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John Corigliano lleva a Dylan a las salas de concierto
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Periódico La Jornada
Sábado 25 de abril de 2009, p. a10

A unas horas de que aparezca el nuevo disco de Bob Dylan, los estantes de novedades discográficas efervescen a su alrededor.

Un hallazgo: bajo el sello Naxos, el nuevo disco de John Corigliano (Nueva York, 1938), uno de los compositores más importantes de música de concierto en la actualidad, con un título que asombra y fascina: Mr. Tambourine Man: Seven Poems of Bob Dylan, partitura ejecutada por la Buffalo Philharmonic Orchestra, la soprano Hila Plitmann, todos dirigidos por la maestra JoAnn Falletta, conocida en México por sus repetidas visitas como huésped de la OFUNAM y otras orquestas locales.

La historia de esta partitura es asimismo fascinante: John Corigliano recibió el encargo de componer un ciclo monumental canoro-sinfónico para ser estrenado en el Carnegie Hall (Carne y Frijol, según la transcripción de los melómanos vaciladores) con una condición única: que el texto proviniera de un autor estadunidense.

Ya había escrito obras con textos de cuatro poetas oriundos: Stephen Spender, Richard Wilbur, Dylan Thomas y William M. Hoffman.

Barajó opciones: Dickinson, Whitman, pero en realidad buscaba un autor que aún estuviera corporalmente en el planeta y que tuviera la capacidad de comunicarse con las mayorías, inclusive con quienes no suelen leer poesía, en un lenguaje de actualidad.

Un colega le sugirió: Dylan, Bob Dylan. Y acertó. Eligió siete poemas. No siete canciones. Siete poemas: Mr. Tambourine Man, Clothes Line, Blowin’in the Wind, Masters of War, All Allong the Watchower, Chimes of Freedom y Forever Young.

Algo difícil de creerle a Corigliano, pero después de escuchar su disco, le creemos por la asombrosa originalidad, contundencia, hondura y altura de los resultados: que nunca había oído ninguno de los poemas referidos en sus formatos tan populares como canciones. Chale, ¿es que alguien no ha escuchado en su vida Blowin’in the Wind? Pasu.

Escuchar los versos de Blowin’in the Wind en la prosodia inequívoca del lieder, ese género tan exquisito y refinado que atraviesa la cultura occidental desde Schubert, Mahler, Hugo Wolf hasta Corigliano con la rotundez de un claro de luna, es una experiencia única, al igual que estremecerse con una manera más brutal todavía que la propia versión, la original, de Dylan, de Masters of War.

Pero en realidad sería ejercicio necio comparar la partitura de Corigliano con las canciones de Dylan. No tienen nada en común que el texto. Es como si Wilhelm Müller hubiese sido un trovador de éxito y sus textos del Winterreise canciones populares pero Schubert hubiese tomado esos textos para hacer lo que hoy conocemos, una obra maestra del género lied.

No hay un tratamiento operístico tampoco en esta nueva obra del sinfonista Corigliano (famoso por su partitura para el filme El violín rojo), sino una monumentalidad liederística del tamaño de Mahler (guardando distancias y claras diferencias, por supuesto). Hay aquí un océano de fascinación y encanto. Si Corigliano fuese miembro de la Academia Sueca, ahora sí se concretaría la candidatura dylaniana al Nobel.

En la misma tienda de discos donde se produjo este hallazgo (las iniciales del establecimiento son: Tower Records Altavista) hay una pila de libros también monumentales cuyo título lo dice todo: Bob Dylan: letras (Editorial Alfaguara).

Todos los poemas (si alguien prefiere llamarlos canciones, pus ya qué, ya ni modo, cada quien) de Robert Zimmerman desde 1962 a 2001, es decir, hasta hace dos discos, es decir, casi todo Dylan. La fortuna de esta edición de gran formato, 1264 páginas a todo lujo y precio más que razonable, es que es bilingüe y que las versiones están sometidas a procedimientos rigurosos y sinceros de traducción. Es decir, que el juicio del lector es sumario, no restario, porque tiene la traducción propuesta junto al original. Y efectivamente, se lee como un libro de poesía. Monumental el libro, gigantesca la poesía.