Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de junio de 2009 Num: 746

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Hijo de tigre
ORLANDO ORTIZ

Ángel bizantino
OLGA VOTSI

José Emilio Pacheco: la perdurable crónica de lo perdido
DIEGO JOSÉ

Jaime García Terrés: presente perpetuo
CHRISTIAN BARRAGÁN

Las andanzas de Gato Döring
MARCO ANTONIO CAMPOS

La cultura y el laberinto del poder
OMAR CASTILLO

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Columnas:
Jornada de Poesía
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ANA GARCÍA BERGUA

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LUIS TOVAR

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Parasitismo (I DE II)

Cuando el pediatra dice: “hay que desparasitar a su hijo: tiene la pancita hinchada”, el interlocutor se entera de que nada bueno (tal vez, no demasiado grave) está ocurriendo: siguen providencias para aniquilar a los parásitos con una emulsión benefactora que debe tomarse en tiempos puntuales pero, como a los niños les da por meter la mano en todo y llevarse los dedos a la boca, es el cuento de nunca acabar. Todo eso lleva al atribulado progenitor hacia Corominas, para quien la palabra española “parásito” fue tomada del latín parasitus (con acento grave), la cual procedía del griego, donde significaba “comensal”. Es curioso descubrir que, en sus remotas raíces griegas, parásito se relaciona con “alimentar” y con “trigo”. Aunque Covarrubias y el Diccionario de autoridades ya registran la palabra, ésta fue de poco uso hasta finales del siglo xviii . Desde entonces, pareciera que la biología y la medicina se han apropiado de la misma, aunque en algunos textos de Plauto se empleaba para calificar a cierta clase de personas que vivían a expensas de otras.

Hay un autor rarísimo, de nombre Heródico de Babilonia, del que se conservan sólo mínimos fragmentos. Uno de ellos dice así (las traducciones que siguen fueron hechas del griego y del latín por Raúl Torres): “El nombre de ‘parásito' actualmente tiene mala fama, pero entre los antiguos encontramos que el parásito era una cosa sagrada y algo semejante a ‘comensal'. Por ejemplo, en el templo de Heracles en Cinosarges hay una estela que contiene un decreto de Alcibíades, quien tenía como secretario a Estéfano, hijo de Tucídides [¡tal vez se trata del historiador Tucídides!], y en él se dice lo siguiente: ‘que celebre los sacrificios mensuales el sacerdote junto con los parásitos. Que los parásitos sean hijos de ciudadano y extranjera, e hijos de éstos, de acuerdo con las costumbres ancestrales. Aquél que no quiera desempeñar el cargo de parásito, que sea llevado ante los tribunales también por esos cargos'. Y en las tablas de las leyes referentes a los deliastas [sacerdotes de Delos] está escrito lo siguiente: ‘Y los dos heraldos del linaje de los Heraldos [otros sacerdotes] del Consejo para los ritos mistéricos. Éstos tienen que ejercer como parásitos en el templo de Apolo Delio durante un año'. […] La mayoría de las ciudades, aún hoy en día, incluye entre los cargos más honorables a los parásitos.”

Crates, por su parte, en el libro segundo de su Dialecto ático , dice: “También el parásito en la actualidad se ha convertido en algo deshonroso, pero anteriormente se llamaba parásitos a las personas elegidas para el cobro del trigo sagrado y existía una sede oficial de parásitos. Por eso también en la ley del arconte basileo está escrito lo siguiente: ‘debe ocuparse el basileo, por lo que a los arcontes se refiere, de que sean nombrados y de que los parásitos sean elegidos de entre los demos conforme a los estatutos.” A partir de estas palabras queda claro que el lugar en el que los parásitos depositaban las primicias del trigo sagrado se denominaba “lugar de reunión de los parásitos (parasítion)”. Aristóteles, en la Constitución de Metone , dice: “Los magistrados tenían dos parásitos cada uno y cada jefe militar, a su vez, sólo uno; recibían contribuciones fijas de algunas otras personas y pescado de los pescadores.”

Ateneo, en su enciclopedia llamada Banquete de los eruditos , dice que fue la comedia de un tal Alexis la primera que llamó “parásito” a un personaje que hacía todo tipo de servicios (lambisconería, celestinismo, socarronería) para colarse en los banquetes; pero también cuenta que el primer parásito de la literatura es Podes, un compañero de convite de Héctor (Ilíada, XVII, 575-577).

De las comedias conservadas de Plauto, hay tres en las que aparecen parásitos: Captivi, Sticho y, la más famosa, Curculio . Los cautivos comienza con un parlamento del parásito que comienza así (habla Ergásilo, el parásito): “La gente joven me llama ‘Fulana' porque suelo asistir a los convites invocado, quiero decir, sin que me llamen. Yo sé que los colegas dicen que es un nombre inapropiado, pero yo afirmo que está pero que muy bien puesto: los amantes, al echar los dados, nombran, llaman a su amiga: ¿está entonces invocada la fulana, o no? La cosa está más clara que el agua; pues, ¡qué caray!, todavía está más clara con nosotros, los gorrones, a los que nadie jamás ni llama ni invoca: como ratones, comemos siempre la comida ajena; en las vacaciones, cuando la gente se va al campo, también tienen que tomárselas nuestros dientes.”

(Continuará)