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Capitalinos: para mitigar pánico y encierro, cloro y palomitas

Sólo los intrépidos desafiaron la alerta sanitaria en el Distrito Federal
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Jóvenes del DF durante el periodo de asueto que decretó el gobierno federal para frenar los contagios de influenzaFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de mayo de 2009, p. 13

La falta casi total de dos productos en los anaqueles del supermercado, cloro y palomitas para microondas, simboliza cómo se siente y cómo ha tomado el capitalino la crisis por la influenza.

Pánico y encierro. Contagio y ocio. Limpieza y gula. Madres aprehensivas y niños frente al televisor. Para lo primero cloro, para lo segundo palomitas. Y ya no hay.

Discurriendo entre estos dilemas pasó el primero de mayo en una ciudad que se preparaba siempre para cumplir la efeméride, fuera desde el púlpito oficialista o desde la catarsis callejera de los sindicatos opositores.

Pero ayer, nada. O muy poco. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) desafió la alerta, se surtió de cubrebocas y aun con pocos militantes salió a las calles para manifestarse en el Zócalo y dejar constancia de su inconformidad contra las autoridades educativas y contra los líderes del sindicato del gremio, como lo ha hecho durante décadas.

Así como ellos, otros. Pocos y en pequeños grupos, algunos trabajadores se aventuraron ayer a las calles del solitario Distrito Federal para hacerse presentes en una ocasión tan simbólica.

Conmemoración que fue clausurada en México para alivio, sin duda, de quienes esta vez no tuvieron que sacar del cajón sus gastados panegíricos y también de los invariables destinatarios de las críticas y otras expresiones de rechazo plasmadas en monigotes, carteles y hasta sonoras mentadas. Unos y otros, ayer, sí que descansaron.

A cambio, el gobierno presentó este día y los que siguen, hasta el 5 (otra fecha central para la historia mexicana), como un invaluable puente que, en el colmo de la generosidad, se pidió fuera tomado como espacio para la convivencia familiar, regalo al menos incomprensible porque desde hace una semana a todo mundo se le ha dicho y casi ordenado que para hacer frente al riesgo de contagio se debe evitar todo contacto humano.

Frente a los intrépidos que se atrevieron, los lectores de noticias de la radio interrogaban a los reporteros si los manifestantes al menos traían cubrebocas. Y bueno, cuando la respuesta era negativa (¿a poco es tan fácil conseguirlos?), enseguida los estigmatizaban y tachaban de irresponsables, quizá porque inconscientemente ese trapito azul tendría que cumplir, en todo caso, las funciones de un bozal.

En el resto de la ciudad, la gente casi no salió. No había tráfico y las únicas aglomeraciones, como casi desde el principio, eran en los supermercados. Ahí, tanto en Wal-Mart como en el Sam’s de Toreo los carritos eran entregados previa desinfección con gel y la dotación de un par de guantes de plástico por familia.

Y es que lo de hoy, en esta coyuntura de la influenza, son los guantes. Ya no es sólo usar el cubrebocas. De hecho, porque no los tienen, porque ya se cansaron o porque han preferido atender a alguno de los expertos que han opinado sobre su muy relativa utilidad, ayer muchos ya no portaban el trapito de marras.

Quienes más se advierte que han prescindido del cubrebocas, a saber si obligada o voluntariamente, son los policías capitalinos y los soldados.

Pero en el Metro, mientras las autoridades no los lleven presos, ya aparecieron los vendedores ambulantes de guantes de plástico y el gobierno capitalino empezó la distribución de kits con información sobre la influenza y una microdosis de gel antibacteriano.

Primero de mayo sin marchas, como el jueves, Día del Niño, sin niños. Y como el miércoles será cinco de mayo sin conscriptos ni desfiles, ¿el 10 de mayo será sin madres?