Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de junio de 2009 Num: 746

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Hijo de tigre
ORLANDO ORTIZ

Ángel bizantino
OLGA VOTSI

José Emilio Pacheco: la perdurable crónica de lo perdido
DIEGO JOSÉ

Jaime García Terrés: presente perpetuo
CHRISTIAN BARRAGÁN

Las andanzas de Gato Döring
MARCO ANTONIO CAMPOS

La cultura y el laberinto del poder
OMAR CASTILLO

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Germaine Gómez Haro

Agustín Portillo: los rostros de una época

El retrato, cuya justificación histórica como género era reproducir el parecido con el modelo, se transformó en un calidoscopio visual de infinitas interpretaciones abiertas cuando las vanguardias del siglo xx se abocaron a desacreditar y abolir el mundo exterior de las apariencias. En nuestro país, Agustín Portillo es de los pocos creadores contemporáneos que se ha dedicado de lleno, a lo largo de los últimos años, a explorar el retrato como pretexto para expresar sus tribulaciones en torno a diversos aspectos filosóficos y sociológicos del mundo actual. Portillo se dio a conocer en la década de los ochenta vinculado al movimiento conocido como neomexicanismo , en el que una generación de artistas jóvenes volvieron su mirada a temas relacionados con la imaginería popular, los símbolos patrios y religiosos, las fiestas y costumbres del pueblo, etcétera. En los noventa, el arte de Portillo dio un viraje hacia el neo-pop con imágenes eclécticas provenientes de las tiras cómicas, entreveradas con referencias kitsch y salpicadas de sugerencias eróticas y consignas de protesta.

En 2001 Portillo se vio obligado a emprender un exilio forzado a consecuencia de un enfrentamiento con la dirigencia del Conaculta y el propio presidente Fox, y se trasladó a Chicago, ciudad cuya diversidad social y cultural lo deslumbró y fue el detonante para la creación de una serie de pinturas cuyo tema era totalmente inédito en su quehacer anterior. Portillo se dedicó a observar las costumbres y comportamiento social de las clases media y alta, sus fiestas y divertimentos captados en fotografías que aparecían en periódicos, revistas e internet. Las pinturas de Portillo, reunidas bajo el título de América, se antojan como una crónica punzante de un sector de la población estadunidense cuyas actitudes son el fiel reflejo de nuestra era. Vemos imágenes de fiestas glamorosas de la alta sociedad, en contraste con los reventones del Mardi Gras o de los Spring breakers, escenas dionisiacas donde percibimos un muestrario del melting pot estadunidense –rubias voluptuosas, negros y mulatos de musculaturas exuberantes, jóvenes y ancianos atrapados en sus fantasías de plástico– que representan los entresijos de una sociedad deshumanizada que exhibe sus miserias a través del falso goce de unas carcajadas grotescas.


Pedro Almodóvar
Foto: cortesía del artista

A su regreso a México en 2005, Portillo se fascina con las imágenes de figuras importantes del mundo político, empresarial y los socialités que aparecen recurrentemente en las páginas de las revistas y prensa dedicadas al cotilleo de la frivolidad. La aventura pictórica iniciada en Chicago encuentra nuevos caminos con estos personajes mexicanos, que despiertan en el pintor el interés por llevar a cabo una “crónica social” de la burguesía mexicana. Para Portillo, estos retratos que integran la serie México son un “mero pretexto para desnudar el alma de todos nosotros, hablar de nuestras tristezas, de la soledad, las angustias, los miedos, de nuestras miserias”.

El Museo José Luis Cuevas presenta la muestra titulada América/México integrada por cincuenta obras seleccionadas de las series mencionadas . Las pinturas de Agustín Portillo destilan humor e ironía en un léxico fino y elegante conseguido a base de trazos precisos y cuidados, en composiciones equilibradas y armoniosas, con base en una paleta estridente afín al lenguaje pop y a la tendencia kitsch. Los rostros deformados por protuberancias –o tumores, como los llama Cuevas– son un recurso técnico para imprimir fuerza expresiva a sus personajes y extraerlos de la realidad. Si bien sus modelos son personas reconocibles, el arte de la pintura consigue trastocar sus identidades y convertirlos en personajes “inventados” por la imaginación y espontaneidad del artista, aunque todos sabemos –y aquí la prueba– que la realidad supera la ficción. Me divierte pensar que el realismo de las actitudes, vestuario y ambientación de sus controvertidos personajes servirán de documento gráfico para futuros estudios sobre nuestra era.

Sus retratos son bellos y grotescos, porque Agustín plasma con sinceridad el alma sin nombre ni apellido del ser humano que somos todos, deformados por nuestros laberintos de luminosidades y obscuridades. Sus pinturas son tragicómicas como nuestra era, y seguramente arrancarán una sonrisa y más de una reflexión a los espectadores.