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Hugo Gutiérrez Vega
LAS EMPRESAS INFORMATIVAS Y LA ENAJENACIÓN (V DE VII)
Es necesario insistir en el carácter pasivo que tiene el consumidor de los productos elaborados por los medios de comunicación. Asegurar ese carácter y evitar, hasta donde sea posible, la presencia de manifestaciones indicadoras de una actitud crítica independiente, es una de las preocupaciones fundamentales de los ideólogos de las clases dominantes. El prestigio que a la letra impresa otorga el complicado aparato transmisor de noticias y el poder hipnótico propio de los medios electrónicos, hacen que el consumidor típico acepte, sin mayores reticencias, el mensaje autoritario y que lo difunda a otras personas, escudándose en el irrefutable poder del medio transmisor.
En su estudio Comunicación masiva y revolución socialista, Armand Mattelart sostiene que “el mensaje mercancía que el productor depara al consumidor viene sellado”. Este hecho obliga a pensar que la garantía de fábrica otorga al producto una perfección total. En las sociedades capitalistas subdesarrolladas influye de una manera determinante en el ánimo del consumidor de noticias el hecho de que éstas le lleguen a través de una red alimentada por los prodigios de una tecnología que, para él, es un territorio más milagrero y misterioso que el mundo de los cuentos de hadas.
El control que de los medios tienen en América Latina los grupos de la oligarquía económica, se manifiesta de una manera especialmente burda en los programas noticiosos que difunden tanto la radio como la televisión. Un especialista en problemas de comunicación social, de origen europeo , me comentaba recientemente que los programas informativos difundidos por los monopolios televisivos de América Latina deparan los más exquisitos deleites de la comprobación de hipótesis de trabajo a los que se dedican a estudiar las manifestaciones de la manipulación en la industria informativa. Estos programas realizan un impresionante descuartizamiento de noticias, las separan de la manera más trivial del contexto sociopolítico que los produjo, y transmiten boletines oficiales con un tono similar al usado por la radio alemana del período nazi; huyen de las más insignificantes manifestaciones críticas y evitan todo aquello que pueda provocar una actitud reflexiva de parte de los consumidores. El caos informativo que cotidianamente producen, corresponde a un plan ideológico que busca mantener a los individuos en completo aislamiento y asegurar la hegemonía de la clase dominante, fomentando la desorganización de las clases populares. Es indudable que sus maniobras van más allá de los límites marcados por el aparato de control político de los Estados. El hecho de que sus informaciones dependan, de una manera casi exclusiva, de las agencias internacionales de noticias que funcionan en los países capitalistas, nos permite avizorar la presencia de controles que rebasan las fronteras políticas de los países latinoamericanos. Lo anterior demuestra que el programa informativo aplicado por el imperialismo estadunidense a los países dependientes busca, de una manera primordial , imprimir a las empresas informadoras nacionales un sello uniforme y un marcado carácter acrítico. Dicho programa es sustentando por el aparato monopolístico constituido por las agencias internacionales de noticias. El imperialismo maneja su industria ideológica con la misma precisión con la que las empresas transnacionales introducen e imponen sus chocolates. Los métodos imperiales muestran características económicas comunes. El monopolio quesero Kraft hace quebrar a las pequeñas empresas de los países subdesarrollados, para asegurar su carácter hegemónico. Lo mismo sucede con los débiles aparatos informativos nacionales. Sobre ellos se impone el rugiente monstruo ideológico-mecánico de las agencias imperiales, capaces de producir noticias-chocolatines en cantidades industriales.
(Continuará)
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