Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Javier Marías y Jacques Derrida
C

oncha Torralba conjunta estupendamente el pensamiento de Jacques Derrida con el talento de Javier Marías en torno a uno de los más grandes escritores que ha dado la literatura universal: William Shakespeare.

Su ensayo Contratiempo de una amistad se encuentra en el texto Conjunciones: Derrida y compañía, publicado por el grupo Decontra en Dyckinson, SL, Madrid, 2005.

Marías nos introduce, en su excelente novela Mañana en la batalla piensa en mí, en un mundo de encantamientos y espectros. Una mujer muere en circunstancias ridículas; se tejen entonces una serie de situaciones que no hubieran tenido lugar sin esa muerte, porque nadie sino un espectro podría dictar un mandato obsesivo de tal manera: piensa en mí, desde un lugar incierto como un sueño o ese lugar (no) desconocido en el otro lado del tiempo, en su negra espalda, ese personaje, un fantasma nos habla desde la marginalidad. ¿Quién dicta o maldice y por qué?

Torralba escribe: “Alguien desconocido dice, mañana en la batalla piensa en mí. Mañana, tiempo por venir, en el que se dará supuestamente un acontecimiento, una batalla, y en ese instante alguien vendrá a la memoria del otro. Alguien ruega, pide u ordena que no se le olvide, que estará sin ser visto en ese acontecimiento futuro y esperado del que participará de alguna manera. Una frase tan corta y a la vez con tantas historias, la que dice Marías, la visita de un fantasma, la elección de un lugar de memoria.”

La batalla ocurre, por tanto, en la negra espalda del tiempo, en el presente de aquel que ruega, que clama por ser pensado, por habitar en un instante la memoria y la escena del que piensa, “que espera el acontecimiento con su doble posibilidad de catástrofe y de promesa a la vez: es inútil cualquier expectativa, puede sobrevenir lo bueno o lo malo, la derrota o la victoria, lo porvenir del acontecimiento que desajusta el orden del tiempo.”

Llegando a este punto cabe, y de hecho resulta imperioso, preguntarnos quién es el emisor de dicha sentencia y quién el destinatario. Entonces aparecen la inquietud y el desasosiego que produce la visita de un espectro, la voz sin voz del fantasma que nos reclama pensar en él.

Torralba dice en este punto: “El hecho de que la voz espectral nos obligue a pensar nos recuerda también nuestra herencia; la forma personal del pronombre en primera persona es, en esta frase desgajada, contradictoria e intempestiva, porque no hay nadie a quien designe ni a quien sustituya su nombre, puede ser a uno o varios, pertenecer al pasado o dar el paso al porvenir, en cualquier caso, pensar en invita también a tomar cosas prestadas del fantasma que habla y a repetir algo de eso otro como si fuera una reviviscencia del pasado que se hereda.”

Derrida, en su libro Espectros de Marx, escribió: “Una herencia nunca se reúne, no es nunca consigo misma. Su presunta unidad, si existe, sólo puede constituirse en la inyunción de reafirmar eligiendo. Es preciso filtrar; cribar, criticar, hay que escoger entre varios posibles que habitan la misma inyunción. Y habitan contradictoriamente un secreto. Si la legibilidad de un legado fuera dada, natura, transparente, unívoca, si no apelara y al mismo tiempo desafiara a la interpretación, aquel nunca podría ser heredado. Se hereda siempre de un secreto que dice: ‘Léeme’. ¿Serás capaz de ello?”

En nuestra batalla personal y con nuestros propios espectros, ¿quién nos dirá, nos dijo o nos dice piensa en mí?