Otero: “No puedo seguir en esta carrera porque no entiendo las clases.” Me dijo: “Vete a la biblioteca y lees esto y esto”, y así empecé. Y de ahí en más no paré. En un ensayo se aparece un señor y me dice: “Martha Ofelia, ¿no te acuerdas de mí?” “No.” “Pues a veces te acompañaba a tu casa, vivías por Galeana y como ibas sola tu mamá me decía: si yo tengo que trabajar tenga usted la bondad, Héctor, de llevarla.” “Pues no…” Y todos se me quedaban viendo como diciendo qué estúpida esta. Héctor Azar era el director de Teatro y pues tanto gusto y ya lo saludaba cada vez más cohibida. El instituyó el teatro escolar, temporada exitosísima; pero aquí todo es por sexenios. ¿Cómo le hizo para que todas las escuelas del DF acudieran? Formamos una generación de teatro. Eso se debería de hacer, pero con este gobierno… Estuve allí con Oscar Ledezma y Xóchitl Medina. Donde creo que me gradué, como gente y como actriz, fue con Azar. Con él se inauguró el Centro Universitario de Teatro (CUT), que le quitaron. Pusimos Juegos de masacre, vino Ionesco a verla; Hernán o la vuelta del cruzado, infinidad de obras. En el Arcos Caracol, Inmaculada, dedicada a mí. Se inauguró el CADAC (Centro de Arte Dramático, AC), y pusimos Doña Abelarda de Francia. Estuve mucho tiempo en teatro universitario, hasta que me empezaron a hablar de teatro comercial. Luego salió la televisión. Cine casi no he hecho. Con Oscar Chávez empecé en teatro bar, y en el Guau con Julián Pastor, Fernando Luján, Mauricio Herrera, Ernesto Gómez Cruz… Con Lupe Vázquez , Ernesto Gómez Santana, Alejandro Ciangherotti, Irlanda Mora y Luján inauguramos El Refugio del Viejo Conde. De teatro bar tengo veintitrés años. Luego vinieron las tandas, con Enrique Alonso. Después Jorge Ortiz de Pinedo, las telenovelas. En teatro universitario me sentí cómoda con casi todos, pero había en especial un gran actor, Carlos de Pedro. Me pesó mucho que dejara la carrera. Me he llevado muy bien con la mayoría de los actores. Tengo una carrera de sesenta años ya casi, conozco a mucha gente y a mucha le estoy agradecida. Mi vocación la descubrí cuando vine a estudiar al INBA, pero antes, cuando por inocencia volví, disfruté mucho. No lo analicé tanto, pero sí sentí una emoción muy grande. Lo que impone el entrar a un escenario, eso yo nada más se lo deseo a Calderón y a su gabinete… y un poquitito más. Por mucha experiencia que uno tenga, el pararse en un escenario, sea Bellas Artes o un granero, es lo mismo: el respeto a la gente es importantísimo. Igual un foro de televisión, un estrado, una banqueta. Soy muy disciplinada, muy responsable de mi trabajo, y cuando estreno o voy a grabar. Cuando estreno, peor: una semana antes nadie me dirige la palabra. Es una tensión espantosa, me lleno de granos desde el cuello hasta la cabeza, y cuando salgo a escena por arte de magia se me desaparecen. Cuando empezó a surgir Andrés (Manuel López Obrador) no le puse mucha atención. Después lo fui escuchando y verdaderamente, en el sentido de la palabra, sin que suene petulante, no he visto un líder de esa altura. |