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Se prepara una muestra del artista plástico, a manera de homenaje póstumo

Pasión por la claridad y propensión a lo crepuscular, íntima pugna de Gandía
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2009, p. 5

Cuernavaca, Mor., 7 de marzo. Familiares y los amigos más cercanos del artista plástico Vicente Gandía, fallecido el viernes en Cuernavaca por una afección pulmonar, se reunieron ayer en una agencia funeraria del Distrito Federal, donde fue velado. Sus restos fueron cremados este sábado y posteriormente serían trasladados a Cuernavaca.

Originario de Valencia, España (1935), Gandía llegó a México en 1951 e ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pocos años después, determinó dedicar su vida a las artes plásticas y realizó un viaje inspirado en la pintura figurativa-naturalista durante más de cinco décadas.

El artista, naturalizado mexicano, expuso por primera vez en nuestro país en el Instituto de Cultura Hispánica de Guadalajara, en 1954. Posteriormente, tuvo exposiciones en diversos recintos del mundo, entre ellas en el Columbia Museum of Art (Carolina del Sur, Estados Unidos, 1968), Chastenet European Center (Londres, 1976), Museo del Palacio de Bellas Artes (México, 1988) y el Museo Español de Arte Contemporáneo (Madrid 1993).

A lo largo de su trayectoria fue reconocido con el Primer Premio en el Salón del Grabado y Salón de la Plástica Mexicana, en 1971. Un año antes, obtuvo una mención honorífica en el mismo certamen, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

En un artículo publicado por La Jornada Semanal el 31 de julio de 2005, el poeta y crítico de arte Miguel Ángel Muñoz apuntaba que el rumbo abierto en 1968 por el artista se fundamentaba en contenidos que determinaban su propia realidad, llena de imágenes iconográficas simples, pero que invadían su mundo.

Para Muñoz, ya desde finales de la década de los 60 se percibieron signos de interés duradero por la obra de Gandía. En el lapso de dos décadas pasó a ocupar el centro de la escena artística no sólo en México, sino también en España y Estados Unidos (...) La demanda de sus obras y el deseo de las instituciones por organizar exposiciones individuales aumentaron súbitamente. Entre finales de los años 80 y principios de los 90, Gandía ya era reconocido en el panorama artístico nacional e internacional.

Luego de ese torbellino, el artista decidió explorar otros campos de la pintura, según cuenta el crítico: “En 1996 abandona por un tiempo la figuración e inicia una nueva experiencia estética en la abstracción y el collage, que no consiste en un cambio de lenguaje sino en una transformación radical e inédita de los principios y fundamentos de su pintura. Este cambio –nunca tardío–, se hallaba determinado por las posibilidades y expectativas de un desarrollo de la situación histórica de la pintura. Nunca ha ocultado Gandía su pasión por artistas abstractos, como Eduardo Chillida, Esteban Vicente, Antoni Tàpies, Albert Ràfols-Casamada, Franz Kline o Joan Miró; para llevar a cabo esa transformación emprende una renuncia, no sólo de los supuestos de su pintura realista, sino de todo lo acontecido a lo largo de su itinerario artístico”.

De acuerdo con Miguel Ángel Muñoz, en la obra de Gandía se ha dibujado, pintado, grabado y esculpido todo: “desde paisajes, casas de vecinos, invernaderos y casas de cristal, hasta laberintos, floreros, frutas y la propia imagen de las casas en que ha vivido a lo largo de los años. Hay, sin embargo, un elemento que pocos han descubierto en su obra, una preocupación por lo arquitectónico que aparece en forma de pilares, puertas, ventanas, habitaciones y paisajes.

En su mundo, los ojos y los orificios se han vuelto espejos, mientras el dibujo de las figuras humanas se ha colocado detrás de un paisaje o alrededor de una terraza. Gandía marca en cada una de sus telas una versión completa de sí mismo. Entiéndase: no la versión completa de sus innumerables recursos e intuiciones plásticas, pero sí su íntimo conflicto entre una pasión por la claridad y una íntima propensión a lo crepuscular.

En opinión de Xavier Rubert de Ventós, “sólo la prodigiosa alianza entre el ingenio de sus sentidos y la maestría de su oficio permiten a Vicente Gandía mantener los dos cabos de la cuerda y transformar así este conflicto en, no un síntoma, sino en una serie de obras de arte en cascada. Por un lado está su control del tono y del trazo, su capacidad para metabolizar caligrafías y colores, su genio barroco para organizar un espacio autónomo propio a partir de la luz misma. Pero por otro está su arte de amarrar una compleja fuga de colores en un riguroso trazo ‘kantiano’, de mantener la tensión y el equilibrio de un oficio que nunca se hace oficioso, de una exuberancia que no desemboca en la promiscuidad”.

Para el artista plástico Francisco Maciel, Gandía fue un excelente pintor y un artista coherente en su quehacer: conocía muy bien el oficio; en lo personal me gusta su obra y como pintor admiro la vitalidad y el colorido que se manifestaban en todas sus exposiciones.

En 2003 se realizó la última muestra retrospectiva de su obra en el Ex Convento del Carmen, en la ciudad de México, titulada Obra gráfica de Vicente Gandía 1970-2000. Las dos últimas publicaciones que dan cuenta de su obra artística son Vicente Gandía: invocar el paisaje, de Miguel Ángel Muñoz, y Vicente Gandía, con una selección de textos de Álvaro Mutis, Eliseo Diego, Alejandro Rossi, Miguel Ángel Muñoz y Xavier Rubert de Ventós.

A manera de homenaje, Muñoz prepara la muestra retrospectiva Vicente Gandía 1970-2008, que retomará la anterior en el Museo del Carmen, y viajará por diversas partes de la República.