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El infinito Galeano 
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	 Manuel Stephens   
     
	
	    
Danza en el fmch ( II DE III )
En el marco del XXV Festival de México en el Centro Histórico (FMCH) se presentaron la “instalación coreográfica sonora visual” Solar, bajo la curaduría y coordinación de Mariana Arteaga y Tania Solomonoff –al que nos hemos referido desde la entrega anterior–, y la compañía australiana Chunky Move.  
Componer para un espacio alternativo como el Centro Cultural Universitario Tlatelolco implica necesariamente tomar en cuenta todas las significaciones del lugar; es imposible pasar por alto la enorme carga histórica de la llamada Plaza de las Tres Culturas (¿o se podría montar un espectáculo específicamente para Tlatelolco haciendo a un lado su historia?). Los acontecimientos históricos que permean el sitio resultan a la vez un aliciente que puede marcar límites. El espectador de Solar transita a voluntad por tres instalaciones que conforman esta obra esencialmente plástica, para la que se convocó a un artista visual, uno sonoro y dos coreógrafos. Lo interesante de esta instalación tripartita es que entra en contacto íntimo con lo que ha sido en el pasado la Torre de Tlalelolco y la zona en general.  
  
      
      Fotos: Gabriel Ramos S. | 
   
 
Rodrigo Angoitia construye un espacio de tránsito que remite al uso del edificio como Secretaría de Relaciones Exteriores y a la migración, en el cual los personajes deambulan ensimismados. Magdalena Brezzo genera un espacio surreal en el cual los cuerpos están sometidos a la vida que es sueño, a la muerte o a un estado criogénico intermedio. Luis Felipe Ortega hace del Aula Magna un espacio críptico en el que uno se cuestiona cómo es que se toman las decisiones políticas sobre la humanidad cuando las personas dejan de tener rostro y se opta por el poder. En conjunto, las tres instalaciones recrean una oscura y enrarecida atmósfera de ciencia ficción en la que los seres estamos sometidos a una fuerza implacable, nacida de lo humano, ante cuyo efecto paralizante y destructivo estamos inermes. Tomando en cuenta que la “puesta” se desarrolla en Tlatelolco, podríamos hablar del persistente conflicto entre fuerzas sociales, pero la cualidad de Solar  surge del hecho de que no hay nadie a quien nombrar. No hay gobernante, no hay dios, no existe el otro: una cuarta cultura para la Plaza.  
  
     
          Escenas de Solar | 
   
 
Pero como obra escénica Solar  es débil. Al anunciarse dentro de los espectáculos de danza del fmch se crean expectativas que no se cumplen. Las instalaciones son loops , repeticiones de una misma serie de acciones, en los que dramáticamente nada cambia. Como espectáculo, Solar  agota sus propios recursos al dejar completamente de lado la dimensión temporal en su discurso: no hay desarrollo, no ofrece nada más allá del impacto visual, que, como ya hemos apuntado, es muy significativo. Hoy en día se puede ver una imagen, descodificarla con los mínimos medios que tengamos al alcance, y podemos pasar a otra sin haber experimentado cambio alguno. Esto de alguna manera pasa en Solar  porque se espera desde el principio que algo ocurra. Los artistas que conviven en Solar  minimizaron las posibilidades dramáticas para la obra y, específicamente como trabajo escénico, es un frágil híbrido hecho con cierta complacencia. Sus autores cayeron en una especie de consumismo cultural que no propicia el (con)mover, el apasionar al público, y en el que se pasa de una cosa a otra sin consecuencias. Desde la perspectiva de un espectador de danza, las dos horas en que se ejecutan los loops  son un exceso. Solar  debería catalogarse como “instalación visual sonora coreográfica” y no con el denominador “coreográfica” al principio. Sin ser fundamentalistas, podemos decir que Solar  no es una apuesta dancística en sí –los elementos coreográficos son mínimos–, sino plástica, y esto no demerita para nada sus logros. La coreografía es tiempo, transformación, y Solar  es un evento prácticamente estático. Estas instalaciones nos piden una disposición distinta a la del fenómeno escénico. Las expectativas que se crean al anunciar a Solar  como una obra de danza no se cumplen; al parecer, en el proceso creativo se difuminó esta premisa y se produjo un tipo de obra que pertenece a otros ámbitos.  
Solar  es una experiencia para recordar, mas no como dancística. Un espectador me comentó que esperaba que en algún momento sucediera algo verdaderamente apoteótico porque ya había perdido el interés. La pura imagen, por más bella que sea, se agota pronto en las artes escénicas. Solar  es una muy buena instalación plástica, pero no un espectáculo dancístico.  
(Continuará)  
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