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Se transmitió vía Internet la ejecución de la Filarmónica de Berlín

El mundo gozó el estreno de la nueva partitura de Elliot Carter
 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de junio de 2009, p. a10

La Filarmónica de Berlín realizó el estreno europeo de la nueva partitura de Elliott Carter, el compositor en activo más longevo en la actualidad, pues hoy lunes 15 de junio el maestro estadunidense cumple 100 años, seis meses, cuatro días.

A la batuta estuvo Daniel Barenboim, quien arropó dos obras de Carter en un programa que alcanzó dimensiones de apoteosis con otro par de composiciones, éstas de Richard Strauss, dos poemas sinfónicos que sonaron al inicio y al final del concierto, y en medio las creaciones carterianas.

Los espectadores colmaron las 2 mil 440 butacas de la Philharmonie, en Berlín, mientras decenas de miles repartidos en el mundo seguimos las acciones en vivo merced a la transmisión vía Internet, procedimiento tan escrupuloso y bien hecho que nos hace sentir dentro de la sala, en el momento mismo del acto.

Anacrusa. Una joven, de nombre Ana, cruza la visual en pos de su butaca. El director de orquesta realiza el primer movimiento de su batuta, anacrusa (nota o grupo de notas al principio de una frase), para que comience el concierto.

Desde el coro de cornos inicial, el latigazo en la sección entera de cuerdas y el remate en alientos-maderas, el poderío de la mejor orquesta del planeta, la Filarmónica de Berlín, es devastador. Cuando están bien dirigidas, además, las obras de Richard Strauss resultan estallidos de inteligencia que colman el aire y transportan a estados de euforia y reflexión de manera simultánea. Fue el caso.

Entre los privilegios de la vista y del oído que adquieren quienes siguen por Internet los conciertos de la Filarmónica de Berlín, están detalles que solamente sentado entre los atrilistas se pueden percibir, como el canturreo gutural que sigue Daniel Barenboim mientras dirige, y que acentúa sus braceos, gestos sinópticos corporales, brazos en cruz, en picada, alondra en ascenso, puesto todo al detalle mediante elegantes emplazamientos de cámara y rotundos acercamientos, big close-ups.

A la impresionante versión del poema sinfónico Don Juan siguió el estreno del Concierto para flauta, de Elliott Carter, compuesto hace apenas unos meses. El solista fue Emmanuel Pahud, quien a su vez es el flautista principal de la orquesta, como nueva demostración que el mejor agrupamiento sinfónico del mundo está integrado por solistas.

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En la imagen, tomada de la pantalla de la computadora, Barenboim dirige a la Filarmónica de BerlínFoto Pablo Espinosa

Esta obra la escribió Elliott Carter semanas antes de su Concierto para piano Interventions, que se autorregaló como pastel de su cumpleaños 100, festejado en Nueva York, donde vive Carter, precisamente con Daniel Barenboim como solista, mientras a la batuta estuvo James Levine, al frente de la Sinfónica de Chicago. Eso ocurrió el 11 de diciembre pasado.

De hecho, las celebraciones por el cumpleaños 100 de Elliott Carter consisten en 600 conciertos en todo el mundo, uno de los cuales ocurrió el sábado en la sala berlinesa, donde nuevamente Barenboim fungió como oficiante de esta fiesta singular, que continuó después del intermedio con los Diálogos para piano y orquesta, también de Carter.

En la primera obra, el Concierto para flauta y orquesta, el relieve central está en una muy interesante indagación colorística, muy al estilo de Messiaen. Lo más destacado de la segunda obra, Diálogos para piano, mientras tanto, resulta en una hiperdisfrutable complejidad rítmica que emparenta con los tejidos caros a Pierre Boulez, quien por cierto dirigió el concierto de la semana pasada, y de quien sonaron también dos partituras en aquella ocasión.

Este balance perfecto en los programas de la Filarmónica de Berlín se mostró a orquesta entera con la obra final: Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel, partitura que se escucha a carcajadas, sonrisas, risas. Pura alegría.

Es común, en contraste, que muchas veces esta obra suene en las salas de concierto en medio de una solemnidad inadmisible, tanto de los directores como de los músicos y del público. Es decir, que no entienden nada de lo que están tocando o en su caso escuchando.

En la mejor sala de conciertos del planeta, en cambio, fue una fiesta linda. Los músicos tocaban sus instrumentos mientras sonreían, reían, disfrutaban y el público a mandíbula batiente, y al final todos tan felices.

Así transcurre la temporada de conciertos de la Filarmónica de Berlín en la tranquilidad del hogar.

Felicidad.