Opinión
Ver día anteriorMiércoles 21 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
México SA

Menos ingresos e incremento de precios por obra y gracia del PRIAN

¿Qué pasa con el de Los Pinos, acaso volvió a caer de la bicicleta?

Foto
Diputados del PRD y del PT tomaron ayer la tribuna de San Lázaro en protesta por el incremento de impuestos que pretenden aprobar el PRI y el PANFoto Francisco Olvera
C

ocinado el pastel fiscal para 2010 –con la indigesta receta de la abuela neoliberal–, los mexicanos deben prepararse para vivir mejor el próximo año, toda vez que gobierno y legisladores acordaron clavar el puñal por las dos vías: la del ingreso y la del gasto; esto es, menos percepciones –porque deberán pagar más impuestos– y menor consumo por el incremento de precios en productos y servicios tanto del sector público como del privado.

No pocos dirán que si ése es el costo de vivir mejor, pues entonces que los dejen como están, que no le busquen ni pretendan arreglar el perfil, porque de cualquier forma las autoridades y los representantes del pueblo han demostrado hasta el agotamiento social que no tienen mayor creatividad ni alcance más que, un año sí y el siguiente también, para exprimir a los causantes cautivos y pasar a cuchillo a la sociedad, con crisis oficial o sin ella, para no llegar a ninguna parte que en espera del siguiente ejercicio fiscal para proceder en el mismo sentido.

Mañosos como siempre, hicieron que el 2 por ciento de impuesto para el combate de la pobreza (según el cursi de Los Pinos) acaparara la atención (por llamarle de alguna forma) de la clase política: unos a favor, otros en contra, pero todo el día, todos los días, machaconamente hablando del tema, y obviando el alud de aumentos que venían aparejados. No se escuchó otra referencia al paquetazo 2010, y ahora que lo echamos para atrás lo quieren vender como el gran logro de la democracia parlamentaria. Y en este contexto, ya se escuchan las triunfales voces de los salvadores de los mexicanos: con sentir patriótico, en defensa de los intereses más altos de la nación y cuidando los intereses de nuestros representados, impedimos que pasara el 2 por ciento de impuesto a la pobreza (aunque sí votaron a favor y dejaron vía libre al alud de impuestos que, aparejados con incrementos en precios y tarifas del sector público, de cualquier suerte deteriorará el de por sí famélico bienestar de los sobrevivientes de este país).

En el alud fiscal, los legisladores, con singular alegría, palomearon el aumento al IVA (de 15 a 16 por ciento, y de 10 a 11 por ciento en la zona fronteriza), al ISR (de 28 a 30 por ciento), a los depósitos en efectivo (de 2 a 3 por ciento, y redujeron el tope permitido de 25 mil a 15 mil pesos), al IEPS a tabaco (170.9 por ciento) y cerveza (26.5 por ciento), a bebidas alcohólicas con más de 20 grados de abrasivo (tres pesos por litro), a Internet (3 por ciento), a la par que incrementos en precios y tarifas del sector público, y lo que permanezca oculto, pero igualmente autorizado, en el cuerpo de la Ley de Ingresos para 2010. Lo mejor del caso es que los mexicanos nada recibirán a cambio del esfuerzo adicional exigido, salvo discursos y promesas, en espera del siguiente ejercicio fiscal para repetir el numerito expoliador por el bien de la patria.

Eso sí, a los amadísimos barones del dinero, a los especuladores, a los grandes consorcios y sus regímenes tributarios especiales ni por aproximación les tocaron un solo pétalo de sus floridos privilegios. El brillante gobierno y los cumplidores legisladores se concentraron en lo único que saben hacer a la hora de recaudar para resolver las urgencias nacionales: pegarle al ingreso y patear al consumo, en espera de que un milagro reactive la economía.

Queda una duda en torno al paquetazo 2010: recién electos como representantes del pueblo, los legisladores priístas que ahora dan cuerpo a la vigesimosexta legislatura se adelantaron a los acontecimientos y exigieron al gobierno calderonista que borrara del mapa fiscal uno de los dos impuestos en (supuesto) funcionamiento; es decir, que la Secretaría de Hacienda definiera la permanencia del impuesto sobre la renta (ISR) o el impuesto empresarial a tasa única (IETU). Calderón fingió demencia y la dependencia a cargo del doctor catarrito respondió –por llamarle de alguna manera–: el IETU es mínimo y sólo impacta a una de cada cinco empresas, y en tiempos de crisis no puede haber carga tributaria cuando el flujo es negativo. La respuesta del SAT fue más contundente: no desaparecerá ninguno de los dos gravámenes citados, pues no se ve realmente cómo se puede bajar la carga tributaria en este momento sin hacer un ajuste al gasto; no salen los cálculos.

Ya se conoce que los priístas se sumaron al carro y junto con los panistas aprobaron el incremento de la tasa del ISR (de 28 a 30 por ciento), lo que llevaría a suponer que –dentro de su exigencia– ése es el gravamen sobreviviente y que el IETU pasó a mejor vida, pero nada han informado oficialmente. ¿Será que olvidaron lo que públicamente plantearon allá por julio pasado? Pero bueno, si de cínicos se trata allí está el coordinador de la bancada tricolor, Francisco Rojas Gutiérrez, quien ayer celebró: no al IVA en alimentos y medicinas y lo hemos cumplido escrupulosamente, aunque para lograrlo dieron vía libre al alud de otros impuestos.

Es mucho pedir, pero tras la probación de la Ley de Ingresos por la Cámara de Diputados falta igual trámite en la de Senadores, quienes sí participan en estos menesteres, pero no en los del Presupuesto de Egresos. ¿Será mucha inocencia pedir a los inquilinos de Xiconténcatl que reflexionen y echen para atrás lo aprobado por los muchachos de San Lázaro? Lo es, sin duda, pero que no quede en el tintero.

Lástima que todo esto sea una vieja película, que se ve año tras año desde hace cuando menos tres décadas. Todos los años, a la hora de la Ley de Ingresos y del presupuesto de Egresos, se escucha la misma cantaleta: más impuestos, más parches, más sacrificios, más esfuerzo, más apriétense el cinturón, más de lo mismo, pues, para llegar al mismo sitio: a la nada. El país sigue dando vueltas en círculo y nada indica que abandone esa práctica en los próximos años.

Las rebanadas del pastel

Los mexicanos están preocupados, pues algo raro pasa en el pequeño reino de Felipe el Rabioso: ¿acaso habrá enfermado el inquilino de Los Pinos? ¿Compró juguete nuevo o encontró un modelo más reciente de caballito de batalla? ¿Perdió la memoria, sufrió un ataque de tos, volvió a caer de la bicicleta o, de plano, no encontró su píldora para dormir? ¿Qué será?, porque increíblemente ayer no defenestró a los electricistas para justificar el caos de su gobierno ni el hundimiento del navío de gran calado, y eso es sospechoso.