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Siete grupos de artistas visuales de los setenta, coedición de UAM-Xochimilco y Cenidiap

Híjar compila las aportaciones de una generación de creadores poco atendida
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Estos grupos marcaron un hito, porque no sólo muestran la posibilidad de una práctica artística diferente, sino porque además realizan aportes técnicos importantes, sostuvo Híjar en entrevistaFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de mayo de 2009, p. 3

La efervescencia social y política de los años 70 del siglo XX también tuvo eco en el ámbito cultural y artístico, significativamente en el campo de las artes visuales. Como producto natural del entorno, durante ese periodo surgieron diversas agrupaciones cuyos planteamientos marcaron un hito en la historia del arte mexicano. No obstante, sus aportaciones han sido poco atendidas y estudiadas.

Cristina Híjar, del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), acaba de publicar un libro en el que documenta parte de la historia de estas agrupaciones que propusieron prácticas artísticas distintas, que abarcaban tanto la elaboración material de la obra como su relación con el público.

Siete grupos de artistas visuales de los setenta, se llama el libro de Híjar, coeditado por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (UAM) y el Cenidiap.

“A mi modo de ver –habla la investigadora en entrevista– marcaron un hito porque no sólo muestran la posibilidad de una práctica artística diferente, sino porque además realizan aportes técnicos importantes, como nuevos soportes y técnicas de reproducción múltiple; además, despojaron a la obra de su carácter consagratorio.”

Los grupos elegidos por Cristina Híjar para su estudio fueron: El Taller de Arte e Ideología, Mira, Germinal, El Taller de Investigación Plástica, Suma, Proceso Pentágono y El Colectivo.

–¿Por qué escogió siete grupos y no más o menos? ¿Y por qué precisamente esos?

–Por considerar que eran grupos con una trayectoria considerable, incluso algunos todavía existen; varios con una participación destacada en la 10 Bienal de Jóvenes en París, en 1977, donde lograron asistir en representación de un país hasta entonces habituado a enviar artistas de manera individual, egregios según el criterio de quién sabe quién. También son fundadores del Frente Mexicano de Grupos de Trabajadores de la Cultura, en 1978, que tuvo una vida activa de aproximadamente cuatro años.

Cuando empecé a trabajar en el proyecto me encontré que eran muchos grupos, desde los que se constituyeron para participar en una sola actividad hasta los que hacían aportaciones novedosas, pero que no impactaban a su entorno artístico y social. Se trataba de que también tuvieran un sustento reflexivo.

Entonces, los siete grupos que escogí son los que cubrían las condiciones y aspectos que yo quería atender. Finalmente, sé que es una investigación parcial, como todas, pero traté de acercarme al conocimiento de esta experiencia.

Cristina Híjar sostiene en la introducción que incluye en el libro que hay dos sucesos destacables para comprender el nacimiento de los grupos en la década de los 70. El primero es el movimiento estudiantil de 1968, cuando las escuelas de educación artística, fundamentalmente la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en ese tiempo ubicada en la Academia de San Carlos, se convirtieron en grandes talleres de producción de gráfica política.

El segundo suceso, de acuerdo con la investigadora, “se refiere a la enseñanza artística y a su producción. Las escuelas en México operaban con viejos y caducos programas académicos en la formación de los futuros artistas: géneros, técnicas y aproximaciones teóricas que ya no respondían a ese contexto histórico ni al desarrollo del arte, esto en relación con lo que ocurría en otros países y a la información que los futuros miembros de los grupos tenían.

Mientras, modalidades como el conceptualismo, el arte objeto, la instalación y la ambientación ya eran medios expresivos consolidados en otras partes del mundo.

–Son grupos que respondieron a un momento histórico y político, pero ¿cuál es la vigencia de sus planteameintos?

–En lo personal, creo que siguen siendo absolutamente vigentes, sino es que necesarios, sobre todo en una época de falta de compromiso del artista, de aislamiento, de exaltación del individualismo, pero en que tenemos las mismas tragedias históricas de entonces. O que me digan de una lista de demandas sociales qué tema podemos palomear en términos históricos. Ninguno.

La autora de Siete grupos de artistas visuales de los setenta es hija del crítico de arte, militante y profesor universitario Alberto Híjar, fundador de El Taller de Arte e Ideología. Esta circunstancia le permitió conocer desde niña y tratar de cerca a los integrantes de varios de los grupos.

Al empezar su investigación tenía una visión bastante idealizada de la experiencia de los grupos; de hecho estudié diseño en la UAM, porque ahí daban clases los miembros de esos grupos. De pronto, ya en la charla, vi que algunos ahora tenían puntos de vista distintos, pero varios también siguen produciendo y siguen con esa concepción del arte.

–¿A esos grupos les importaba más hacer propaganda que el aspecto estético del arte?

–No era propaganda, sino obra, instalaciones, ambientaciones, esténsiles, heliográficas y otras técnicas, con fuerte acento teórico y propositivo, pero al mismo tiempo denunciaban lo que sucedía. No hacían panfletos, le dieron la vuelta a los símbolos y propusieron otros.

Era necesaria esa vinculación con el entorno social, no necesariamente a nivel de militancia, pero sí de poner sus capacidades al servicio de algo. Los movimientos sociales, las demandas políticas, tienen necesidad de significarse en símbolos vigentes y actuales. Eso para mí sigue siendo indispensable.