Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de julio de 2009 Num: 748

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Por qué menos es más
RICHARD MEIER

Esperábamos...
ANDREAS KAMBÁS

José Emilio Pacheco y los jóvenes
ELENA PONIATOWSKA

Carta a José Emilio Pacheco, con fondo de Chava Flores
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Michael Jackson (1958-2009)
ALONSO ARREOLA

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Germaine Gómez Haro

Tamara de Lempicka. La mujer de oro (I DE II)

El museo del Palacio de Bellas Artes presenta la exhibición Tamara de Lempicka, ícono de las artes plásticas del siglo xx, una selección de cuarenta y ocho óleos, quince obras en papel y fotografías de la artista más representativa de la pintura art déco, cuya vida y obra entreveradas en el glamour y el escándalo la convirtieron en la figura emblemática de la “mujer moderna” del siglo xx. Esta reseña dividida en dos entregas esbozará un recorrido por la vida de mujer de oro llamada así por el poeta Gabriele D 'Annunzio, y en su segunda parte se centrará en el quehacer plástico de una de las creadoras más destacadas y originales de su tiempo.

Tamara Gorska nació en 1898 en Varsovia, en el seno de una familia aristócrata. A la edad de doce años convenció a su abuela, que la adoraba, de llevarla a recorrer Italia donde entró en contacto con el arte renacentista y barroco que marcó de manera determinante su trabajo. Al inicio de la primera guerra mundial se trasladó a vivir con su tía Stefa a San Petersburgo, donde inició sus estudios de pintura, y en 1916 se casó con Tadeusz Lempicki, abogado que procedía de una rica familia de terratenientes. Al estallar la revolución bolchevique logran escapar a Dinamarca y, enseguida, se instalan en París, donde retoma su formación en la Academia de la Grande Chaumière y posteriormente con los pintores Maurice Denis y André Lhotte, quien la introdujo al neocubismo que constituyó la principal base de su desarrollo pictórico.

Muy pronto se enfrascó en la vida bohemia parisina de los clubes nocturnos y las tertulias intelectuales en Le Dôme y La Rotonde , alternando con las principales figuras del medio –Braque, Gide, Cocteau, Picasso, Foujita, Chagall, Kiesling, Van Dongen, Modigliani– así como los incipientes creadores de la moda como Coco Chanel, Molyneux y Elsa Schiaparelli. Su personalidad cautivadora aunada a su belleza y talento artístico fueron las herramientas que le abrieron las puertas de la alta sociedad parisina que se convirtió en el tema principal de su pintura, llevándola a la fama con sus impresionantes retratos de la alta burguesía captados en el estilo art déco. Cocteau vaticinó tempranamente que su pasión por las fiestas, el glamour y el dinero terminaría por aniquilar a la gran pintora que marcó un hito en los años veinte y treinta. Cuando se encontraba en el cenit de su éxito profesional, su desaforada vida social y sus extrovertidas aventuras sexuales con hombres y mujeres la llevaron al divorcio de Tadeusz Lempicki, padre de su única hija, Kizette, confinada a internados en Suiza e Inglaterra, mientras la imponderable Tamara levantaba tolvaneras de pasión a su paso. En 1929 es invitada a Nueva York por el millonario Rufus Bush para realizar el retrato de su prometida, y se fascina con los rascacielos y la modernidad del entorno urbano que incorporará en sus composiciones. En 1933 se casa con el barón de origen húngaro Raoul Kuffner, quien le proporciona los recursos necesarios para seguir llevando a cabo sus extravagancias en un mundo resentido por el colapso económico de la Gran depresión de '29 y la turbulencia inminente que desembocaría en la segunda guerra mundial. La mujer fría y calculadora cae en un arrebato de pánico ante la creciente amenaza de la ocupación alemana y, en 1939, convence a su marido de vender todas sus propiedades y emigrar a Estados Unidos.

Tras una breve estancia en Nueva York, la pareja se establece en Los Ángeles, donde de nueva cuenta Tamara cautiva al jet set hollywoodense que la equiparó a las bellezas míticas de Greta Garbo y Gloria Swanson. Ahí comienza el declive. En 1961 muere el barón y la artista experimenta su más terrible fracaso en una exposición organizada en Nueva York. Presa de terribles depresiones y sumida en la soledad total, decide retirarse a Houston, donde vivía su hija Kizette con su yerno y nietas. Su implacable arrogancia y orgullo no le permitieron jamás enfrentar el fracaso y, aunque siguió pintando y en 1972 fue motivo de una exposición en París donde se revaloró su obra del período 1925-1935, su trabajo de los últimos años pasó sin pena ni gloria, y la radiante mujer de oro que despertara tantas pasiones se fue apagando poco a poco hasta desvanecerse en la penumbra.

Los dos últimos años de su vida vivió en Cuernavaca en compañía de su amigo, el joven escultor Víctor Contreras, quien la cuidó con devoción y fue el encargado de esparcir sus cenizas sobre el Popocatépetl. Ese fue el último acto teatral de la diva polaca, cuya pintura es hoy emblema de audacia, feminismo y modernidad.