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La revolución sólo abolió por decreto la discriminación femenina, dijo diplomática

Se arrastran pendientes de beneficio a las mujeres cubanas, por el machismo persistente
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Ana Esther Ceceña, Vivian Martínez, María Guerra y Tamara Barra, anteayer, en la Casa de las Humanidades. Al centro, el retrato de la fallecida Vilma Espín, feminista y esposa de Raúl CastroFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de abril de 2009, p. 6

Pese a los muchos avances para la mujer cubana en salud, salud reproductiva, educación, cultura, ciencia, tecnología, derechos laborales, igualdad de género y otros ámbitos –que la ubican en condiciones muy superiores a las del resto de mujeres latinoamericanas–, todavía se arrastran pendientes derivados de un machismo persistente.

Lo anterior se dijo durante la mesa Las mujeres cubanas a 50 años de la Revolución, realizada en la Casa de las Humanidades de la UNAM, en el centro de Coyoacán, en la que participaron la investigadora María Guerra, la promotora Tamara Barra y Vivian Martínez, encargada de Cultura de la embajada de Cuba en México, moderadas por Ana Esther Ceceña y con el embajador de Bolivia, Jorge Mansilla Torres, como invitado especial.

Guerra planteó que Cuba ha logrado para el pueblo en general y las mujeres en particular avances sin paralelo en América Latina y otras regiones del mundo, y recordó que antes del triunfo de la revolución las posibilidades de la mujer, en su mayoría ubicadas en el medio rural, se restringían al hogar, el servicio doméstico y la prostitución.

Pero tras los avances en varios rubros, con la desaparición del capitalismo en Cuba, no siguió la desaparición de la discriminación de género, dijo Guerra, quien además mencionó la aparición de nuevos fenómenos y problemas, como el aumento de divorcios y de la maternidad a edad temprana, además de que, como luego agregó Vivian Martínez, el derecho al aborto muchas veces se utiliza como método de anticoncepción, sin serlo.

Respecto del machismo, destacó, entre otros aspectos, la mentalidad, mediante la cual las madres reproducen desvalores y los transfieren a hijos e hijas, aunque mencionó el creciente número de hombres que valoran a la mujer y el trabajo doméstico, el cual comparten con sus compañeras.

Sin embargo, agregó Guerra, los avances en diversos rubros sociales y de la vida cotidiana para las mujeres tampoco se han correspondido con un avance similar en la vida política, en la que los cargos más importantes y numerosos siguen siendo ocupados por varones, aunque varias representantes del género femenino encabezan organizaciones sindicales y vecinales y participan de responsabilidades partidarias y de gobierno.

La investigadora aclaró que si bien el machismo no ha desaparecido de la sociedad cubana, el respeto a la dignidad de la mujer no tiene comparación en América Latina, además de que en la isla no se registra la violencia de género que ocurre en otros países.

Entre las organizaciones y programas relacionados con ese género que mencionaron Guerra y las otras participantes figuró la Federación de Mujeres Cubanas, que aunque tiene más de 4 millones de integrantes y ha tenido muchos logros, parece no representar mucho para las jóvenes de ese país.

Vivian Martínez destacó que la revolución abolió por decreto la discriminación contra la mujer, pero ese problema continuó, y agregó que en los primeros años posteriores al triunfo sobre la dictadura de Batista no hubo una política de género, porque se dio prioridad a otros problemas, derivados sobre todo del asedio de Estados Unidos.

Para ilustrar la persistencia de prejuicios en Cuba, mencionó que mientras las mujeres ocupan 65 por ciento de los puestos de trabajo de nivel técnico, la cifra se reduce a 38 por ciento en puestos de mando.

La diplomática mencionó programas, leyes e instituciones cubanas en beneficio del sector femenino, como el Centro de Estudios de la Mujer, que provee información para diseñar las políticas públicas respectivas.

Se mencionó a muchas mujeres y sus aportes, como Vilma Espín, Aideé Santa María y Melva Hernández. Tamara Barra subrayó el papel de estas dos últimas durante el comienzo de la lucha armada de 1959.