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Quisiera llevarla a muchos lugares, pero a otros no: Espinosa

Tablas y diplomacia de Hillary en la cancillería y Bellas Artes

Reitera los buenos recuerdos que atesora de su luna de miel en México

 
Periódico La Jornada
Jueves 26 de marzo de 2009, p. 7

Con tantas tablas en el escenario acumuladas a lo largo de la precampaña presidencial en Estados Unidos, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ofreció ayer una representación de la buena vecina en la Secretaría de Relaciones Exteriores, al apoyar con entusiasmo a la canciller Patricia Espinosa cuando ésta, en un intento de batear una vez más las sugerencias de que México es un Estado fallido, con zonas ingobernables en su territorio, invitó a su homóloga a visitar muy frecuentemente nuestro país.

Quisiera llevarla a muchísimos lugares muy bellos. Hay algunos lugares adonde obviamente no la llevaría. Y creo que a ella tampoco le gustaría llevarme de visita a ciertos lugares en su país.

¡Bien dicho!, aplaudió la secretaria visitante, y citó una anécdota que repitió a lo largo de la jornada, sobre los buenos recuerdos que tiene de su luna de miel con Bill Clinton en México.

Hubo muchos otros pases de cortesía de Clinton hacia Espinosa durante la conferencia de prensa conjunta. Conferencia, dicho sea de paso, en franca desventaja para la labor periodística: entre poco más de 120 representantes de medios, sólo cuatro tuvieron oportunidad de preguntar.

A lo largo de todas sus intervenciones, la secretaria de Estado puso el acento en la corresponsabilidad en el combate al narcotráfico y en la bilateralidad en la toma de decisiones. Admitió culpas del norte que sus antecesores solían minimizar, y no solamente en torno a la gran demanda en el mercado de las drogas que representan los adictos estadunidenses, sino también en un tema crucial que en el pasado los funcionarios republicanos lograron encubrir con éxito, el del trasiego de armas de asalto, en venta libre y legal en Estados Unidos, que pasan de contrabando a través de la frontera para terminar en los bien dotados arsenales de las organizaciones criminales mexicanas.

Como promotora que fue durante sus años en el Senado de la cruzada por regular y limitar el libre comercio de armas en Estados Unidos –causa perdida hasta ahora, ante los embates del poderoso cabildeo de la Asociación Nacional del Rifle–, Hillary Clinton prometió que su gobierno hará todo lo que esté a su alcance y explorará con el Congreso todas las medidas posibles para rastrear, arrestar y castigar a quienes trafican hacia México armas ilegales, y dotar al gobierno vecino para que sus autoridades puedan, a su vez, decomisar este armamento.

Al comentar las declaraciones hechas la víspera por el presidente Barak Obama, sobre las líneas generales de colaboración con México, hizo una precisión trascendente que, curiosamente, se perdió en la traducción y transcripción de la versión estenográfica que distribuyó la cancillería: que en Estados Unidos no se han tomado aún decisiones sobre el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera común.

Varios gestos más de Hillary Clinton fueron dispensados para reforzar el discurso de la buena vecindad: subrayó que la Iniciativa Mérida es un programa concebido por México y abrazado por Estados Unidos; anunció el desbloqueo de fondos –80 millones de dólares– para la compra de helicópteros, y esbozó promesas vagas sobre los diversos puntos de la agenda bilateral.

No es lo que parece

Una mirada detenida sobre los discursos de las responsables de la política exterior de México y Estados Unidos revela, sin embargo, que las coincidencias no son tantas como parecen y que las prioridades de unos y otros no están precisamente en sintonía. Así, la canciller Espinosa expuso en primer término la importancia que le damos a adecuar el marco legal que rige los temas de migración (léase la reforma migratoria estadunidense, estancada en el Capitolio) para cambiar el clima que actualmente están viviendo los mexicanos en Estados Unidos.

Hillary Clinton, quien como senadora votó, al igual que su ahora jefe Barack Obama, en favor de construir un muro fronterizo que frene a los migrantes mexicanos que intenten llegar al norte, por supuesto no recogió el guante. Ni siquiera mencionó el tema.

Lo mismo sucedió cuando la titular de Relaciones Exteriores abordó el tema del veto a los camiones de carga mexicanos en Estados Unidos, rubro que por poco queda fuera del radar de las secretarias. Fue apenas cuando, en la última pregunta, la canciller mexicana fue interrogada expresamente sobre el particular, que Espinosa Cantellano señaló la importancia de evitar la tentación del proteccionismo. Para ser más específica, la secretaria mexicana decidió entonces abandonar sus demostraciones de dominio del inglés para responder en español. Pero tampoco llegó muy lejos. Sólo reconoció que el tema del autotransporte entre los dos países es difícil y viene de muy lejos.

Como suele suceder, lo más sustantivo de la jornada quedó fuera del ojo público, ya que nada se informó sobre el contenido de la comida de trabajo que sostuvo Clinton con parte del gabinete de seguridad.

Pero la hiperactiva visitante aprovechó el viaje, no sólo para afinar la agenda del presidente Obama en México, sino para sacar lustre a su propia imagen. Desde primeras horas de la tarde, el servicio secreto de Estados Unidos, responsable de la seguridad de sus más altos funcionarios, tomó el Palacio de Bellas Artes para blindar una puesta en escena para Hillary Rodham Clinton. El montaje resultó impecable: medio centenar de jóvenes indígenas mexicanos –nativos en el léxico de la prensa estadunidense–, ataviados con sus trajes típicos, se congregaron en la sala Manuel M. Ponce. Ahí se presentó el programa de becas de la Comisión de Cultura y Educación México-Estados Unidos y de la USAID.

Sentada en medio de cinco de estos jóvenes –una zapoteca, una nañú, un mixe, una mixteca y un tzotzil, que es funcionario del gobierno de Chiapas–, Hillary los entrevistó sobre sus experiencias en Estados Unidos. Sólo una, Reyna Luz, originaria de Hidalgo y egresada de una universidad de Oregon, se atrevió a salir del guión oficialista y dar al acto una pincelada de realidad, cuando habló de la sociedad estadunidense, donde la igualdad de oportunidades no es tan perfecta. Salvo esta pequeña nota discordante, la secretaria de Estado brilló, como lo hacía estando en campaña. Por cierto, salvo para fotógrafos y camarógrafos, el acto estuvo vedado para la prensa mexicana.