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¿La Fiesta en Paz?

Capetillo, vida lograda

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Con Javier Solís en la cinta Rateros último modelo, en 1964
M

anuel Capetillo Villaseñor (Ixtlahuacán, Jalisco, 1926-Las Varas, Nayarit, 2009) fue uno de los toreros con más personalidad en la segunda mitad del siglo XX. Poseedor de una elevada estatura, ello no fue obstáculo para gustarse delante de los toros y, lo más importante en esto de ser figura, para gustar a los públicos con su tauromaquia de muletazos de larga duración.

Ya con 21 años y después de haber sido charro completo en la hacienda de su padre, debutó como novillero el trágico año de 1947, en el mes de noviembre, en Guadalajara, luego de que en agosto, septiembre y octubre habían caído mortalmente heridos Manolete, Carnicerito de México y Joselillo.

Manuel, que con el tiempo sería apodado El mejor muletero del mundo, en los inicios de su carrera deslumbró sin embargo por sus finos procedimientos con la capa, ya en verónicas, gaoneras o fregolinas, imprimiéndole a su toreo no sólo longitud de trazo, sino además temple, cadencia y sentimiento, en la llamada línea –que no escuela– mexicana del toreo.

En diciembre de 1948, luego de varios triunfos en la Plaza México al lado de Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, los llamados Tres Mosqueteros, tan diferentes como taquilleros, recibió la alternativa en Querétaro de manos de Luis Procuna, iniciando así una de las carreras taurinas más prolongadas que se recuerden –32 años en activo– combinando además su desempeño como matador con las actividades de cantante de ranchero y actor de cine, e incluso alternando en diferentes plazas de la República con sus hijos Guillermo y Manuel, también toreros y actores.

Varias y dolorosas cornadas sufrió Capetillo, tanto en México como en España, donde si bien triunfó en plazas tan importantes como Barcelona, Madrid o Pamplona, no logró el rango de figura que alcanzó en su país por su personal y abarrocado estilo con la muleta, pero también por su celo y espíritu de competencia. Al igual que se reponía de los cates recibidos en el ruedo se restablecía de los cornadones en el corazón. Alegre y enamorado, tuvo el optimismo de casarse hasta en tres ocasiones.

Simpático, claridoso, bravo para el neutle, temperamental y apasionado, histriónico, sensible y con una elevada autoestima, este Manuel supo vivir y beberse la vida en sus propios términos, con una actitud lúdica que conoció intensidades en diferentes ámbitos, pero sin llegar a absolutizar ninguno. Quizá en ello residió su áspero encanto dentro y fuera de los ruedos.