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La activista Jesusa Rodríguez representó al científico en la Plaza de la Solidaridad

Expone Charles Darwin un vertiginoso ejemplo de involución: el caso México
Foto
El biólogo mostró las mutaciones que han sufrido actores de la historia de México, basado en Sueño de una tarde..., de RiveraFoto José Carlos González
 
Periódico La Jornada
Domingo 22 de marzo de 2009, p. 4

Un poco cansado, pues el 12 de febrero cumplió 200 años, arribó al país el biólogo inglés Charles Darwin con el fin de exponer, el día del nacimiento del liberal Benito Juárez, un preocupante y vertiginoso ejemplo de involución, que pone en duda su hasta ahora irrebatible teoría evolutiva: el caso de México.

Apoyado con una proyección del mural Sueño de una tarde de domingo en la Alameda, el naturalista demostró cómo los rostros de las decenas de personajes ahí pintados por Diego Rivera, y que van desde la conquista hasta mediados del siglo XX, habían mutado a especies menos avanzadas y hasta primitivas.

Así, desde este siglo XXI, políticos, empresarios, banqueros, jerarcas religiosos y hasta periodistas de televisión y personajes de los espectáculos han ido suplantando los rostros de personajes del pasado mexicano, cuando, pese a los problemas, aún se podía observar una tendencia del país a la evolución.

Trepado en una tarima improvisada en la Plaza de la Solidaridad, frente al Museo Mural Diego Rivera, con una laptop sobre una mesa y una enorme pantalla a sus espaldas, Darwin también denunció la censura del Instituto Nacional de Bellas Artes, dirigido por Teresa Franco, por no autorizar su conferencia dentro del recinto.

Depredadores, aves de rapiña

El científico, en cuya voz con acento extranjero se adivinaba un extraño parecido a la de la actriz Jesusa Rodríguez, comenzó así su alocución: Oídme, clarividentes, místicos, prestidigitadores, magos, ilusionistas, telétapatas, médiums, chamanes, charlatanes, doblecucharas y consejeros del IFE.

Y después de aclarar que no quiere ser catastrofista, ya que tampoco es multimillonario, mostró como inquietante evidencia de la involución de México el mencionado mural de Rivera, cuyos rostros originales sufrieron mutaciones regresivas.

Todo, en medio de las constantes risas del público, algo extraño ante la gravedad de lo planteado por el evolucionista, vestido de traje y con bastón.

Uno de los varios ejemplos involutivos mostrados por Darwin fue el del gran artista José Guadalupe Posada, cuyo rostro en el mural ha cambiado (según las pruebas mostradas por el científico en Power Point) al del rico empresario Carlos Slim.

“Hoy día no es sino el Telmextropus prestanombrense, empresario que produce pobreza. Se le atribuye la frase: en Telmex nunca jamás hemos recibido una sola queja. Han llegado miles, pero no las recibimos.”

Otro más es el del propio niño Diego Rivera, transformado ahora en el accionista mayoritario de Televisa, Emilio Azcárraga Jean. Una degradación en el “azcarragalopitecus infantilis”, depredador que dañó los hogares de millones de personas y con la frase célebre: La tele es para los jodidos, el gobierno federal, también.

Y el caso de la misma Frida Kahlo, quien según Darwin retrocedió hacia la actriz Salma Hayek, “la cazafortunis holliwodensis, producto de la hibridación privatizadora”, cuya frase es: Estoy muy enamorada de mi acaudalado pretendiente, aunque todavía no sé quién es.

Un personaje femenino que en el mural aparece con vestido amarillo, fue transmutado en la dirigente priísta Beatriz Paredes. Es “el prinosaurios huipilis, derivada de los más voraces dinosaurios de la antigüedad. Se trata de una especie que se pervirtió de manera paulatina, hasta alcanzar el puesto que hoy ocupa. Su frase: Beltrones y Gamboa son los dos hombres más honestos que conozco”.

De ese modo pasaron por la mirada taxidérmica del biólogo los periodistas Joaquín López Dóriga y Pedro Ferriz de Con, de la especie “locutoris mamilensis”, que sobreviven en bandadas, y cuyas frases no alcanzan a ser célebres; el banquero Roberto Hernández, ave de rapiña más conocido como “evasorus fiscalis”; el procurador general Eduardo Medina Mora, el “violatorus atenquensis”.

Y otros más, como Enrique Peña Nieto, Marcial Maciel, Marta Sahagún de Fox, Vicente Fox, Felipe Calderón, Santiago Creel, Agustín Carstens, Norberto Rivera Carrera, Diego Fernández de Cevallos, Kamel Nacif y Joaquín El Chapo Guzmán, capo del crimen organizado, lo único organizado en el país.

Mención aparte mereció un globero, con el que Rivera premonizaba la globalización y el comienzo de las tendencias involutivas de México.

En la preocupante conferencia magistral de Darwin participaron la pianista y cantante Liliana Felipe y la geóloga María Fernanda Campa, como conductora. El biólogo lamentó la ausencia de otro invitado especial: la especie en extinción Carlos Monsiváis.

Darwin supuso que Monsiváis no llegó a su conferencia porque quizá alguien lo alertó de que ahí, en plena plaza, se le iba a extraer esperma para reproducirlo, clonarlo y multiplicarlo, porque es necesario no perder esa especie.

La conferencia de Charles Darwin fue organizada por la Gran Unión de Libre Pensadores (GULP), que lucha porque el país regrese al camino de la evolución.

El científico, como miembro distinguido de la GULP, invitó a los presentes a sumarse bajo la premisa de que ya era hora de que los ateos mexicanos salieran del clóset para decir con orgullo: no creo en Dios.

Integrantes de la GULP vendían playeras de la organización diseñadas por el artista Vicente Rojo Cama, presente entre el público.

A la plaza también llegaron los políticos Gerardo Fernández Noroña, perredista, y Manuel Bartlett Díaz, priísta, quien de manera gratuita distribuyó entre el público su libro Reforma energética, un modelo privatizador.

Al final, como protesta por la censura de Franco, las decenas de asistentes ingresaron al Museo Mural sin pagar boleto para apreciar en vivo el Sueño de una tarde de domingo en la Alameda.

Ahí, en el día del nacimiento de Benito Juárez y en la conferencia que organizaron los librepensadores, Darwin reiteró la demanda de restituir al mural la frase que Diego Rivera había escrito en un pergamino: Dios no existe.