Morelia, Mich., 14 de mayo. Jésica Guzmán Ramírez, de 30 años de edad, es divorciada y tiene dos hijos. Hace dos meses, en el hotel donde trabajaba de recepcionista, escuchó decir que habría recorte de personal porque la empresa estaba en problemas. Después del 23 de abril, cuando el gobierno federal anunció medidas contra la influenza humana, el número de habitaciones ocupadas se desplomó a 20 por ciento, cuando los fines de semana era superior a 70 por ciento.

Primero nos descontaron dos días de sueldo y dijeron que quien no estuviera de acuerdo se podría retirar. El 11 de mayo me anunciaron mi liquidación, y al día siguiente fui despedida. El gerente me aseguró que si la crisis se superaba pronto me mandarían llamar, recordó.

Su ex esposo le envía cada quincena una pensión de mil 200 pesos, que no me alcanza ni para pagar los estudios de los niños, que se suman los gastos de alimentación y a la mensualidad de una vivienda de interés social. De hecho, la pensión y su salario apenas eran suficientes.

La crisis económica que se inició a principios de este año provocó desaliento en la gerencia del hotel, pues la ocupación había empezado a bajar, pero lo que derramó el vaso fue la epidemia de influenza, que definitivamente le dio en la torre a la empresa y a varios de nosotros.

Dijo que es probable que se vaya al Distrito Federal, donde su padre podría ayudarle a cuidar a sus hijos mientras ella encuentra empleo. Habrá que empezar de nuevo. Espero que no se siga complicando la situación económica, porque no puedo dejar de trabajar un solo día, sostuvo.