Economía
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Buscan cobijo en el comercio informal; el envío de fondos ha caído más de 25 por ciento

El desplome de las remesas complica la situación a familias de migrantes
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En junio pasado los connacionales mandaron a México mil 923 millones de dólares. La imagen corresponde a una empresa de envío de dinero en la ciudad de MéxicoFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Domingo 23 de agosto de 2009, p. 26

Los Otates, Mich., 22 de agosto. Durante seis años Elisa Ruiz y su hija vivieron sin mayores preocupaciones de los dólares que les enviaban de Estados Unidos al pintoresco estado de Michoacán.

Pero desde que la crisis financiera se agudizó en ese país los envíos han ido mermando de manera angustiante, en tanto conseguir empleo en México es cada vez más difícil por la aguda recesión que afecta a la segunda economía latinoamericana.

En Estados Unidos los migrantes que llegaron persiguiendo el sueño americano, como Valdemar Tapia, esposo de Ruiz, están sufriendo el látigo del desempleo, agravado, en su caso, por un accidente.

Él no tiene estudios ni papeles (documentos migratorios), y desde que se quemó (una mano en el restaurante donde trabajaba) le ha sido más difícil conseguir algo, comentó Elisa en la comunidad Los Otates, Michoacán, uno de los estados que más depende de las remesas, principalmente del país vecino.

A partir de octubre de 2008 las remesas familiares han disminuido más de 25 por ciento, hasta mil 923 millones de dólares captados en junio, aunque la reducción se vio parcialmente compensada por una depreciación del peso mexicano.

Aunque estacionalmente octubre es un mes en el que el envío de capitales del exterior aumenta ante la cercanía de las fiestas de finales de año, en esta ocasión se suma el hecho de que muchos migrantes enviaron sus ahorros a México ante su inminente regreso por la falta de trabajo.

Pero quizás no era el momento correcto para regresar a México, donde la situación está lejos de ser color rosa, con una tasa de desempleo equivalente a 5.17 por ciento en junio, sólo una muestra de cómo el país ha sido golpeado por la debilidad económica de Estados Unidos, su principal socio comercial.

Cuando no me puede mandar dinero mis hermanos me prestan o consigo prestado por otro lado, dice Elisa mientras saca un puñado de fotografías de cuando Valdemar vivía con ellas.

Antes de la crisis la mujer recibía hasta 600 dólares mensuales y hoy apenas 300, si es que él logra conseguir trabajo temporal como ayudante en algún comercio o en el lastimado sector de la construcción estadunidense, que usualmente emplea a la mayoría de los mexicanos.

Actualmente, como millones de mexicanos, Elisa se dedica al comercio informal de ropa, que trae de la ciudad de México, para poder subsistir en el pequeño caserío perdido en la sierra, donde la mayoría de sus 500 habitantes vive de la agricultura y apenas ganan unos 700 pesos (54 dólares) a la semana.

He aprendido que con ayuda de Dios te sirven igual 100 pesos que mil, afirma Elisa, una menuda mujer de 39 años, al fondo de una calurosa habitación con muros de adobe y techos de lámina y asbesto.

Cada año unos 500 mil mexicanos emigran a Estados Unidos en busca de alguna oportunidad laboral, la mayoría de manera ilegal y muchas veces arriesgando su vida en medio del calor del desierto de Arizona o explotados por polleros, como se llama a los traficantes de personas.

Aquí cada quien lucha por sobrevivir, comentó por teléfono Valdemar desde un pequeño departamento en Corona, California.

Está dura la situación. Hay poco trabajo. Los que tienen papeles no tienen chamba, y los que no tenemos estamos peor, agregó.